Tenemos que reconocer que hubo violencia. Lamento decirlo, pero fue así. La revuelta de las Sonrisas, el inmaculado independentismo político, ayer mostró en la pomposa sala del Tribunal Supremo que también puede ser temible, incluso criminal. Tras el testimonio de varios guardias civiles que sólo podían recriminar miradas de odio, cánticos, insultos y esputos, como mucho el agravante del lanzamiento indiscriminado de botella de agua o de yogur, he aquí un relato auténticamente estremecedor, he aquí el drama humano de un honrado guardia civil. De un sencillo agente de la ley y del orden que, inexplicablemente, fue agredido cuando, ni corto ni perezoso, se disponía tranquilamente a ejercer su cotidiana tarea represiva, en virtud de todas las leyes y reglamentos vigentes. ¿Quieren decirme a dónde va nuestra sociedad catalana cuando un anónimo servidor de la legalidad española no puede hacer su trabajo agresor sin, a su vez, ser agredido por uno o varios incontrolados? ¿Queremos volver a escribir ahora los episodios de brutalidad de los almogávares, del Timbaler del Bruch, de la Rosa de Fuego, felizmente superados? No, amigas; no amigos. Yo digo que no. Las buenas maneras no se deben perder nunca, ni siquiera cuando un contingente de la Guardia Civil hace una visita en Callús, antiguamente Catllús, comarca del Bages, una población que por el nombre ya se ve que es campesina y tractorista, poblada probablemente por personas poco educadas y finas. Debemos quedar siempre bien y tenemos que ser respetuosos con las profesiones que nos hacen el inmenso favor de alisarnos democráticamente.

Fue el famoso fiscal de las pezoneras heráldicas, Fidel Cadena, quien logró arrancar la confesión al número. Se veía claramente que no quería hablar mal de los catalanes, pero la verdad es la verdad y tiene que salir a la luz lo que hasta ahora sólo vivía en las sombras. “—[...] Personalmente, yo? Sí. Recibí una patada. —En qué parte del cuerpo? —Recibí la patada en la parte de... en los genitales. —En los genitales? —Sí. —A parte de este acto, ¿hubo empujones, puñetazos, golpes, por parte de las personas congregadas? —Exactamente. Hubo de todo. Hubo golpes, hubo empujones, hubo patadas. Hubo muchísima resistencia. —¿Qué es lo que decía la gente congregada allí? Qué gritos? Qué manifestaban en alta voz si es que lo hacían? —Sí, aquellas personas nos gritaban. Incluso nos escupieron. Gritaban 'fuera fuerzas de ocupación'. Nos llamaban ... 'fil de put', que creo que se entiende perfectamente [...] —El diagnóstico médico, ¿sabe cuál fue? —¿El diagnóstico? Sí. Tuve una inflamación de lo que fue el testículo izquierdo. Y aproximadamente durante cuatro o cinco días tuve molestias. Primero fueron dolores y luego molestias. —¿Estuvo usted de baja como consecuencia de estos hechos? —No, no estuve de baja."

Según algunas fuentes consultadas es muy verosímil que la parte más afectada fuera, efectivamente, el testículo izquierdo, que es el más expuesto a las agresiones sobre la anatomía. Este testículo, en muchísimos hombres, cuelga más que el derecho, aunque a simple vista no lo parezca, hasta una proporción del 65% por ciento. Además, esta glándula izquierda parece ser entre un 7 y un 10% más pequeña que la derecha, como testifican innumerables obras de arte, de entre las que destaca el David de Miguel Ángel, tan gigante y tan minucioso en los detalles. Un ejemplo más de la venturosa asimetría cerebral del género humano pero también una característica que, según algunos expertos, impide que los testículos entrechoquen cuando un individuo del sexo masculino —o, incluso, una mujer provista de esta bolsa o una persona sin definición genérica— se pone a correr a grandes zancadas. El desnivel testicular parece que ayuda a mantener la armonía interna del corredor mediterráneo. Una lección más de la naturaleza. Una lección que quizás nos puede hacer desmentir una falsa creencia. Atestiguar y testículo son dos palabras emparentadas pero no porque los antiguos romanos se asieran los beneméritos órganos a la hora de asegurar que dirían la verdad. Testículo significa, simplemente, un testigo pequeño.