Optimismo. Ya sé que este es un sustantivo que no nos podemos permitir mucho los catalanes, y menos si añadimos la condición de independentistas. Ciertamente, desde 2017, la realidad ha sido una apisonadora que ha pasado por encima de todo, vidas, derechos, ilusiones, estrategias, unidades. Lisa y llanamente, más allá de alguna buena noticia, en general venida del combate del exilio, no nos han dejado respirar ni un día, en un proceso de asfixia represiva que, como es evidente, buscaba la muerte de la causa catalana. Matizo: la muerte de la causa catalana, cuando menos durante una generación entera, que este es el cortoplacismo que tiene España cuando se enfrenta al conflicto catalán. Ir matando la esperanza de una generación tras otra, y así, en el proceso de ganar tiempo, hacer inviable la independencia de Catalunya. Y tenemos que ser sinceros: ha habido momentos, especialmente con la deserción de ERC, que parecía que lo habían conseguido.

Sin embargo, como dice el poeta Martí i Pol, "la remor persisteix", el murumullo persiste. Persiste y esta semana ha dado síntomas de un empuje y un resurgimiento que, como decía al inicio, permite el optimismo. Por una parte, el llamamiento del president Puigdemont contra la cumbre franco-española, planteada en términos de rendición catalana, ha sido asumido inmediatamente por el independentismo activo, con una determinación que hacía tiempo que no veíamos. De la otra, se ha repuesto la unidad estratégica de las entidades cívicas, que han conseguido unificar criterios y dibujar una movilización que aspira a ser muy importante. Finalmente, el castillo de naipes del pacto PSOE-ERC, según el cual los buenos socialistas nos salvarían de las miserias de la derecha reaccionaria, abrirían diálogos y desjudicializarían el procés, ha caído empujado por la pesadez de las mentiras. Sánchez no pretende, ni ha pretendido nunca, resolver el conflicto catalán, sino convertirlo en una molestia soportable, una inofensiva identidad edulcorada, perfectamente asumible en el paquete de los "Coros y danzas" regionales. Este es el mensaje que quiere enviar con la cumbre, y por eso lo ha publicitado: que Catalunya ya no preocupa, porque está dominada.

Finalmente, el castillo de cartas del pacto PSOE-ERC, según el cual los buenos socialistas nos salvarían de las miserias de la derecha reaccionaria, abrirían diálogos y desjudicializarían el procés, ha caído empujado por la pesadez de las mentiras

En realidad la gran aportación del progresismo español a la causa catalana es este: que nos "dejan" ser catalanes si no molestamos mucho. La derecha cavernaria, en cambio, ni siquiera acepta este supuesto, herederos como son, de la cruzada española, y buscan la asimilación definitiva. Y, además, como han demostrado, tienen el poder judicial y lo utilizan sin complejos para la guerra política. Si algo ha quedado meridianamente claro con el envite de Llarena, es que la judicatura no piensa permitir que se diluya la sentencia del procés y que tiene los mecanismos, vía Supremo, de seguir ejerciendo la represión política. Con un añadido que no deja ambigüedades: la implicación de la fiscalía del Estado en la caza y captura del president Puigdemont, aprovechando la reforma del código penal, aquella que ERC se ha desgañitado en vender como maravillosa. En la cacería a Puigdemont, sigue valiendo todo, incluso revolver brutalmente los límites básicos del estado de derecho. De manera que hay que decirlo claro: las vías de ERC y PSOE para vendernos una salida menos represiva y sobre todo dialogada del conflicto solo existen en el mercado del humo.

La ecuación, con respecto a Catalunya, pues, es pura matemática: uno y uno suman dos, y los dos, PP y PSOE, tienen claro que no abrirán ninguna vía política que permita una salida democrática al conflicto, por mucho que ERC intente defender este supuesto. Ni habrá juicios justos, ni leyes justas, ni desjudicialización, tal como siempre ha sostenido el exilio, porque la España magnánima que se empeña en vendernos ERC no existe. Es una mentira redonda, y la desgracia es que ERC es cómplice (involuntaria o consciente) de la mentira. En todo caso, por si había alguna duda, esta semana, con los propósitos de la cumbre y los buenos oficios de Llarena, la mentira ha explotado en la cara: el PSOE nos quiere amansados y removiendo la colita, y los del PP nos quieren sin cola ni cabeza. Entre la asfixia total de unos y la respiración asistida de los otros, la única salida es plantar cara a los dos.

Y de alguna forma empieza a pasar, de aquí el optimismo. Las declaraciones del presidente de Òmnium, Xavier Antich, hablando abiertamente del retorno de las movilizaciones, la estrategia unitaria contra la cumbre, la reactivación del Consell per la República, las dificultades de ERC para seguir defendiendo vías muertas..., todo inclina a creer que hemos salido del desconcierto y empezamos a reaccionar. La primera cata, este jueves.