El problema de Catalunya no es España, el problema de Catalunya es la falta de libertad. Catalunya podría ser una nación libre dentro de España y podría ser un país sin libertad fuera. Si Catalunya no ha podido ser una nación libre dentro de España es en parte porque en la disputa por el poder con Castilla hemos sido vencidos, y este mensaje que la historia nos envía es necesario escucharlo. Y en parte porque existe quien ha preferido adaptarse participando del control a los vencidos porque era la manera más fácil de tener poder, que es lo que todo el mundo quiere de una manera u otra, ya sea contra sus adversarios de conciencia o contra todo el mundo en general.

No es fácil conseguirlo del todo, eso de someter. En el fondo de la marmita donde las relaciones sociales hacen chup chup siempre hay un socarrat, un atavismo que si se desprende, si se rasca bien, puede volver amarga toda la mezcla y desatar el caos. Maquiavelo lo explica un poco más fino, porque su Príncipe no deja de ser una solicitud de trabajo, una oferta de venta de la propia alma a sus enemigos. Dice: es muy difícil borrar la memoria de un pueblo que se había gobernado a sí mismo. En cada crisis histórica, el recuerdo de la libertad será la fuente de la energía para imaginar soluciones políticas o ideas de justicia adaptadas al momento. Por eso quien desprecia los mitos en nombre de los hechos significa que no conoce los hechos.

España ha tenido que construir todo su entramado institucional, con los mitos y anclajes simbólicos que todo Estado expresa, a partir de la necesidad de dominación de sus vencidos

Pero las derrotas llevan un mensaje que vale la pena escuchar: nunca son casualidad y normalmente explican quién eres. España ha tenido que construir todo su entramado institucional, con los mitos y anclajes simbólicos que todo Estado expresa, a partir de la necesidad de dominación de sus vencidos. Eso pasa en todas partes, y explica por qué los Estados son de una manera o de otra. La Francia centralista siempre ha tenido el punto débil en la frontera con Alemania y en el canal que la separa de Gran Bretaña, eslabones que forman el eje europeo de ciudades fuertes y comerciales, ciudades que en el inicio de la modernidad se pudieron pagar la construcción de cañones para defenderse de las monarquías centralistas. Las guerras mundiales y la Unión Europea no se explican sin esta tensión. El parlamentarismo inglés no se entiende tampoco sin la potencia de las ciudades inglesas en el momento de consolidación del Estado moderno británico, y su participación en los órganos de decisión. Que Descartes y Spinoza vivieran en el Amsterdam calvinista, cosmopolita y comercial que publicaba los libros prohibidos de Galileo, y que se libraba de los ejércitos del imperio español, tampoco tendría ningún sentido sin entender esta violencia de fondo y quien se la pudo pagar y por qué razones se defendía. En el otro extremo del espectro, las ciudades del este de Europa fueron demasiado débiles para resistir las pulsiones autoritarias de los Estados eslavos y la democracia no arraigó. Para ellos, la pólvora significó el empobrecimiento del campesinado, el retorno a la esclavitud, y la creación de una memoria autoritaria. Por eso desde el inicio las leyes continentales prohibían la tenencia privada de armas, para restar poder negociador a los campesinos, y por eso en EE.UU. es un dogma sagrado. Por eso hoy cuando se habla de la revuelta del mundo rural hacia algunas fuerzas dominantes de las ciudades se habla de repliegue, en lugar de ver que hay también la pérdida de un poder negociador que empieza en los campesinos y acaba siempre reprimiendo la libertad urbana. Tampoco se puede entender por qué Italia y Alemania son los últimos países a unificarse si no se entiende que las ciudades-república del norte de Italia y las ciudades comerciales alemanas del viejo Sacro Imperio germánico resistieron mejor la tendencia centralista y estatista que en Francia o en España, justamente porque eran ricas, políticamente fuertes, culturalmente robustas y militarmente sólidas. Cosa que explica su política actual.

