La tribu de Twitter ha hecho famoso un vídeo en que una cuidadora escarnece a una paciente de la residencia pública egarense Mossèn Homs mientras una compañera lo graba hartándose de risa. "¡Venga, abre la puta boca, ya hombre, vieja cascarrabias!", dice la joven delante de los ojos de la paciente Elisa, mientras su compañera, que aparte de enfermera hace de influencer, ejerce de notaria macabra y se ríe de la moribunda y de quien tendría que velar. Es bien lógico que la escena nos pida maldecir a dos trabajadoras que confunden la frivolidad con la mala praxis, olvidando de una forma espantosa el deber estoico del cuidado, y también que en el rostro inédito de Elisa pongamos el de Lola o de Pilar, que así se llamaban las abuelas de servidor y que Dios las tenga en su santa gloria ad aeternum, pensando en cómo nos enfureceríamos si les pasara a ellas.

Ayer la red publicitaba exaltada esta escena exigiendo que se despida a las trabajadoras con aquel resentimiento tan propio de una tribu donde todo el mundo farda de ser buena persona y caga perfume. Mientras, y como si el asunto tuviera la gravedad del caso Watergate, los Mossos d'Esquadra abrían una investigación y el Departamento de Trabajo y etcétera activaba cagando leches un expediente para aleccionar a las chicas de la residencia con más dureza que la opinión pública. En efecto, ellas han cometido un error gravísimo, y no sólo porque hayan descuidado su trabajo; también porque han atacado la esfera privada de una víctima indefensa. La han cagado de una forma kilométrica y monumental, y que los remilgados lo repitan las veces que haga falta, pero por el mismo motivo que pido severidad en el trato también me asusta muchísimo esta nueva comunidad delatora donde los humanos no podemos errar.

El deber moral del cuidado es una obligación a exigir, faltaría más, pero también es importante detenerse y controlar la bilis, entender que todos (sí, todos los que leéis ahora mismo este artículo) hemos perpetrado acciones execrables alguna vez, y que si nunca habéis caído en el pecado de escarnecer al indefenso, realmente, es que habéis tenido una vida muy aburrida. Que se expediente a las chicas, que pidan perdón a Elisa y a su familia pero, insisto, esta nueva normalidad donde todo dios se permite el lujo de ejercer la delación y hacer postura de referente moral como el Espíritu Santo de Lledoners a mí me damás miedo que un monje en un vestuario. "Yo no soy así, que conste", dice una de las residentes en el famoso vídeo; yo me la creo y estoy seguro de que esta escena ocurrirá una de entre millones de veces que ejercerá bien su trabajo. Si la justicia tiene que ser ponderada, prefiero quedarme con esta mayoría.

La ética entra muy bien en la boca de todo el mundo hasta que el examen te toca a ti

Es muy peligroso vivir en un entorno social donde todo el mundo eleva la moral a su caso particular. "Sí, chato, todo lo que quieras; ¿pero qué pensarías si fuera tu madre o tu mujer?". En efecto, me pondría como un basilisco, pero justamente por este motivo hay que recordar que la comunidad es más justa cuando más se aíslan nuestros instintos lícitos de protección. "Todo eso son cuentos, querido, ¡porqué ellas mismas lo han colgado en las redes!". En efecto, también en eso se han equivocado y también en eso es nuestra obligación hacerles ver que el mundo de virtual frivolidad donde pueden reírse de todo es una gran mentira. ¿Queréis humillarlas como han hecho con Elisa? Adelante, pero yo creo que todos, y ellas antes que nadie, ganaríamos mucho más haciéndoles entender su error y ayudando a que lo purguen trabajando como dios manda. "¡Lo tendrían que saber a estas alturas, hombre!". Qué suerte tenéis todos de no haber fallado nunca...

Ayer nuestra élite cum laude política, empezando por el alcalde Ballart y el conseller El Homrani, corrían al sonido del hedor de sangre fresca para acabar de crucificar a estas trabajadoras ante la opinión pública. La es de reír para no llorar, Chakir, porque si tuviéramos que evaluar tu rapidez y excelencia en la gestión de las residencias públicas catalanas se tendrían que ponerte orejas de asno y obligarte a pasear por todas las plazas del país. Los guardianes de la moral y la secta de la buena gente, siempre juzgan hasta que alguien osa hacerles enmiendas. Ya se sabe, eso de la ética entra muy bien en la boca de todo el mundo hasta que el examen te toca a ti. Trabajadoras, disculpaos con Elisa y su familia, no lo volváis a hacer nunca, pero que nunca jamás, y demostrad que, en efecto, vosotras no sois así. E id acostumbrándoos a este país de monjes donde nadie sueña tocar nalgas de niño y los pedos huelen a Channel, porque la delación pinta ser el deporte nacional del futuro.

Qué lejos quedan aquellos meses en que todo el mundo anunciaba una gran catarsis social y osaba pensar que, después de la pandemia, todo el mundo sería más comprensivo con los trabajadores de la salud. Pues no, señora. Quedémonos en el ojo por ojo, en escarnecer a la gente que se ha burlado de la abuela; qué va, que con eso no es suficiente, que las chicas en cuestión se desnuden y paseen por la Rambla para que las podamos golpear con tomates y coliflores, así sufrirán como dios manda. En efecto, hemos hecho una catarsis que te cagas. Suerte de eso...