La decadencia del uso social del catalán es un tema recurrente del que, lamentablemente, se habla cada vez con más frecuencia. Se puede constatar en el día a día en ciudades, pueblos e incluso municipios pequeños: el catalán pierde peso. Son testimonios sintomáticos de ello los calificativos que se emplean para describir la situación: lengua minoritaria (que ya lo era, pero cada vez lo es más), lengua minorizada (por la falta de palancas que ayuden a revertir o frenar la tendencia), emergencia lingüística, etcétera, a pesar de que (¡cuidado!) el 84% de los europeos apoyan la protección de las lenguas en peligro de extinción.

En el mundo se hablan casi 7.000 lenguas (en Europa, 230), de las cuales, en el mejor de los escenarios, antes de cien años habrán desaparecido la mitad (en el peor escenario, solo quedará un 10%, unas 700), y existen teorías a escala global que apuntan a dos grandes factores causales: uno es el colonialismo (que arrincona las lenguas locales en el gobierno y en las escuelas) y el otro el capitalismo (el crecimiento y la globalización hacen que las personas hablen cada vez más la "lengua grande", como el inglés o el castellano, la cual pasa a ser dominante en el mundo de la empresa, mientras que la lengua pequeña se queda en casa). Estas teorías no citan otros factores, como la inmigración, que se dirige a un país donde el castellano es oficial y donde se puede vivir sin el catalán; como la falta de autoestima lingüística de los catalanohablantes; como un entorno con grandes influencias culturales externas; como la falta de poder político para hacer de la lengua una obligación, o como tener un enemigo en casa, como ocurre con la justicia.

Vemos la situación en el ámbito de la empresa. Cuando se necesita personal, raramente se pide el conocimiento y el uso del catalán, excepto si se considera que hay que atender a clientes y proveedores en su idioma. El inmigrante que busca trabajo tiene como primera necesidad encontrarlo, tener vivienda y mejorar la calidad de vida material. Y si para conseguir un trabajo y para ir a comprar, al médico, al ayuntamiento, etc. no se requiere conocer la lengua del país, es difícil que invierta tiempo y esfuerzo

Como vivir en Catalunya sin el catalán es perfectamente posible (a diferencia de lo que ocurre en Alemania con el alemán o en Francia con el francés), la predisposición al esfuerzo lingüístico es baja. Es conocida la frase de Johan Cruyff que decía que él nunca había hablado en catalán porque no lo había necesitado. Leo Messi tampoco lo necesitó. Y es que empresarial y socialmente se acepta que quien viene de fuera hable o entienda solo el castellano. 

En el interior de la empresa, de acuerdo con la última encuesta de usos lingüísticos (2023), el uso de la lengua con los compañeros de trabajo presenta un equilibrio entre el castellano y el catalán: algo más de una tercera parte de las personas usan solo el castellano o más castellano que catalán, algo menos de un tercio el catalán o más catalán que castellano, y cerca de una quinta parte usan ambas lenguas.

La lengua y la cultura forman parte del capital social de Catalunya, y no dudo de que el mundo económico empresarial tiene un papel reservado a la hora de preservarlo

¿Y en la esfera individual? Actualmente, la lengua dominante en Catalunya es el castellano, el catalán mengua, la gente que habla ambas lenguas aumenta, y las demás lenguas no paran de crecer. Esto es lo que refleja la Enquesta d’usos lingüístics que elabora cada cinco años el Idescat, en los últimos veinte años (2003-23):

  • Como lengua de identificación de los encuestados, el catalán ha bajado del 44% (2003) al 30% (2023); el castellano es la lengua predominante, y la presencia de otras lenguas, que en 2003 representaban el 1%, ahora se ha elevado hasta el 15%.
  • La lengua inicial mayoritaria en Catalunya es el castellano, con un peso relativo de alrededor del 50%, mientras que el catalán representa un 30% y va a la baja, en beneficio de lenguas distintas al castellano o el catalán, que son el 16%.
  • En cuanto a la lengua habitual de la población, la predominante también es el castellano, con valores cercanos al 50%, frente al catalán, que experimenta un descenso notable, ya que ha pasado del 46% (2003) al 32,6% (2023).
  • Respecto a la interacción con otras personas (en la esfera familiar, amigos, vecinos, compañeros de estudio, comercio, entidades financieras, personal médico…) el retroceso del catalán es muy considerable. Es probable que no sea ajeno a esta tendencia el hecho de que cada vez más personal que presta estos servicios utiliza el castellano para dirigirse a los clientes, y estos lo aceptan.

Más allá de las estadísticas, el uso social del catalán que uno puede percibir en la calle es decepcionante, y más entre los jóvenes y los niños. No ayuda en absoluto la época de las redes sociales, con predominio absoluto del castellano, ni tampoco el sentido práctico de las empresas de priorizar (teóricamente por respeto) el castellano en las relaciones externas, ni tener artistas y deportistas catalanes con proyección internacional que "pasan" de la lengua

Todo esto podría cambiar con la inteligencia artificial, ya se verá, pero de momento estamos donde estamos y no vamos bien. Y, sin Estado, el catalán no se puede exigir, y si se puede exigir es papel mojado, no se aplica; con una justicia con animadversión hacia el país, todo son trabas; a base de decretos y normativas de rotulación de establecimientos, tampoco. Es hora de activar lo que tenemos en nuestras manos sin ningún obstáculo y esto interpela a las administraciones propias (que ya hacen lo que pueden, con algunos deslices), pero sobre todo a las empresas y a las personas.

La lengua y la cultura forman parte del capital social de Catalunya, y no dudo de que el mundo económico empresarial tiene un papel reservado a la hora de preservarlo. Aparte de la obtención de beneficios, las empresas también deben tener arraigo territorial, deben estar integradas en la economía de su entorno (donde tienen proveedores y clientes) y en la sociedad desde la que operan. Y sobre las personas, los catalanohablantes deberían tener más alta la autoestima y los recién llegados más alto el interés por la lengua propia de la tierra que los ha acogido.