Las ciudades pueden ser "felices". El National Geographic ha anunciado que es Boulder (Colorado), el lugar con esta denominación de los Estados Unidos. Y no es una felicidad debida solo a la marihuana, que campa extensivamente a través de sus dispensarios públicos. Los motivos son la calidad de vida, las tasas —menores que en otros estados—, el deporte que parece que todo el mundo practique y la conexión espiritual, aunque es una de las ciudades menos religiosas del país, con sólo un 17% de fieles de diferentes religiones. Proliferan las bicicletas y todo el mundo parece llevar una vida satisfactoria. Además, tienen 300 días de sol y una de las clínicas abortistas más famosas de los EEUU. En el mundo católico Boulder es la ciudad del cura hípster, el padre Peter Mussett, uno de los sacerdotes más particulares del clero americano que organiza la "Mass in the Grass", misa en el césped. La alusión a "grass" no es inocente, ya que el césped también es la hierba. Lleva un "mun" o moño y es todo un fenómeno en las redes sociales.

Boulder se extiende bajo unas montañas imponentes y ofrece muchos centros para meditar. La ciudad feliz está a más de 1.655 metros y el aire es puro. He ido allí gracias a un congreso internacional sobre religión, comunicación y cultura en la Universidad de Boulder Colorado, pero a la mayoría de las personas el magnetismo que las arrastra aquí no es trabajo, sino descubrir esta felicidad ambiental.

Cuesta, sin embargo, pensar que un lugar así pueda ser feliz mientras el estado donde vive, Colorado, mantiene la pena de muerte. Las contradicciones de los Estados Unidos son enormes y Boulder las ejemplariza

Cuesta, sin embargo, pensar que un lugar así pueda ser feliz mientras el estado donde vive, Colorado, mantiene la pena de muerte. Las contradicciones de los Estados Unidos son enormes y Boulder las ejemplariza. La felicidad en este estado del Far West se vincula mucho al bienestar personal, y no es casualidad que la estupa (construcción budista) mayor de los Estados Unidos se encuentre en sus montañas. La gente hace miles de kilómetros para ponerse delante de un Buda gigante a meditar. Otros van subiendo montañas, o hacen rutas ciclistas cerca de las pistas que en invierno son la Meca de los esquiadores. La felicidad para ellos quizás es eso, resbalar y disfrutar, aunque al lado haya realidades indigestibles. Es la gran paradoja de la felicidad, que mientras la disfrutas siempre hay alguien muy cerca que no tiene ni una pizca.