Hay huelgas que cuestan. Ideológicamente son difíciles y a menudo todos buscamos excusas para no unirnos a ellas. Seguramente la huelga convocada por sindicatos y movimientos feministas el próximo 8 de marzo es una de ellas. Pero a veces sólo tienes que tener claros los argumentos contrarios a no hacerla para que te sobren los motivos para sumarte.

En el mundo adelantado se está hablando de leyes de transparencia e igualdad salarial. Islandia y Alemania han dado pasos en este camino. Aquí, con una brecha de cerca del 24% en Catalunya y que afecta especialmente a los sueldos más bajos, el presidente del gobierno español, M. Rajoy, en una radio, soltó el ya mítico "no nos metamos con eso...". ¿En qué no nos tenemos que meter? ¿En el hecho de que las mujeres son mano de obra barata? ¿Que a menudo estamos sobreformadas? ¿O tenemos peores condiciones laborales y, en el futuro, pensiones más bajas? ¿Pretende que dejemos de hacer frente a la violencia machista? ¿Que cerremos los ojos ante el acoso sexual y por razón de sexo en el trabajo? ¿Que asumamos las curas? No querría sospechar y creer que M. Rajoy tiene connivencia con este modelo económico patriarcal. De verdad. Un gobernante del siglo XXI en la Europa de los valores no lo debe pensar.

Pero continuemos. El Partido Popular ha decidido no dar apoyo a esta convocatoria porque es "elitista", "insolidaria" e "irresponsable" y "rompería la sociedad occidental". Si la sociedad occidental que se dice querer romper es la que permite que día tras día mueran mujeres asesinadas y no se tiene dinero para el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, no quiero formar parte de ella. Si es la que tolera que los trabajos feminizados son los que socialmente están más desvaloradas y las peor pagadas, tampoco quiero formar parte de esta sociedad. Pero mirémonoslo al revés. La igualdad entre hombres y mujeres en todos los países adelantados está en la agenda prioritaria de los gobiernos. Quizás es que M. Rajoy quiere, efectivamente, desengancharse de las sociedades adelantadas y mirar hacia países del tercer mundo. Espero y deseo que no sea así, pero intuyo que podría ser su deseo.

¿Cómo se pueden banalizar las reivindicaciones legítimas de pedir la igualdad entre el 50% de la población?

Y, como siempre, cuando crees que la absurdidad del gobierno español ha llegado a cotas insuperables, te demuestran que te equivocas. La ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, pidió a las mujeres que el 8 de marzo hicieran huelga "a la japonesa". Directamente eso ya es un insulto. ¿Qué pretende? Las mujeres trabajamos más horas que nadie. En el trabajo, en casa... cuidamos de nuestros padres y madres, hijos e hijas y, si somos abuelas, nos cuidamos de los nietos y nietas. Sencillamente, ¿qué quiere, la ministra? ¿Que reventemos? ¿Si ya estamos explotadas, pretende que por un día todavía trabajemos más? ¿Cómo se pueden banalizar las reivindicaciones legítimas de pedir la igualdad entre el 50% de la población?

Hacer huelga siempre es la última opción. A nadie le gusta, aunque parezca mentira. Detrás de las consignas está la pérdida de salario y en muchos casos la estigmatización dentro de la empresa. Pero estoy harta de que me ridiculicen. Harta de que después de tantos siglos analizando, dando datos y estudiando los problemas de las desigualdades entre sexos, todavía tengamos que implorar políticas. Sería mentir decir que no se han dado pasos. Porque los hemos dado. Leyes escritas pero poco reales. La diagnosis nos pone delante del espejo. Sabemos lo que falla en una sociedad que gira en torno a la visión androcéntrica del mundo. Actuar es una obligación moral.

Quedan días para el 8 de marzo. M. Rajoy y su Gobierno siguen convocando la huelga. Con su prepotencia, arrogancia y su visión prehistórica de la sociedad. Con su impunidad para insultar a la mitad de la población. Con su dejadez de funciones al permitir que hechos tan elementales como la igualdad salarial en trabajos de igual valor tengan que ser una súplica el año 2018. Esta no es una confrontación entre sexos. Es una lucha entre modelos ideológicos, de maneras de vivir y ver el mundo. Entre los que nos quieren sometidas y entre las que nos queremos iguales, libres y vivas.

El 8 de marzo el descontento se visualizará de muchas maneras. Algunas personas harán huelga de dos horas o todo el día. La gente se manifestará, concentrará... pero todo confluirá al protestar ante este maldito machismo social que tiene a M. Rajoy como el principal portavoz.