Semana Santa, época de un recogimiento espiritual intenso. Y el recogimiento intenso invita a la reflexión. Y es entonces, con este destilado del pensamiento puro, cuando lo más humilde de la condición humana brota, sin traba, neurona abajo hasta las conexiones con el habla. Y en aquel momento... PATAPAM!!! estalla la sinceridad más absoluta.

Un par de ejemplos han entrado las últimas horas con fuerza en nuestras vidas.

El primero es la obra (y nunca mejor dicho) del ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz. Le preguntan por los atentados de Bruselas y la política de los países de la UE en materia de lucha antiterrorista. Y va, y para responder, se lo despacha con un clásico: “Las inteligencias de los diferentes países tienen que interactuar de manera más adecuada” y el bla, bla, bla habitual. Sin embargo, ah magia setmanasantística, añade un: “Espero que podamos aplicar el dicho de que ‘No hay mal que por bien no venga’ y que el mal de una tragedia como estos atentados nos traiga el bien de un impulso determinante”. Sí, sí, lo ha leído bien.

O sea, él cree que tendría que mejorar el trabajo conjunto de la UE en la lucha contra el terrorismo y que si el atentado sirve para conseguirlo, pues mira, bienvenido sea... ¡¡¡Sí señor!!! ¡¡¡Efectivamente!!! Como lo que realmente queremos son políticas antiterroristas, si los atentados ayudan a que haya... ¡pues adelante! Y si pensamos que gracias a los atentados trabajaremos más conjuntamente, pues no hagamos política antiterrorista. ¿Para qué? Que haya el máximo de atentados y entonces la unidad será total. Cuantos más muertos, más unidos. Cuantos más atentados, más políticas antiterroristas, y nunca al revés. No fuera que sin atentados nos quedáramos sin políticas antiterroristas, que es lo más importante, ¿verdad?

El segundo ejemplo ha pasado en Torroella de Montgrí. Allí, la propietaria de la librería El Cucut organiza desde hace cinco años una “merienda literaria” en que unos 60 escritores y editores charlan con sus lectores y les firman libros. Pues bien, en presencia del conseller de Cultura, de los autores, de los editores y del distinguido público, toma la palabra el alcalde y va y les dice: “No leo. No me gustan los libros, ni me interesan. Yo soy lector de otro sector”. ¡¡¡Sí, señor!!! ¡¡¡Con un par!!! Si a ti, que los libros te provocan náuseas, te invitan a un acto literario... ¿por qué disimular, verdad? Vas y lo dices: los libros me provocan náuseas.

... eso sí, me intriga y me inquieta el concepto éste del “yo soy lector de otro sector”. Si no lee, y ni le gustan ni le interesan los libros, de qué sector es lector?

Oiga es que una cosa es ser sincero y la otra que los insinceros te entiendan...