Lo ha vuelto a hacer. El PSOE ha vuelto a claudicar ante el búnker politicoinstitucional para que continúe controlando los poderes determinantes del Estado. Ha aceptado renovar cuatro magistrados del Tribunal Constitucional al precio de mantener la mayoría conservadora y por lo tanto contraria al espíritu que se desprende de la voluntad democráticamente expresada por los ciudadanos.

El PSOE acepta la continuidad de la mayoría conservadora que ha perpetrado la tergiversación antidemocrática del pacto constitucional del 78. Y además ha aceptado que el PP haga una declaración de principios absolutamente beligerante al figurar entre sus cooptados un nombre tan repugnante desde el punto de vista de la decencia jurídica como el de Concepción Espejel, Concha para Dolores de Cospedal. La impudicia se ha apoderado de la Justicia. Han perdido la vergüenza. Ahora se sienten orgullosos de su obscenidad

Y lo más grave de la claudicación socialista es que como contrapartida no ha sido capaz de forzar la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que implica también el Tribunal Supremo. Carlos Lesmes desde la presidencia y Manuel Marchena desde la Sala Penal continuarán ejerciendo su autoridad con la ecuanimidad a la que nos tienen acostumbrados.

El día que los jueces españoles se autogobiernen solos sin intervención de la voluntad democráticamente expresada por los ciudadanos, no serán necesarias las renovaciones, porque todo serán reencarnaciones

Ya se ha visto esta misma semana con el empecinamiento de Marchena en que Meritxell Batet expulse de su escaño al diputado canario de Podemos, Alberto Rodríguez. A Alberto Rodríguez lo condenaron por una supuesta agresión a un policía que nunca se ha demostrado. Son hechos de hace siete años, tan graves que la condena se ha cumplido pagando una multa de 540 euros. Lo que perseguía el Supremo, como antes ocurrió con el president Torra y con Junqueras y con todos los demás, era inhabilitarlo y dejar claro que las obsesiones personales e ideológicas de los magistrados pasan por encima de la voluntad democrática de los ciudadanos. Los hechos son sagrados pero las opiniones son libres y resulta que Marchena empezó a hacer carrera a la sombra del PP precisamente en Canarias y atacando a la gente de Podemos que puso en evidencia al ministro Soria, pillado con los papeles de Panamá.

Sabe mal por Mertixell Batet, claudicando también ante las presiones del búnker. Tendrá que revisar su concepción de la separación de poderes si ni siquiera es capaz de defender los miembros de la institución que preside. Y, por cierto, conviene recomendar también a la gente de Comuns, a Jéssica Albiach y familia, que se vuelvan a leer aquel poema de Martin Niemöller, popularizado por Bertolt Brecht, aquel que empieza “Primero vinieron a llevarse a los comunistas…” porque ahora lamentan el abuso contra su compañero, pero nada dijeron cuando el atropello se perpetró contra el president de la Generalitat Quim Torra y otros dirigentes independentistas. No merecieron su solidaridad porque no eran de los suyos.

El PP se niega a renovar el Consejo General del Poder Judicial y la presidencia del Tribunal Supremo porque tiene demasiado material incriminatorio como para aceptar que lo juzguen magistrados que no controla. Y además ahora se ha sacado de la manga la teoría esta de que no bajarán del burro hasta que se cambie la ley, para que sean los mismos jueces conservadores o directamente fascistas los que manden para siempre. Pablo Casado quiere esperar porque tiene a su favor que en el resto de Europa se ve con buenos ojos que sean los jueces los que se organicen entre ellos autónomamente. Se aprovecha Casado de que en Europa no se acuerdan de que aquí no hubo ruptura con el fascismo como Italia y en Alemania y el sistema judicial español sigue dominado política y sociológicamente por gente de la caverna o por sus herederos. Por ello han certificado que Franco ya era jefe del Estado el 1 de octubre del 36, es decir, legitimando jurídicamente el golpe de Estado, y por eso restituyen el nombre de Millán Astray en una calle de Madrid. El día que los jueces españoles autogobiernen sin intervención de la voluntad democráticamente expresada por los ciudadanos, no serán necesarios renovaciones, porque todo serán reencarnaciones.

"El declive de la democracia no es inevitable, pero tampoco la supervivencia de la democracia es inevitable. Depende de las decisiones que tomemos" (Anne Applebaum)

En la presentación del pacto PSOE-PP para la renovación de las instituciones, los socialistas presumen de haber conseguido un defensor del Pueblo —una institución que sólo se destacó por impugnar el Estatuto catalán— y de haber cambiado la correlación en el Tribunal de Cuentas. La impudicia se evidenció cuando el mismo día que se anunciaba el pacto para renovar el Tribunal de Cuentas, el mismo organismo ordenaba el embargo de los bienes de los políticos catalanes acusados. La orden, sin embargo, no procedía de un miembro del tribunal de los que tienen el mandato caducado, sino de la Delegada Instructora, Esperanza García, una funcionaria que no ha disimulado su motivación en el caso. El Tribunal de Cuentas lo integran doce consejeros, que son los que se renuevan, pero también 780 funcionarios como Esperanza García, que tienen el puesto de trabajo asegurado prácticamente de por vida, muy bien retribuido y con las ideas más fijas que el perro de Astérix (Se llama Idefix). Y se da el caso de que los apellidos se repiten. Por ejemplo, la actual presidenta es María José de la Fuente, sobrina del que fue ministro franquista Licinio de la Fuente, y en el mismo organismo también están colocadas y continuarán ejerciendo María Asunción y María Eugenia de la Fuente, primas de la presidenta e hijas del ex ministro.

(Un inciso de reír por no llorar. De Licinio de la Fuente me explicaba Iñaki Anasagasti que era natural del pueblo de Noez, provincia de Toledo, y que cuando Franco lo nombró ministro, organizó un desembarco de gente de su pueblo a las instituciones, en el ministerio y en las Cortes. Eran tantos que en las Cortes antes y después de Franco llamaban a este colectivo de funcionarios "el arca de Noez" y, seguramente por eso, en Noez, Licinio de la Fuente tiene una plaza a su nombre junto a la calle del Generalísimo).

Netflix ofrece estos días una serie alemana sobre Franco que adopta un tono descriptivo que suena suave a oídos antifranquistas pero que vale la pena ver para no olvidar y, sobre todo, no repetir aquel desastre. Y por eso es muy importante que los alemanes y los españoles entiendan que el franquismo no es exactamente un pasado ... Anne Applebaum es una periodista de Washington DC que ha vivido la decadencia de la democracia en Estados Unidos y en Polonia. Y como Timtothy Schnyder y otros autores, también ha hecho sonar la alarma: "El declive de la democracia no es inevitable, pero tampoco la supervivencia de la democracia es inevitable. Depende de las decisiones que tomemos".