A veces una simple granja puede ser un foco de rebelión, de sedición, de todo lo que quiera un juez. También se pueden encontrar croissants, saras, nata montada, chocolate de Ghana, carquinyolis y bizcochos para mojar. Al fondo del comedor me está esperando una peligrosa terrorista, una de esas malas personas que nunca van a condenar la violencia. Es Lourdes, setenta y siete años, yo pienso que se quita algunos para que le digan que está muy joven, pero seguro que tiene un largo historial delictivo. Es Lourdes, todo un personaje, sentada bien tiesa, la espalda contra la pared, la mirada fría y dura, no quita los ojos de la puerta porque la pasma puede entrar en cualquier momento y a ella no la cogerán desprevenida. “Siéntate, me dice, ¿qué quieres tomar? A mí también me han molido las costillas, no quiero hablar mucho però sí, me vigilan y me han dado más de un susto”. Hace una pausa dramática mientras el camarero me sirve un café negro dentro de una taza blanca. “Uy, no, Galves, la consumición corre por mi cuenta, deja, deja. Mientras estés en mi territorio no tendrás que pagar nada”. Espera a que no nos oiga nadie para continuar y se restriega la barbilla. “¿Qué quieres saber?”

“No, eso no te lo puedo decir. Puedo explicarte otras cosas si quieres, pero eso no. Mira, estoy operada del corazón y mis hijos me regañan, no me quitan el ojo de encima, pero me da igual, yo fui al aeropuerto con mi nieto, tenemos una alianza él y yo, estuve allí distribuyendo avellanas y pan entre los que plantaron cara a los perros —quiere decir la policía—. La avellana va muy bien para enfrentarse a la represión, no es la primera vez que me pongo a correr como el agua ante las porras. No te rías y no me seas tan ignorante, que todas las revoluciones que se han hecho aquí se han hecho con avellanas en el estómago. Mi familia procede de Valls y sabemos que con el vino y las avellanas siempre se ha podido hacer mucho. Catalunya ha resistido mucho tiempo a lo largo de la historia. No te creas que continuaremos esta lucha sin asegurar los suministros. No se hace la guerra sin logística, sin planificación. Entre mi nieto y yo lo tenemos muy bien montado para asegurarnos un máximo de incidencia. Le acompaño siempre que puedo pero por las noches tengo la cocina preparada, nunca sabes cuánta gente vendrá a comer y acojo a compañeros suyos que no tienen donde dormir en Barcelona. Duermen donde pueden, sí, sí, en mi casa. Son muchas horas de tensión, de cansancio, hay que tener la cabeza fría y los pies calientes”.

Lourdes pone mala cara cuando ve que me creo a medias lo que me dice. De modo que se saca del bolso una pelota negra y la deja caer a plomo en medio de la mesa. “Todos tenemos alguna como recuerdo. Esta no me tocó por poco. Disparan tantas los hijos de puta... Menos mal que están legalmente prohibidas, ¿verdad? pero ya sabemos en qué se ha convertido la ley, en un martillazo en la cara de los que queremos cambiar la sociedad. Es como ha sido siempre, los hay que sólo quieren hacer manifestaciones con el lirio con la mano, de esos pichas frías siempre encontrarás alguno, sólo les parecen bien los disturbios en Hong Kong o en una huelga para pedir aumento salarial. ¿Cómo quieren que nos enfrentemos a las agresiones, con las manos atadas a la espalda? Hemos llegado a un punto absurdo según el cual tengo derecho a defenderme de una agresión machista, por cualquier medio, pero cuando la pasma nos agrede ¿no tenemos que hacerles frente? En este país de mierda ¿sólo pueden ser violentos los ultras del Real Madrid o qué?

“Yo estoy muy orgullosa de mi nieto y de sus compañeros. Mucho. Otras abuelas sé que no, pero ya se apañarán, así revienten de una sobredosis de pasteles. Son jóvenes, son valientes y tienen buen corazón. Quizás hay gente mayor que les critica porque en el fondo les tienen envidia, porque no han sabido envejecer bien y no les gusta la gente joven. Yo les admiro, son como se debe ser, son solidarios, idealistas, son la sal de la tierra. Y están aprendiendo muchísimo y rápido. Te encuentras con juventud que iba pacíficamente a realizar sentadas en mitad de la calle y que fueron apaleados. Ahora ya pasan. Oigo que tienen conversaciones muy realistas, que tienen los pies en el suelo. A ver, ¿cómo haremos la barricada? Tienen que observar bien los alrededores. ¿Es un lugar estratégico o no lo es, nos pueden rodear fácilmente? Están alerta, no se ponen nerviosos, no corren por correr, reaccionan conjuntamente. Dejad de criticarlos porque son cojonudos, son una juventud sana, que defiende su tierra como los españoles defienden la suya, ni más ni menos. Y que saben desenvolverse como me desenvolvía yo cuando era joven. Se protegen con las capuchas, con paraguas, cascos de moto, de esquí, de skate. Aprovechan las señales de tráfico. Algunos se ponen tiras mullidas en las extremidades con adhesivo, gafas de laboratorio, protecciones blandas para la entrepierna. Pasamontañas con coca-cola...”

“¿Con coca-cola?”, Le pregunto. “Sí, hombre, para los gases lacrimógenos. Los periodistas nunca sabéis nada de nada. Hace que no pasen las partículas del gas. Produce una reacción ácido-base. Mira, te haré un dibujo. ¿Quieres otro café?”