Aunque estamos aún inmersos en el tacticismo partidista tan propio de unas elecciones, la gestión del 27-S y los necesarios acuerdos que deben alcanzar las fuerzas independentistas van a estar rodeados durante las próximas semanas de una lógica tensión. La histórica victoria del independentismo, con mayoría de escaños en el Parlament (72 de 135), debe traducirse en acuerdos entre Junts pel Sí y la CUP que no se antojan fáciles en tres aspectos bien diferentes: la hoja de ruta a implementar en la Cámara catalana, la presidencia de la Generalitat y la gobernanza del país. Los puntos de partida están, ciertamente, muy alejados, y las cesiones de uno y otro bloque no pueden ser infinitas. Tanto en el aspecto ideológico –que, en este caso, va desde un partido liberal a una formación anticapitalista– como en el siempre complicado tema de los liderazgos y el veto frontal que la CUP plantea a Artur Mas.

En un juego de sumas en el que todos son necesarios, los intentos de desplazar a Mas de la presidencia de la Generalitat son de una gran miopía, ya que es tanto como expulsar al principal referente para la comunidad internacional y a la persona que ha desplazado a Convergència con su liderazgo incuestionable desde el autonomismo al soberanismo. ¿Alguien se pregunta qué pasaría con CDC sin esta apuesta tan personal y rotunda de Mas? Creo que la respuesta es demasiado fácil y no serían los independentistas los más beneficiados de un movimiento de esta naturaleza.

No deja de ser paradójico que haya sido el controvertido Aznar el que haya salido de su refugio para discrepar del análisis que se está haciendo desde la derecha y la izquierda españolas. "Los secesionistas han ganado las elecciones y el proceso en Catalunya va a continuar; eso sí, más radicalizado", ha señalado, para asegurar que este escenario es el peor para el Partido Popular. Así están las fichas en medio del tablero el día después. Con un cierto temor en los cuarteles de los partidos independentistas a que si el escaño 63 no cae al final del lado de Junts pel Sí, los 62 actuales (frente a los 63 de todos los demás partidos, menos la CUP) y la situación se tensiona al máximo puede desembocar tanto en un acuerdo político como en unas nuevas y frustrantes elecciones.