Ahora quizás sería TikTok quien haría el trabajo, pero cuando los niños de hace unos años podían dudar de si los reyes magos existían, veían su llegada y paseo por las calles de pueblos y ciudades en los telediarios de la noche y ya no quedaba ninguna duda. En vez de que el dimorfismo de las comitivas y su multiubicuidad guiaran las mentes de los niños más espabilados hacia la lógica del descreimiento (no por eso se tenía que abjurar del espectáculo mágico ni de los regalos) las diferentes conexiones con los enviados especiales que seguían a Melchor, Gaspar y Baltasar, remachaban el clavo de la noche de reyes. La televisión daba credibilidad a la ficción.

Como los informes publicados en The Economist sobre la calidad de la democracia en unos tiempos en que las mentiras, las falsedades y las normas de una supuesta equidistancia sustituyen sacar la mano por la ventana para saber si llueve, el retorcido y engañoso camino a la verdad es abrir un debate de contertulios sabiondos y con carné de partido. Los dos tienen que decir cosas opuestas. La "neutralidad" del medio es escuchar y aumentar la confusión, porque de todo, como del cerdo, se puede sacar provecho. Sobre todo de la mentira. Los ratings de credibilidad tienen sus lobbies. Y se han convertido en un gran negocio de vendedores de hipótesis, de constructores de indicadores, de elaboradores de conclusiones cocinadas que suben o bajan los ratings económicos o políticos de los Estados. Así, se puede convertir Grecia en un Estado de necesidad, en la más pura indigencia, por obra y venganza de la troika, sin preparados para la quimioterapia, o a España en una patena de limpieza, igualdad y libertad (?) porque el PP, PSOE, los Borbones (o dos de tres, indistintamente) así lo quieren.

No sé qué se ha hecho de aquella democracia del ágora que no podía llegar al millar de personas porque tenía sus límites en el mismo límite de la voz humana. Ni por qué se creyó durante tantos años que el contenedor más idóneo para la democracia política tenían que ser los Estados, escenario óptimo de las políticas de Beveridge y Keynes... ni por qué no se tiembla de vértigo cuando la gobernanza mundial nos quiere reducir a una 7,8 mil millonésima parte de ciudadano atomizado, decidiendo un futuro cada vez más común (y más desigual y poco amistoso). Pero siempre que haya cara, palabra, transparencia y razonamiento, será mejor que acudir al oráculo de los indicadores de padre desconocido o con billete de ida y vuelta a Cambridge (analítico).

Las mentiras, las falsedades y las normas de una supuesta equidistancia sustituyen sacar la mano por la ventana para saber si llueve, el retorcido y engañoso camino a la verdad es abrir un debate de contertulios sabiondos y con carné de partido. Los dos tienen que decir cosas opuestas. La "neutralidad" del medio es escuchar y aumentar la confusión, porque de todo, como del cerdo, se puede sacar provecho. Sobre todo de la mentira

Tal como explican Eduard Gracia, Oriol Martínez, Jaume Pérez, Josep Reyner, David Ros y Lluís Verbon, siempre se podrán inventar índices de fiabilidad y transparencia democrática (muy débiles) que esconden los prejuicios y disfrazan la manipulación bajo la apariencia de ciencia. Y no se habla lo suficiente de su indagación porque es muy útil que tropecemos una vez y otra con la misma piedra. Cuando ya habían descubierto estos investigadores que los reyes (digan lo que digan TikTok o los telediarios) son los padres, la revista The Economist que tiene cirios para todos los entierros, ha decidido divulgar (sin sacar la mano por la ventana ni experimentar, por lo tanto, si llueve) que el Estado español ya no es una "democracia plena" y lo ha bajado unas décimas que lo colocan entre las democracias "defectuosas". Parece que no se debe ni a un 1 de octubre en Catalunya, ni a una represión sin fundamento, ni la propaganda política de lucha contra la covid con tricornio y derecho de autor, ni a las denuncias muy sólidas de Amnistía Internacional, el Grupo de Trabajo de Detenciones Arbitrarias de las Naciones Unidas, el Consejo de Europa, y a varias resoluciones judiciales en Bélgica y Alemania, o al hecho de que incluso Valtònyc ha conseguido cambiar, para bien, el código penal en Bélgica.

Para los autores del estudio, "los derechos humanos y civiles representan el pilar más importante de cualquier sistema democrático, dado que sin protección de los derechos de los disidentes no puede haber seguridad para la oposición y, sin oposición, no puede haber democracia". Pero quizás olvidamos que España es un país sin oposición real o debidamente eliminable, España está hecha con la materia prima de las pocas dictaduras que quedan de la Europa de los años treinta... Es una burla a la ciencia y a los hechos que esté por delante de países como Francia y Bélgica o, incluso, de Finlandia, Irlanda, Reino Unido, Países Bajos, Francia, Alemania, Islandia y Austria.

Cuando los autores de la deconstrucción entran en la cocina y preguntan, gracias al equipo de V-Dem —en realidad, el más prestigioso por el rigor de su metodología— hacen dos hallazgos relevantes que, faramalla aparte, pueden resumirse en una sola conclusión: en el reino de Oz solo hay manipulación y prejuicios bajo la apariencia de ciencia, al servicio de las agencias estatales.

Tengan bien presente esta indagación para cuando vuelvan los tiempos de la "democracia plena", que volverán, seguro, aunque seguirá habiendo encausados sin causa, amenazados sin delito e imputados a punto de ser llamados al banquillo... simplemente, porque les molesta que ocupen un cargo. Simplemente, porque esto que vivimos como democracia (defectuosa o no) necesita del miedo para sobrevivir.

Y seguirán las leyes mordaza y los controles ultra por la puerta de atrás mientras, para saber si llueve (tan sencillo como es) nadie se atreverá todavía a sacar la mano por la ventana.