Los afiliados de Junts per Catalunya están votando si prefieren que su partido siga formando parte del Govern de Catalunya o salga. La dirección de Junts ha dejado la decisión en sus manos en un acto que se puede ver como una manera de sacudirse las pulgas —vista la división que hay entre los que mandan—, como una muestra de buena praxis democrática o como las dos cosas al mismo tiempo. El problema es que Junts se encuentra en una situación, de aquellas que a veces se dan en la vida, en la que tienes que escoger entre dos opciones aparentemente malas. Así, sus afiliados tienen que discernir cuál es el menos malo de dos caminos amenazadores. Es, si se hace con el cerebro y no con el estómago, un cálculo complejo, con muchas variables y, además, con un grado de incertidumbre elevadísimo e inevitable. Tanto si finalmente JxCat abandona el Govern como si opta por quedarse, las perspectivas son sombrías.

¿Cómo es que Junts se encuentra en un lío tan poco favorable, tan peligroso? Lo primero que hay que tener presente, y muy, es que en la cúpula de JxCat conviven dos sensibilidades muy diferenciadas. Por una parte, la más emparentada con el espíritu de Convergència, más institucional y pragmática. Y, de la otra, la más activista, más irrealista y que apuesta por la confrontación con el Estado. Una y otra sensibilidad —un sector y otro— están plenamente de acuerdo en lo que es el motivo del conflicto con ERC, eso es, que los republicanos no cumplen algunos puntos esenciales del pacto de gobierno que hizo posible la investidura de Pere Aragonès y la conformación del Ejecutivo actual.

Como es natural, los que más presionaron para reclamar a ERC que honrara su palabra fue el sector activista, que exigía a Junts que se plantara. Así, entre otras ocasiones, Junts per Catalunya reclamó explicaciones públicamente a Esquerra el 29 de agosto y también después del último Onze de Setembre. Esquerra fue siempre tirando y desatendiendo las exigencias de Junts.

Así es como se llega al debate de política general de la semana pasada. Aragonès se sigue saliendo por la tangente. Hartos de la situación, se deciden a advertir a Aragonès solemnemente y ante la Cambra que, o bien les hacen caso, o le tendrán que pedir que, como president, presente una cuestión de confianza.

Junts se encuentra en una situación en la que tienes que escoger entre dos opciones aparentemente malas. Sus afiliados tienen que discernir cuál es el menos malo de dos caminos amenazadores

Aquí es exactamente cuando Junts se coloca en una trampa y queda en manos de Aragonès. El president, viendo que tiene una posición ganadora, ejecuta movimientos rápidos y firmes. El más importante, destituir fulminantemente a su vicepresident, Jordi Puigneró, de Junts.

¿Qué consigue con eso? Pues obligar JxCat a escoger, como decíamos, entre un mal y un mal peor. Al mismo tiempo, fuerza una discusión endemoniada entre las dos facciones de Junts. En este punto conectamos con el comienzo de este artículo: los que mandan en JxCat deciden no decidir y trasladan la decisión a los afiliados, atenuando, al menos de momento, la potencial batalla interna.

Mientras en Junts unos y otros hacen campaña y esgrimen argumentos a favor de quedarse o salir del Govern, Aragonès, Junqueras y ERC se lo miran con un ademán entre displicente y satisfecho. Ver cómo Junts se escalda en el aceite que los propios juntaires han tirado les resulta un delicioso espectáculo.

Los de ERC corren el riesgo, sin embargo, de pensar que, al revés de lo que les pasa a Junts, en la situación actual todo son ventajas para ellos. Si los de JxCat salen del Govern, se dicen, mejor: gobernaremos solos, llegaremos a acuerdos con el PSC y los comunes, y los posconvergentes se morirán de asco como tercera e irrelevante fuerza del Parlament. Si, contrariamente, se quedan en el Govern, lo harán con la cola entre las patas, habiendo tenido que reconocer la autoridad del president Aragonès y habiendo renunciado 'de facto' a la tabarra de los incumplimientos.

Pero, claro, todo eso es pura teoría. Todo eso está sobre el papel. El futuro no lo sabe nadie. Como decíamos, la incertidumbre es muy grande. Perfectamente podría suceder, pese a que ahora no lo parece, que, sea cual sea su decisión final, Junts salga adelante y finalmente quien, contra todo pronóstico, pierda la partida sea ERC. La misma ERC que en estos momentos está tan pagada de ella misma. El tiempo y el azar nos lo dirán.