La decisión del PDeCAT de llevar a los tribunales a JxCAT por lo que consideran apropiación fraudulenta de las siglas del partido recientemente creado por Carles Puigdemont, supone la ruptura total entre ambas formaciones y la inviabilidad de que se presenten unidas a las próximas elecciones al Parlament de Catalunya. El pulso de los defensores de una fusión con cuotas para el PDeCAT fracasó hace meses, igual que una coalición electoral al estilo de Convergència i Unió que avalaba Artur Mas en las semanas previas a la creación de Junts. Quedaba la vía de una integración más o menos discreta, cosa que tampoco será posible después de que la formación de Bonvehí-Castell-Solsona haya decidido solventar en los tribunales el litigio por las siglas de JxCAT, actualmente en manos de Puigdemont después de que sus representantes legales se las cedieran.

El salto que supone judicializar el conflicto va a acelerar la marcha de cargos electos del PDeCAT hacia JxCAT, como se ha visto este sábado con el cambio de los cinco senadores de la formación. Esta es, sin embargo, la cara más visible y más pública del conflicto ya que el goteo de bajas es incensante y no va a detenerse ya que el tirón de Puigdemont es muy importante en este espacio político. Está también la actitud proactiva de pesos pesados como Jordi Turull, Josep Rull o Quim Forn que, por su larga militancia, primero en Convergència y después en el PDeCAT, tienen una gran ascendencia política y moral en los cuadros políticos del partido. Sorprende, sin embargo, esta actitud de resistencia numantina que aparentemente tiene mucho de personal y poco de política.

Queda así el PDeCAT en terreno de nadie. Teniendo que optar entre ir solo a las elecciones o buscar una alianza con los primeros escindidos del partido, el grupo capitaneado por Marta Pascal. Aunque en política las cosas nunca tienen una única cara visible, un conflicto judicializado entre ambos sitúa un punto de ruptura política a la hora de hablar de los herederos de Convergència. La carga de la prueba se la queda el PDeCAT y también los derechos electorales que, al final, acaban suponiendo muchos minutos de publicidad gratuita.

Un conflicto judicial siempre acaba siendo el fracaso de un diálogo político. Aunque, en este caso, es evidente que hay mucho de pataletas de los restos del PDeCAT por no haber doblegado a Junts a pactar en un marco más favorable para ellos.