Dirán que estoy loco. Que la pandemia obligará a los independentistas a dejar atrás el objetivo de obtener la independencia en la mayor brevedad posible. La gestión de la crisis sanitaria ha enfrentado claramente el Govern con el gobierno de España. Para empezar, las disputas, digamos, de política sanitaria han quedado al descubierto. A pesar de la centralización impuesta por el estado de alarma, al final Quim Torra consiguió que el dúo Sánchez-Iglesias entendiera que hacía falta un confinamiento total para cortar por lo sano el contagio. Las dudas y los retrasos han llevado a España al frente del ranking de muertes por millón de habitantes. España no mata, pero sí las decisiones de sus gobernantes. Las cosas como son.

El gobierno español vuelve a la andadas y ha decidido, unilateralmente, suprimir el desconfinamiento total contra el criterio del Govern y de la comunidad científica, que reclama que el confinamiento siga por lo menos hasta finales del mes de abril. Los expertos más prestigiosos lo recomiendan, pero el dúo Sánchez-Iglesias se ha dejado ganar por las patronales españolas que les urgen a tomar medidas para volver a producir a expensas de lo que sea. España es así: reclama dinero a Europa para afrontar las pérdidas del cierre toral, los obtiene, y después actúa como si no tuviera asegurado ese dinero para parar el golpe. La suerte es que en España el gobierno es de izquierdas, que si fuera de derechas no lo haría peor. El gobierno español no transmite seguridad, mientras que el Govern Torra, con su posición dura sobre el confinamiento, está más cerca del sentimiento de la gente, que reclama protección y apoyo.

Jordi Muñoz escribió que el gobierno español es casi el único en el mundo que no ha conseguido el reconocimiento de la gente: “A diferencia de lo que está pasando en la mayoría de países, el gobierno Sánchez no parece que esté siendo reforzado por su gestión de la crisis y más bien los indicios apuntan en la dirección contraria”. Lo veo del mismo modo. Las razones que justifican la desafección ciudadana pueden ser múltiples, como expone el propio Muñoz, pero él no toma en consideración una que me parece muy importante, por lo menos en Cataluña. Y esta es que, a pesar de las dudas iniciales, el gobierno catalán ha afrontado la cuestión de la pandemia con mucha más firmeza y eficiencia. Si algo ha quedado demostrado estos días es que el independentismo puede dejar de reclamar utópicamente la independencia para intentar conseguirla pragmáticamente. No hay nada más independiente que tener una voz propia para defender los intereses ciudadanos. La centralización ha borrado la mutualización de las decisiones y eso permite al presidente Torra formular lo que él haría si tuviera la capacidad para imponerse y que el Estado se lo impide. El dúo Sánchez-Iglesias se ha dado cuenta de ello y por eso intenta aparentar que sus decisiones no han sido influidas por la actitud de Cataluña, que por otra parte ha arrastrado otras autonomías.

La pandemia ha convertido el conflicto Cataluña–España en una disputa práctica. Ha quedado más demostrado que nunca que en Barcelona la política se entiende muy diferente a Madrid

En un artículo de opinión publicado en Bloomberg, el columnista Francis Wilkinson aseguraba que el gobernador de California y antiguo alcalde de San Francisco, el demócrata Gavin Newsom, estaba poniendo en marcha la maquinaria para declarar la independencia del estado californiano respecto del estado federal y así poder gestionar la pandemia en mejores condiciones que las impuestas por Washington. Wilkinson pronosticaba, además, que esto solo era un botón de muestra de lo que podría pasar después, justamente por la radical oposición de los demócratas a las políticas de los republicanos. ¿Puede California convertirse en un estado nación? Si damos crédito a los que dicen que la pandemia es tan universal que desdibujará las fronteras y arrasará con los nacionalismos, la respuesta debería ser no. Pero si lo enfocamos desde la perspectiva de la gestión, de la seguridad que las autoridades dan a la población, de la confianza y de la esperanza de futuro, entonces la conclusión es que sí. Una encuesta reciente apuntaba que el 86% de los británicos estaban dispuestos a aceptar un estado policial para combatir el coronavirus. En Cataluña estoy seguro que algo así sería impensable. El CEO nos lo dirá.

En todo caso, la pandemia ha convertido el conflicto Cataluña–España en una disputa práctica. Ha quedado más demostrado que nunca que en Barcelona la política se entiende muy diferente a Madrid. Si el gobierno del PP se hubiera atrevido a ofrecer ruedas de prensa con militares y policías como grandes portavoces, escoltando a un médico que ha acabado confinado porque ha dado positivo por coronavirus, habría recibido las críticas más feroces de la pandilla de articulistas progres que ahora prescinde de la exhibición militarista y patriótica del gobierno “más progresista” que ha tenido jamás España. Los progres no critican al gobierno porque son, por encima de cualquier cosa, doctrinarios. La independencia de California es tan difícil como conseguir la independencia de Cataluña. Pero parece que el gobernador Newsom sabe profundizar en las contradicciones, como aseguraban los marxistas, y su idea va tomando cuerpo. Aquí lo tenemos más fácil. Un 47% de los catalanes sigue apostando por la independencia.