El juicio del Tribunal Supremo continúa con la criminalización de las víctimas. Si es que van vestidas como putas, hombre, si es que se lo merecen, si es que lo andan buscado. Si se hubieran quedado en casa no les hubiera pasado nada de todo esto. Naturalmente, algunos creen que el personal se encara y se enfrenta con la policía y la Guardia Civil, gente armada y violenta, con total naturalidad, como no podría ser de otra manera. La ley es sólo para algunos desgraciados. Unos pueden saltársela y otros no. Quien tiene poder y dinero hace lo que le da la gana, ésta es una convicción muy antigua. Unos pueden usar pelotas de goma, expresamente prohibidas por el Parlament de Catalunya, y otros no pueden votar en un referéndum, aunque los referendos fueron despenalizados por el Congreso. Los intransigentes defensores de la aplicación de la ley nunca recuerdan lo que les conviene, actúan como si el referéndum declarado ilegal por el Tribunal Constitucional fuera delictivo, cosa muy diferente. Actúan como si la autonomía catalana no existiera, como si el Parlament de Catalunya no tuviera derecho a legislar. Como si España fuera el único fundamento del derecho. Ésta es la estrategia que utilizan. Y no son unionistas, son simplemente españolistas porque el nacionalismo español es la única ley que respetan. Bien. También son partidarios de la ley del embudo. Porque no encontrará ningún privilegiado de la casta, ningún vividor del sistema, tal como Duran Lleida, que no sea partidario de España y de su ley que sólo se aplica a unos y no a otros.

La criminalización de las víctimas continúa por el camino que marcó el dibujante Forges en una viñeta antes de pasar a mejor vida. En la imagen, publicada entonces por El País, se podía ver a un hombre con una estrellada para que quedara claro que el personaje era independentista. El palo de la bandera se deformaba inexplicablemente y la materia acababa comportándose de manera arbitraria y peligrosa, tan peligrosa que le acababa vaciando un ojo. La referencia era clara al ciudadano Roger Español, la persona que perdió la visión de un ojo por el impacto de una pelota de goma disparada por la policía española durante el primero de octubre. Pero para los que sólo tienen en la cabeza la sagrada unidad de España, la responsabilidad de la pérdida del ojo es imputable a la bandera independentista, a una bandera caprichosa, peligrosa en manos de cualquier persona. Los ciudadanos deben dejarse apalear y deben admitir la brutalidad policial. Cualquier actuación popular de resistencia, de autodefensa, de controversia, de disidencia podrá ser utilizada en contra del ciudadano, el cual no sólo está desnudo ante la policía, además, no tiene ningún derecho. Por eso mismo ahora han empezado a imputar ciudadanos presentes en el colegio Ramon Llull, para darles un escarmiento, para culpabilizarlos de haberse resistido a la autoridad. Es el mundo al revés, según la lógica de una ley que ya no sólo deforma el código penal. La ley de España, con su relato fantasioso, ya ha empezado a poner en cuestión incluso la ley de la gravedad.