La decisión de la Junta Electoral Central que obliga a TV3 a compensar de forma inmediata en un día festivo (solo podría ser este domingo ya que el próximo pierde la urgencia exigida) y en la misma franja horaria a los partidos que no participaron en la manifestación de la Diada no solo supone un grave atentado contra la libertad de información sino que vulnera los principios que dice defender con su resolución: la igualdad y la proporcionalidad. Solo hace falta repasar las portadas de los principales diarios del mundo o rastrear los informativos de las diferentes cadenas de televisión que se han emitido en las últimas horas para comprobar el impacto mediático de la manifestación de la Meridiana. No puede ser la Junta Electoral Central la que decida sobre el tratamiento de una noticia como la movilización de cientos de miles de personas que ha vuelto a impresionar, por cuarta vez, a las redacciones de todo el mundo. Solo desde la ignorancia o desde la más absoluta desinformación que los principales medios de comunicación españoles están trasladando sobre lo que sucede en Catalunya se podía adoptar una decisión así.

Claro que, llegados a este punto, es mucho más fácil construir falsas teorías sobre la educación en las escuelas catalanas, la expulsión del castellano en Catalunya o proferir todo tipo de improperios y comparaciones con el nazismo, el fascismo, o Corea del Norte. Comparaciones que, por cierto, no realizan los medios de comunicación internacional. Quizás con una información simplemente más certera y plural en España que recogiera la diversidad de posiciones que hay en Catalunya respecto a la independencia ya sería un primer paso. Y es que no deja de llamar la atención cómo los periodistas internacionales acuden a sus colegas catalanes para comprender el fenómeno de Catalunya mientras que los de Madrid, tanto los escritos como los audiovisuales, los públicos y los privados, celebran los mismos debates sin presencia catalana o excluyendo de las mesas de debate a una de las dos partes. O reservándole una presencia simplemente simbólica. Del ‘deciden ellos’ hemos pasado al ‘opinan ellos’. Una pena.