Se atribuye a Abraham Lincoln la frase "Una papeleta (de voto) tiene más fuerza que una bala (de fusil)". Como suele pasar con las citas históricas, su literalidad y contexto son controvertidos, pero en todo caso parece que se trataría de algo que habría dicho antes de liderar la guerra contra los estados del Sur, que pretendían disolver la Unión Americana para mantener el sistema de esclavitud. El hecho de que muriera asesinado siendo presidente hace que la cita evoque una doble ironía.

Que un presidente que lideró una guerra civil y murió asesinado diga que las urnas tienen más fuerza que les armas le da más significado a la idea, no menos. Pero por alguna razón, cuando hace poco se difundió por las redes sociales, despertó furor dentro de la comunidad unionista. Se sintieron especialmente contrariados por la cita, que interpretaron como una defensa implícita del referéndum ante la represión del Estado. Quiero pensar que la reacción airada no es porque todos piensen que los problemas políticos se tienen que resolver con las armas antes que con las urnas. En realidad, entiendo que protestaban por el hecho de que alguien pudiera invocar un símbolo de la unidad de los EE.UU. para defender un referéndum sobre la independencia de Catalunya.

Sin legitimidad popular no se sostiene ni una dictadura. No digamos ya una democracia

Dicho sea de paso que, desde mi punto de vista, el intento de secesión de los estados del Sur fue ilegítimo. Básicamente porque respondía a la voluntad de proteger su sistema de esclavitud ante la llegada al poder de un presidente, Lincoln, que había ganado con un programa contrario a su mantenimiento. Él intentó evitar la guerra, pero se vio abocado a ella para defender la Unión, y una de sus principales armas fue la emancipación de los esclavos. Desgraciadamente, no es el único ejemplo histórico en el que eliminar leyes injustas ha requerido una guerra.

Quizás todo nos devuelve al viejo debate de la legitimidad y la legalidad. La frase de Lincoln, literal o no, sin duda nos está diciendo que el poder se ejerce con armas, coacción y miedo, pero que se legítima básicamente con las urnas. Por eso, después de su Guerra Civil, los Estados Unidos hicieron tres enmiendas constitucionales orientadas a fortalecer la legitimidad del sistema político. Allí no ignoraron la evidencia de que sin legitimidad popular no se sostiene ni una dictadura. No digamos ya una democracia.

En el fondo, esta anécdota no tendría mayor importancia si no reprodujera un patrón habitual. Sorprendentemente, entre las urnas y las armas, muchos unionistas se quedan de forma espontánea (incluso inconsciente) con las armas y ceden las urnas a los independentistas. Parece que solo estos puedan defender el referéndum. Como si un unionista no pudiera basarse también en las urnas para defender su idea. Es una postura francamente digna de estudio, excepcional, y que no se entiende fuera del Estado español.

En el lado unionista, ajenos a las críticas internacionales, siguen priorizando la represión por encima de la seducción y estigmatizando a los defensores del referéndum

Como ejemplo de eso último nos puede servir el posicionamiento reciente del Süddeutsche Zeitung, u otros pronunciamientos previos de medios tan influyentes como The New York Times o The Economist. La idea es que mantener Catalunya dentro de España por voluntad propia de una mayoría de catalanes sería infinitamente mejor que hacerlo a partir de negarles el voto. Cuando menos, por aquello de que el consentimiento de los gobernados es el fundamento de las democracias.

Estos medios están diciendo a los defensores de la unidad de España que harían bien en abrazar la idea del referéndum e intentar ganarlo. De hecho, los precedentes indican que no es una idea desencaminada. La experiencia comparada (véase Quebec y Escocia, por ejemplo) demuestra que en un entorno de libertad y contraste democrático de argumentos los independentistas no tienen la victoria asegurada. Se constata así la paradoja de que dejar votar sobre la independencia puede ser útil al proyecto unionista.

En el caso español, el Estado sigue instalado en la estrategia de hacer todo lo que haga falta para evitar la celebración del referéndum. Y cuanto más fuerza represiva empiezan a aplicar desde Madrid, más fuerza y legitimidad adquiere la movilización independentista. Esta es la otra cara de la misma paradoja: la gente, en el fondo, puede tener diferentes ideas sobre cómo quiere que la gobiernen, pero normalmente no acepta ser gobernada en contra de su voluntad.

En el lado unionista, ajenos a las críticas internacionales, siguen priorizando la represión por encima de la seducción y estigmatizando a los defensores del referéndum. Hasta el punto de que nadie espera ya que el 1 de octubre haya ningún partido o grupo de opinión que haga campaña activa para votar 'no' con convencimiento de poder ganar. Este escenario resulta absolutamente inaudito, teniendo en cuenta que hay mucha gente que sin duda sería receptiva a este discurso. Indiscutiblemente, explotar en positivo el discurso de que a los catalanes les conviene formar parte de España, partiendo del convencimiento sincero de que ganar el referéndum sería el mejor de los escenarios para los unionistas, tendría también sus réditos para quien hiciera suya esta bandera. De aquí la incredulidad de la gran mayoría de observadores por el hecho de que nadie quiera levantarla.

 

Josep Costa es letrado y profesor asociado de Teoría Política en la UPF (@josepcosta)