Sant Adrià de Besòs. Mañana de domingo. Entro en un lugar de esos que ahora se le llama un horno-degustación. En una mesa hay un señor con su nieta. La niña tiene unos 11 años, pero parece que tenga 16. Todo el mundo que entra y sale del local saluda al señor. Como estoy en la mesa de al lado, no tarda me darme conversación. Me explica sus problemas de oído. La gente lo saluda y él no los oye. Resulta que tiene un tapón. El jueves se lo sacan. De repente calla. Me mira fijamente y me dice: "si en vez de agua me lo hacen con tónica, quizás me iría mejor". Llega una señora de su edad que le dice papa, haciendo la fuerza de "papa" en la primera a. Hablan de un problema con el móvil. La nieta explica que una amiga suya tuvo un problema igual pero que pudo solucionarlo porque tiene internet en casa. Él le pregunta si es bueno tener "interneto" en casa. Ella le empieza a explicar cosas que podría hacer si tuviera. El abuelo se mira a la abuela. Pausa. Después mira a la nieta y le dice que hará arreglar su móvil y se lo regalará por Navidad. A la niña se le iluminan los ojos. Él le dice que quizás no le servirá de mucho "porqué yo pago poco al mes" y le pregunta si tendrá bastante para hablar con las amigas con "eso de los mensajes". Media hora más tarde estoy en la plaza Guillermo Vidaña, situada a dos calles del lugar donde una niña sin internet en casa es muy feliz. Gabriel Rufián, cabeza de lista de Esquerra en el Congreso hace cara de pocos amigos. Acaban de decirle que tiene que ponerse uno de estos micros que te quedan enganchados a la mejilla gracias a un sistema de sujección consistente en un alambre que te pasan por la nuca y se te clava en la parte posterior de las orejas. Para caldear el ambiente suena música de Sílvio Rodríguez. Hacía años que no lo escuchaba. A Sílvio, no a Gabriel. Por cierto, Gabriel es el nombre del momento: Rufián, Anna Gabriel, Gabriela Serra... Empieza el acto que las juventudes de Esquerra organizan el día de la Constitución para recordar que ellos no son mucho de eso de la Constitución. El formato es charlar de pie moviéndose por el escenario. Detrás de los intervinientes hay un plafón con unas hojas de papel grandes enganchadas con celo. Cada hoja tiene escrito un artículo de la Constitución y los 4 oradores de las JERC, cuando acaban su participación, sacan la hoja correspondiente, como si fuera un rompecabezas pero al revés, hasta que queda descubierto el texto del plafón: "que no te quiten la voz". La plaza sufre un efecto mascletà cuando toma la palabra Joan Tardà. Qué potencia, señora. Supongo que cuando te tienes que hacer oir en el Congreso de los Diputados, como es su caso, tu cuerpo aprende a generar un volumen de expresión lo bastante contundente como para que nadie te lo quite. En aquel momento tengo la tentación de ir a buscar al señor del tapón porque quizás el tratamiento Tardà le solucionaría el problema "ipso-flauto" (ipso-flauto: expresión usada en una ocasión por un compareciente en una comisión de control de la CCMA en el Parlament).

A las 12.29, Tardà hace un llamamiento "¡a las armas!" Y luego hace una pausa. Expectación. "A las armas electorales, a las armas de los votos", aclara. Aplausos. Y algunos respiran. Toma la palabra Gabriel Rufián. Como para decirnos que eso de cambiar la Constitución está como peludito, nos explica que hacen falta dos tercios del Congreso, dos tercios del Senado, la voluntad de los partidos españoles de izquierdas, siete bolas de dragón y sangre de unicornio. Los asistentes ríen. Acaba la intervención presentando a Oriol Junqueras como "el futuro presidente de la República".

En un momento de la charla, Junqueras avisa a los periodistas presentes: "ahora explicaré una cosa para que la saquéis en las crónicas". Y un servidor, obediente, lo hace ahora mismo. Habla de Antoni de Capmany, a quien algunos unionistas atribuyen cosas inexactas sobre el papel que tuvo en la aprobación de la Constitución de 1812. Según Junqueras, él fue para recuperar constituciones anteriores. Y si usted quiere saber más, le paso el enlace a la wikipedia.

Acaba el acto y Junqueras se va a practicar uno de sus entretenimientos preferidos, charlar con los periodistas. Básicamente de historia. Y de política. Pero como habla off de record, la parte política no se la puedo explicar. Los periodistas lo escuchan y, a la vez, escriben la crónica. Acto seguido, él y el resto de comitiva se van hacia el siguiente destino, La Seu d'Urgell. Y los periodistas se quedan allí escribiendo las crónicas.