Este sábado y bajo el paraguas de Somescola, varias entidades de todo el país os convocamos a una manifestación en Barcelona.

La escuela siempre ha sido el oscuro objeto de deseo de todos los gobiernos. Pero la necesidad de controlar la educación a todos los niveles no se había materializado nunca como con tanta agresividad.

Hace años que el gobierno del Partido Popular pone en cuestión al modelo de inmersión lingüística. La sociedad catalana siempre ha contestado a los intentos de agresión a nuestro modelo de escuela con contundencia y con una transversalidad y unidad sin precedentes. La inmersión es un modelo de éxito y sobre todo es el mejor patrimonio que clases trabajadoras podemos dejar a nuestras hijas e hijos, que salen de la escuela dominante perfectamente el catalán y el castellano. Los resultados del modelo hacen bastante evidente, pues, que ponerlo en duda obedece exclusivamente a motivos políticos.

Pero aprovechando la aplicación del artículo 155 y la intervención de facto de la Generalitat, Mariano Rajoy ha intentado hacer un golpe de estado global en el modelo educativo catalán. No es sólo la inmersión ni la lengua en la escuela. Debate etéreo. Es atacar la escuela catalana, con un modelo educativo comprometido con la democracia, donde la participación, el pensamiento crítico, la resolución pacífica de conflictos, el respeto a la diferencia y los valores de la convivencia son los ejes centrales de la acción educativa en nuestros centros. Este modelo quiere transmitir los valores que confirman una ciudadanía crítica y exigente con sus representantes. Realmente, un auténtico estorbo para aquellos que quieren una sociedad de pensamiento único.

La escuela tiene que dar herramientas y tiene que transmitir valores: más que los valores castrenses hace falta transmitir a las nuevas generaciones la importancia de la cultura de la paz y la resolución pacífica de los conflictos

Y en medio de esta tormenta perfecta, los principales objetivos del gobierno del Partido Popular son los maestros. Unos maestros que, en muchos casos, cogieron el debate en sus centros educativos cuando al día siguiente del 1 de octubre llegaban los alumnos traumatizados por las escenas que habían vivido. Desde mi punto de vista, nuestros profesionales de la educación habrían hecho dejadez de funciones si no hubieran intentado canalizar los miedos, las desazones, las angustias y la rabia de sus alumnos. Y sobre todo, si no hubieran intentado hacer un "luto" educativo ante aquellos hechos. Ya sea con minutos de silencio, con lazos o sencillamente hablando abiertamente y sin miedo. Tenemos profesores, directores y directoras denunciados. Es inaceptable. La delación no puede entrar nunca en la escuela. Tenemos que dejar trabajar a los profesionales de la educación tranquilamente y con confianza. Y tenemos que decir a los maestros que tienen todo nuestro apoyo. Que estaremos a su lado. Y que hace falta que mantengan los centros educativos como baluartes de la educación con los principios del modelo de escuela catalana.

¿Si en los centros educativos no se puede cuestionar, hablar, criticar y analizar la realidad de nuestro entorno, dónde se hará? Porque en momentos como estos, una escuela que pretende ser neutral, es una escuela que toma partido claramente. Toma partido para aislarse de la sociedad, opta por vivir al margen. Flaco favor.

Queda bastante claro que aquellos que hacen correr la consigna de que la escuela catalana adoctrina, en realidad nos acusan de aquello que querrían hacer ellos. Ya lo han dejado claro: la misma ministra Cospedal ha firmado un convenio para que los centros privados expliquen la tarea de las fuerzas armadas, a la vez que Íñigo Méndez de Vigo pretende incluir en el currículum el conocimiento de la bandera, himnos y de las fuerzas armadas españolas. Adoctrinar sí, siempre que sean ellos quienes decidan cuándo y de qué manera. La escuela tiene que dar herramientas y tiene que transmitir valores: más que los valores castrenses hace falta transmitir a las nuevas generaciones la importancia de la cultura de la paz y la resolución pacífica de los conflictos.

Somos escuela. A veces, los eslóganes quieren sintetizar realidades muy amplias: la pluralidad, el todo. Todos somos la escuela en Catalunya. Profesores y profesoras, alumnos, las personas que dan de comer a los niños y las que lo cocinan. Los monitores y monitoras de actividades extraescolares. La gente que trabaja por una escuela inclusiva, y los que trabajan en el transporte escolar. Los profesionales de la limpieza de los centros y los padres y madres de alumnos. Los que participan y los que no. La gente que desde las instituciones trabaja en los proyectos educativos o de entorno. Hemos decidido que queremos tener un futuro compartido y que la escuela tiene que ser un espacio de consenso. No permitiremos que nada ni nadie nos lo coja. Y por eso queremos dejar muy claro que no tenemos miedo. Nos vemos hoy a las cinco en la manifestación.