Xavi Coral no se presenta a las elecciones para salvar el planeta, pero ha escrito su primera novela. La ha titulado Aprendre a esquivar les bales. Y está basada en hechos reales. En la vida de su abuelo Josep Trullàs. En una parte de su vida. El caso es que nos propuso a quien escribe y a Pere Mas que le presentáramos el libro en su ciudad, Terrassa. Lo hicimos el jueves. Y visto el calendario de presentaciones, parece que la voluntad de la editorial es vender muchos libros por Sant Jordi. Lo leí por Semana Santa mientras los amigos, conocidos, saludados y gente que no conozco nos iba contando su interesante vida en Instagram. No lean esto como una crítica, que es la tentación que tengo. Al fin y al cabo, lo acabamos haciendo más o menos todos.

El caso es que cuando Xavi me explicó que novelaría la vida de su abuelo, que había pasado por los campos de refugiados franceses al final de la Guerra Civil, pensé: “Otro libro sobre un abuelo que estuvo en Argelers”. Que, a ver, no deberíamos cansarnos nunca de contar una historia todavía no bastante contada, pero es verdad que historias de abuelos en Argelers ya se han contado unas cuantas.

Se podría decir que el libro retrata a una especie de Forrest Gump catalán: donde Forrest coincide con Elvis, poned a Queipo de Llano; donde hay fútbol americano, poned rugby; donde está Kennedy, él le da la mano al cacique Alfons Sala; donde está el ejército… el ejército

Y, mira, no. Escribo sobre el libro de un amigo porque todo lo que podáis imaginar que pudo vivir un catalán entre 1936 y 1943 en España, Francia y el norte de África, Josep Trullàs lo vivió. Imaginad, pero os quedaréis a medio camino. Poned Guerra Civil, Segunda Guerra Mundial, Catalunya, España, Francia, Marruecos, Ceuta, Melilla, Chafarinas y seguid imaginando. Y os quedaréis cortos. El abuelo Trullàs vivió todo lo que se podía vivir. Si hubiera hecho fotos, sería un auténtico influencer. Como no había teléfonos inteligentes, fue escribiendo lo que le ocurría donde podía. Y un día de 2004 entregó a sus nietos un libro autoeditado en el que contaba su vida. Y ahora Xavi, que se ha hecho mayor, ha decidido ponerle la emoción.

Se podría decir que el libro retrata a una especie de Forrest Gump catalán. Donde Forrest coincide con Elvis, poned a Queipo de Llano. Donde hay fútbol americano, poned rugby. Donde está Kennedy, él le da la mano al cacique Alfons Sala. Donde está el ejército… el ejército. Bueno, varios ejércitos. Donde está el Watergate, poned la incipiente corrupción franquista. Donde está Jenny, mejor Maria. Donde hay gambas, los vapores de Terrassa.

Ah, y además, entenderéis la magia de que Xavi Coral acabara de corresponsal en Bruselas. Resulta que en el exilio, su abuelo acabó enrolado en el ejército belga. Y el nieto estuvo con los belgas viviendo de cerca varios exilios. De ellos, por cierto, también podría escribir un libro. Y de no ficción.

Sin embargo, no escribo este artículo para hacer propaganda del libro de un amigo, que también. Lo escribo por lo que decía al principio. Mientras veía estas vidas tan apasionantes de calçotades, escapadas románticas y esquiadas familiares, leía una vida diríamos que algo más interesante —por ser prudentes— que la nuestra. Y obviamente, más dura, más peligrosa y más penosa que la de todos los que tanto nos quejamos. Odio lo de "yo a tu edad ya trabajaba". Pero como también me hago mayor, pues mira, quizás podríamos empezar por leer un poquito más.