El momento fundacional de España es la derrota de Barcelona en 1714 porque es el momento en que el Estado moderno demuestra ser más fuerte que la ciudad más fuerte y comercial de la península

Puede gustar más o menos, al fin y al cabo, pero por este motivo el momento fundacional del Estado moderno español no es la boda de los reyes católicos. Al fin y al cabo Fernando es el modelo del Príncipe de Maquiavelo justamente por su audacia militar e inteligencia en entender, y si era necesario dominar, el fondo que explica la forma política de cada territorio, el socarrat, cosa que anclaba la ambición catalana del contexto. El momento fundacional de España es la derrota de Barcelona en 1714 porque es el momento en que el Estado moderno demuestra ser más fuerte que la ciudad más fuerte y comercial de la península, las dos más fuertes, si contamos València. 22 mil bombas cayeron a Barcelona, es decir: costó mucho. España es hija de la necesidad de pagar este coste tan elevado para suprimir la fuerza y memoria de la libertad, tanto como de la necesidad de negarse el origen de ello. El Corredor Mediterráneo, para entendernos, es el tren de una memoria que España no se puede permitir. Por eso la nación española nace después, en 1812, cuando los diputados catalanes y valencianos creen haber puesto el constitucionalismo catalán anterior a los Borbones en el corazón de las instituciones españolas a cambio de renunciar a ser nación ellos mismos. Les robaron la tradición y la utilizaron para destruirlos.

Pero cuando suprimimos una cosa siempre es para liberar otra. Se equivoca quien no ve que España defiende una idea de libertad y de civilización concreta, y que si los catalanes, o algunos catalanes, se han acomodado y han participado de su articulación es porque de la libertad y civilización que España defiende han sacado réditos concretos y formas de vida. Pero han tenido que olvidar, por el camino. Y tienen que negar, con toda la energía, que exista un socarrat en el fondo del hervor. La belleza del momento presente es que del chup chup vive mucha gente, no sólo los que han participado ostensiblemente del fuego que lo alimenta. El hervor es un estado de cosas, un no-ens-farem-mal, que exige reprimir a los exaltados, a los informales, a los que rompen el protocolo en razón del hecho de que se vive reprimiendo las propias fuerzas y amores irracionales. No se trata de confiar o desconfiar de políticos: se trata de entender que la cultura dominante es un vocabulario que se perpetúa a sí mismo y obliga a pensar siempre en una dirección. Liberarse es un trabajo siempre contra uno mismo. Por eso el problema de Catalunya no es España.

Si todo contrato social parte de la idea de que se renuncia a la violencia y al derecho a robarlo todo, cosa propia de un estado de naturaleza imaginario, y le cede este derecho al Estado, a cambio de paz, estabilidad y libertad interior, el contrato social de Catalunya se basa en la negación de uno mismo. Yo me reprimo si tú te reprimes. Mi abuela criticando a los gais del gaixample que se morreaban no por gais sino porque ella nunca morreó a su hombre en público. Este es también el pacto hacia España, en la transición: Catalunya renuncia al derecho a la autodeterminación, es decir, a expresarse como nación, a rascar el socarrat, y España renuncia a la dominación que empezó con las 22 mil bombas. No se podía saber, no, que las fuerzas nunca defenestradas en el truco de la ley a la ley utilizarían esta renuncia para tratar de plantar la estocada final, subir el fuego, y que el hervor empape a más gente. Es por este motivo que cuando un político soberanista dice 'de la ley a la ley' no entiende, o no quiere entender, o no le conviene entender, que está condenando el país al chup chup.

La autodeterminación y la independencia son dos cosas diferentes, la primera es más importante que la segunda

Todo eso explica por qué la autodeterminación y la independencia son dos cosas diferentes, y por qué la primera es más importante que la segunda. El problema de Catalunya es que después de siglos de esta tensión, la falta de libertad ha acabado contaminando a toda la cultura y por descontado, a la política. Los razonamientos de nuestros políticos son esclavos de esta mentalidad que hace de espejo de la mentalidad del pueblo. Con respecto al miedo, es igual si tu familia puede trazar sus orígenes hasta los exiliados de 1640, a los supervivientes del siglo XVIII, a las migraciones industriales del XIX, a las intra-españolas del XX, e incluso ahora en las transcontinentales del XXI: todas estas olas tienen su propio miedo incardinado en el imaginario, y en la derrota de Barcelona su desamparo. Lo importante es qué quieres hacer, de este miedo y de esta memoria. El miedo nunca es exactamente un recluirse en el armario: eso sólo pasa cuando estás en el momento más frágil. El miedo es la madre de la hipocresía y el cinismo. El miedo crea aprovechados, los pequeños mezquinos que trafican con el folclore y el hambre de inocencia que tiene la gente debilitada por la historia.

