El presidente Puigdemont ha dejado de ser una estatua humana de la Rambla de Barcelona, ya no parece el hombre de piedra belga, se ha desconfinado o se ha desacatarrado, no sé yo, que unos dicen que ha movido un brazo, y otros dicen que ha estirado los pies. O que ha vuelto los ojos, que ha hecho aletear las largas pestañas. El caso es que sólo que el presidente legítimo abra y cierre los ojo, el movimiento más insignificante acaba provocando un tifón en Catalunya y tierras adyacentes. Es un hecho. Sólo hay que ver el miedo que le tienen, el pánico de los adversarios políticos que son todos, unánimes, porque en esto están de acuerdo desde Vox a la CUP pasando por los hijos de España y los de Pujolonia, los periódicos del régimen, que no quieren que Puigdemont vuelva, sobre todo que no pueda volver. Y, de hecho, no se dan cuenta que la única fuerza, el auténtico poder de Carles el Grande es que es Carles el Atrevido y es que es Carles el Intrépido y es que es Carles-Que-Te-Quiero-Carles, ay, ayayay, que suenen guitarras cuando la tarde refresque. Que la gente le apoya, Puigdemont sin la gente es menos que nada, lo que llamaríamos el pueblo, porque ya sabéis que es más difícil mantener que enamorar. Y de ilusiones también se vive, de hecho, hace muchos años que no vivimos más que de ilusiones, porque de parné ni lo más mínimo, que vivimos de pensar que vamos a salir de ésta, que sin duda que saldremos de ésta porque no puede ser, hombre, que no puede ser tanta Guardia Civil, y tanto varapalo, y tanta rabia, y tanta estafa, y tanta mentira sobre otra mentira en la cúspide de otra mentira. Esto se tiene que acabar. La que vive y trabaja en Catalunya, o el que vive y trabaja ahí, el pueblo catalán, sabe perfectamente que la única guerra que aún no se ha perdido, que la única guerra que aún colea y coleará es la que tenemos contra los que nos mandan, contra los que nos aprietan; que la única guerra que aún continúa es la de la resistencia de Puigdemont. Que contra lo que decían los grandes expertos, el camino de la lucha sin armas es el único camino de la independencia de Catalunya. Porque sólo hay que comprobar que Carles el Pacífico ha hecho más daño a España que toda la historia de ETA, sin matar a nadie, sin avergonzarnos.

La política no es cosa de ideas sino de personas. De personas que aprovechan las oportunidades. Y votamos concretamente a personas y maneras de hacer, votamos capacidades personales, con nombres y apellidos, no ideas ni partidos políticos. Las ideas están pero tampoco podemos exagerar, que el comunismo y el fascismo también son ideas y ya me diréis qué provecho hemos acabado sacando todos al fin y al cabo de esas ideas. Y la mayoría social independentista quiere resultados y no concursos de ideas. La mayoría social independentista está decidida a aprovechar la oportunidad que estamos viviendo. El pueblo sabe quién tiene la mayoría, sabe quién tiene la iniciativa y sabe que el movimiento político de Carles el Indómito es la forma más conseguida de ruptura, de limpieza, que hemos sido capaces de elaborar como sociedad. Tras décadas de persecución política y de saqueo económico, ahí está nuevamente Carles el Tenaz, Carles el Molesto, Carles el Insoportable. Y que estará y que ganará elecciones mientras la gente quiera. Aunque, por ahora, ganar las elecciones, en Catalunya, es exactamente igual que perderlas. Porque siguen mandando los de el otro lado.