Mi memoria proustiana no se activa con el olor de las magdalenas mojadas en el té, sino con el caldo que cocinaba mi madre mientras escuchábamos los partidos del Barça. Reunidos en torno a una pequeña radio, que poníamos en la mesita de la cocina, cada gol del Barça parecía una efímera victoria contra todo lo que nos asfixiaba, la dictadura, las prisiones, la lengua herida, la nación derrotada. El Barça no era un equipo de fútbol, ni sus goles eran un hito deportivo, sino un cúmulo de emociones que nos vinculaba a una memoria colectiva y nos alimentaba la esperanza. Veíamos unos jugadores y una pelota, pero percibíamos un sentimiento de pertenencia que nos conmovía y nos comprometía. El Barça no era fútbol, era un activador de emociones profundas, un forjador de complicidades, un anhelo de futuro. Es decir, era más que un club.

Ha sido así desde los inicios de los tiempos. Fue más que un club cuando Joan Gamper convirtió en objetivo fundacional del Barça que fuera "un club catalanista al servicio activo de la nación". Lo fue en 1918, cuando se adhirió a la petición de Estatuto de Autonomía del movimiento catalanista. Lo fue en 1925, cuando las cuatro mil personas que había en Les Corts pitaron la Marcha Real, en plena dictadura de Primo de Rivera, y la represalia fue la clausura del campo durante seis meses. O cuando Joan Gamper se tuvo que exiliar. O cuando Josep Suñol abanderó el lema "deporte y ciudadanía", para estrechar la relación entre el club y la nación, y después, al caer en una emboscada en la sierra del Guadarrama, sería asesinado en manos de los fascistas. O cuando el Barça se convirtió en un referente de las libertades y en 1937 hizo una gira por México y los Estados Unidos en defensa de la República.

Si el Barça es más que un club, no cabe duda de que Piqué es más que un jugador, justamente porque ha encarnado como nadie el deseo de vincular el Barça con unos valores y una tierra

Durante la dictadura de Franco, la condición del "més que un club" se hizo patente desde los primeros intentos franquistas de abolir el Barça, hasta obligarlo a castellanizar su nombre, quitarle las cuatro barras del escudo y designar directamente al presidente del club hasta el 1953. A pesar del dominio franquista, los seguidores del Barça mantuvieron el espíritu catalanista y antirrepresivo, e incluso fueron claves en el éxito de la huelga de tranvías, en 1951. Fueron décadas de un Barça como referente antifranquista y catalanista (así mismo lo dejó escrito en 1969 Vázquez Montalbán en un mítico artículo en Triunfo titulado "Barça, Barça, Barça"), y así, a la euforia por las victorias, los culés sumaban los gritos de libertad. Justamente porque era "més que un club", un Johan Cruyff recién llegado, en 1973, daba apoyo a los presos de la Assemblea de Catalunya, y porque era más que un club, en 1977 el Barça reclamaba el Estatuto de Autonomía y su presidente, Agustí Montal, invitaba a Josep Tarradellas al palco, pocos días después de su retorno del exilio. Finalmente, porque es "més que un club", fue en el campo del Barça donde se celebró el Concert per la Llibertat en pleno proceso independentista.

Por mucho que el fútbol se haya pervertido completamente a causa de los intereses espurios, es indiscutible que el Barça ha sido capaz de mantener este espíritu de arraigo y compromiso en Catalunya durante toda su historia. Es desde esta perspectiva que se entiende el mensaje profundo que ha enviado Gerard Piqué en su despedida. Si el Barça es más que un club, no cabe duda de que Piqué es más que un jugador, justamente porque ha encarnado como nadie este deseo de vincular el Barça con unos valores y una tierra. Como jugador de fútbol, ha entrado en el podio de las leyendas; pero como jugador del Barça, ha sido el paradigma de la fusión completa entre el deporte, la nación y la ciudadanía. No olvidemos, para poner el ejemplo más emblemático de su constante compromiso, que fue el único jugador que no quería que el Barça jugara el 1 de Octubre. Asimismo, para no ir tan lejos, sólo hay que valorar lo que significa que haya hecho su despedida en catalán, normalizando y viralizando nuestro idioma en todo el planeta. Paréntesis: el único país del mundo donde se han escandalizado porque Piqué utilizara su idioma en un momento tan significado y emotivo ha sido en España. La conocida miseria cotidiana...

Ahora que se va, los habrá que hurgarán en algún claroscuro de su actividad económica, o en la bajada de rendimiento deportivo de los últimos tiempos, o directamente lo despreciarán por su compromiso con Catalunya. En épocas de despedidas, la mezquindad siempre sale a relucir. Pero por mucho ruido de cortos vuelos que pueda resonar en algunos micrófonos, es incontestable que Gerard Piqué ha sido uno de los grandes. Como deportista, nos ha dado alegrías, emociones y gloria. Como culé, siempre se ha comprometido con los valores fundacionales del club. Como catalán, forma parte del ejército de ciudadanos que anhela nuestra libertad. Barça, ciudadanía y Catalunya, el triplete que nos honra y que lo honra. Mucha suerte, Gerard, y hasta la próxima. ¿En la presidencia del Barça? Los augurios y los deseos...