Todo ello también explica por qué la Generalitat es hoy básicamente una institución al servicio de la unidad de España. O por qué Soraya Sáenz de Santamaría puede utilizar el Sant Jordi para sus intereses de dominación, que cuando has rascado el socarrat ya ves que son de cartón piedra y que su Leviatán tiene pies de barro. Tanto burócrata también les ha atrofiado la memoria. O por qué el conseller de Cultura, Santi Vila, puede utilizar la memoria de Francesc Pujols para hacerle decir lo contrario de lo que dijo. O por qué a menudo copiamos los valores y estética de los progres españoles, por ansia de normalidad, para que no nos digan que no somos normales y nos hemos caído en el lado oscuro de la historia.

La Generalitat tiene una legitimidad histórica, preconstitucional, que le otorga una profundidad y una potencia política de continuidad de la nación entendida como sujeto político: el 'socarrat'

La Generalitat tiene una legitimidad histórica, preconstitucional, que le otorga una profundidad y una potencia política de continuidad de la nación entendida como sujeto político: el socarrat. Pero por otra parte, es una institución que recibe su forma actual de la Constitución y de su interpretación durante la última restauración borbónica democrática: el chu chup. Eso significa que es una institución española, o, como se dice, es el Estado en Catalunya. Como todas las instituciones tienen una inercia que los lleva a querer perpetuarse, porque son un modus vivendi, la Generalitat también, como institución española, tiene una inercia de querer perpetuarse. Eso explica por qué a veces los funcionarios son conservadores o por qué los técnicos de la Generalitat interpretan los límites de su oficina y función como los límites de los derechos de los catalanes. El chup chup está pensado para que todo el mundo moje pan. Incluso en las dictaduras totalitarias, a veces los dictadores crean instituciones, como las Cortes de procuradores del franquismo, para repartir el botín de manera transparente y evitar revueltas innecesarias. Por eso la transición se puede entender como una ampliación del suquet para alimentar las fuerzas democráticas.

Todo eso tiene consecuencias y por eso Soraya puede venir a Barcelona por Sant Jordi a tratar de apropiarse de nuestro patrón, porque la cultura represiva de la democracia española se ha sustentado sobre la idea de que había cosas apolíticas, como el fútbol o la literatura, cosas que se tienen que despolitizar: es aquello de tu renuncias a ser quien eres y yo renuncio a matarte. Y cuando has renunciado al derecho a defenderte, cuando lo has intercambiado por una máscara de persona inocente (de Charlot o de Gandhi, como decía una crónica de la New Yorker sobre cómo iba disfrazada la gente en el carnaval de Barcelona posterior al 6 de octubre de 1934), entonces ya puede venir el Estado a acabar de aniquilarte la cultura y utilizarla para ahogarte y destruirte. Es por ello que se intenta decir que Sant Jordi es patrimonio de la humanidad: eso excita al narcisismo local, faltos como estamos de amor propio real, que es lo que aman los otros más en uno mismo. Al mismo tiempo, les permite arrancarnos el Sant Jordi y conformarlo en los valores que en cada momento los poderes existentes consideren universales. El objetivo es poder utilizar el Sant Jordi para negarte la lengua, que como todo el mundo sabe no es universal sino local. Es esta falsa tensión local-universal que los burócratas de Soraya y los candidatos autonomistas quieren utilizar para echarte el mundo por encima y que no puedas reaccionar sin sentirte culpable. Y es por eso que la única oportunidad que tiene nuestra libertad hoy es defender el referéndum de autodeterminación con todas las consecuencias, que es local porque es universal y viceversa, y por esta misma razón que apelar a una DUI después de no poder celebrarlo es ignorar de nuevo las lecciones morales de los hechos de la historia y entregarse a comer el chup chup amargo.

