No se puede luchar contra la evidencia. Los paramilitares de la Guardia Civil y los policías españoles golpearon y persiguieron a ciudadanos indefensos que no realizaban actividad ilegal alguna. Las fuerzas españolas del orden se comportaron como una policía colonial y represora. La legalidad española no es la única legalidad posible como, hace algunos meses, se encargaron de señalar los juristas del tribunal de Schleswig-Holstein. Y si el tribunal alemán dictó una sentencia tan clara y adecuada para los derechos políticos de los ciudadanos de Catalunya, de manera tan rotunda, es que la autarquía judicial del Tribunal Supremo de España hoy ya no es posible. Al menos mientras se mantenga dentro de la Unión Europea. El Primero de octubre de 2017 hubo violencia, efectivamente, yo mismo puedo dar, personalmente, vivo testimonio, pero la única violencia que pude constatar fue la de las fuerzas represoras contra la población civil y desarmada que había decidido ir a votar, contra los ciudadanos libres, contra los contribuyentes que, paradójicamente, pagan los sueldos de los policías españoles, de los paramilitares españoles, de los militares españoles y también de muchísimos otros españoles que no rechazan los euritos catalanes. La riqueza de Catalunya da para mucho.

Todos los principales medios de comunicación internacionales, todas las cancillerías del planeta, todos los observadores independientes saben, sin lugar a dudas, todo lo que pasó en Catalunya aquel primer día del mes de octubre. Hay infinidad de imágenes que lo demuestran. Saben perfectamente quiénes son las víctimas y cuáles son los verdugos de manera unánime. Sólo los españolistas más recalcitrantes, los enemigos más encendidos del hecho vivo de Catalunya, sólo los individuos que están completamente abrazados a la causa majara del imperio español realizan, a veces, el esfuerzo inútil de negar la innegable evidencia. Lo hacen no sólo por patriotismo sino también para autoritarismo, por arrogancia, por servir a un Estado que vive de la mentira. Del mismo modo que el Estado turco aún hoy niega el exterminio del pueblo armenio hace poco más de un siglo. Del mismo modo que aún hay nazis absurdos que abusan de nuestra paciencia y continúan negando el holocausto contra los judíos, y se burlan de la Shoá siempre que pueden. Son las reacciones típicas de los desgraciados, los desalmado, los marginales, los inadaptados al mundo moderno de hoy en día. Creen en las patrias indivisibles, en la sangre o en otros extrañas teorías, propias de mentes perdidas en el laberinto de la estupidez.

Existe gente extraña y marginal que cree en ovnis, en la importancia del zodiaco, gente que cree que Elvis sigue vivo y, por el mismo precio, también hay gentecilla que sostiene que fue la población de Catalunya quien ejerció la violencia contra la policía española y la Guardia Civil el primero de octubre. Estas personas no sólo tienen una bocaza, también existen porque debe haber todo tipo de gente en este mundo traidor. Un momento. Quizás olvidan lo que es la lógica. Olvidan lo que son las proporciones, lo que son la correlación de fuerzas. Si todo estaba preparado, como dicen, de manera militar, si la actitud de los votantes hubiera sido realmente prebélica, si las masas de manifestantes independentistas hubieran querido realmente asustar a la señora secretaria del juzgado número 13 de Barcelona, entonces no habría salido del Departamento de Economía por una azotea sino en Montgolfier, o como la Ascensión de María Virgen. Y si, realmente, tres millones de catalanes, con la ayuda técnica de los Mossos de l’Esquadra, se hubieran propuesto atacar violentamente a un contingente de seis mil agentes de policía y Guardia Civil, lo cierto es que no habrían sobrevivido muchos. Ni por equivocación. Cuánta frivolidad, cuánta mentira y qué continuada falta de respeto al pacífico pueblo de Catalunya.