Soraya no puede frenar un referéndum. No sin condenar a España a no ser democrática. En el contexto, eso significa destruir España. Lo que te salva te condena

Pero por la misma razón que Soraya necesita apelar al lenguaje aséptico de los cínicos del liberalismo burocrático, que no han entendido que el liberalismo es un espiritualismo de la libertad, por la misma razón que necesita utilizar la Unesco y la UE para negar a los catalanes, con la inestimable ayuda de nuestros internacionalistas de pacotilla, por la misma razón no puede apelar a su memoria, no puede hacer nada más que amenazar, no tiene ninguna credibilidad, y no puede frenar un referéndum. No sin condenar a España a no ser democrática. En el contexto, eso quiere decir destruir España. Lo que te salva te condena. Igual que el pujolismo nos salvó mientras nos condenaba al folclore y a la estrechez intelectual, y se abría el margen para una mafia local que pudiera —con la aquiescencia de todo el mundo— sustituir al Estado y sustituir el amor al país por el amor a sus productos gastronómicos y a un paisaje familiar y pacificado, el constitucionalismo positivista del PSOE y de Aznar y Rajoy los arrincona dentro de los límites de la democracia española, que no puede ser el Leviatán que fue cuando nació. Porque lo que te salva te condena, Rivera sólo puede buscar la represión y folclorización de Catalunya a partir de los mismos valores constitucionales del pujolismo. Por eso se hacen llamar "ciudadanos", porque hoy España sólo puede hacerse desde el vocabulario liberal. Por eso el referéndum es el retorno al fondo de la cuestión y por eso es la única salida que tiene la democracia española para sobrevivir entera y acabar de progresar.

¡Es por el chup chup y por la herencia pujolista, por el dominio de las burguesías sin memoria, que el conseller Santi Vila puede tomar la frase de Pujols —"El pensamiento catalán rebrota siempre y sobrevive a sus ilusos enterradores"—, que es una frase de socarrat, que significa que aquí la coherente es Isabel Martí, que ha dimitido de vicepresidenta del Gremi d'Editors ante el sorayazo y el último intento de Planeta de comerciar con las almas en lugar de con los libros, y convertirla, alehop!, en chup chup, en la idea de que, tranquilos, ya pueden venir ya, ya podemos esperar cinco, diez, y quince años, que no han podido ni podrán con nosotros, y mientras tanto vamos a hacer una taza de chup chup, seamos educados según las normas de quien te quiere viviendo en un espacio cultural que sólo sabe vehicularse con folclorismos y algunas formas pedantes de alta cultura.

He ahí por qué todos los discursos que tratan de hacer a buenos y malos nos acaban dominando. Y sin el dominio de Barcelona (y València), España no puede ser como es hoy, no puede sobrevivir, como al principio. Por eso nuestros mejores artistas son siempre excéntricos y se hacen los locos y nunca hablan desde el centro de la cultura. Y por eso Barcelona se ha edificado desde la transición a partir del menosprecio, el saqueo, y la destrucción de su traspaís. Toda fuerza que no puedes expresar hacia arriba, la expresas hacia abajo. Con la represión, igual. Si no te puedes sublevar contra quien te domina, lo haces contra quien dominas.

El 'socarrat' ha empezado a desprenderse y la sopa del chup chup empieza a ser demasiado amarga para bebérsela

Por eso la principal virtud del Sant Jordi es precisamente que se trata de una fiesta comercial y no que haya algunos escritores que puedan poner en valor la importancia de la lectura para la moral de los hombres y las mujeres de provecho. Hoy, contra el comercio no hay represión que pueda. Sobre el comercio, podemos edificar una cultura libre y fuerte, ahora que la pólvora no es el medio, ahora que las armas son las de la propaganda y la cultura. Ahora que la libertad de espíritu es la lanza que derrota al dragón y a su fuego de pólvora mojada, ahora que el socarrat ha empezado a desprenderse y la sopa del chup chup empieza a ser demasiado amarga para bebérsela, ahora que ver a los líderes mantener estas formas burocráticas es igual de grotesco que verlos bailar según las coreografías de su adolescencia, ahora consumís con alegría los libros que os hagan felices fuera de la convención. Liberad al friqui que lleváis dentro porque es de su represión de lo que viven los cínicos. Rascad hasta encontrar el socarrat. Y os deseo de todo corazón que os pinchen las espinas de las rosas esparcidas sobre el lecho, mientras os folláis con vuestra pareja para celebrar mi santo.