A ciertas personas, incluso a ciertas personas españolas, todo lo que no sea un buen halago, un lametón, una genuflexión, una epifanía, les parece que es un insulto, un ataque, un atrevimiento intolerable. No descubriremos hoy que el españolismo es un nacionalismo peligroso, xenófobo, que España es tradicionalmente tierra de lucha y de conquistadores, que allá a donde van, triunfan, ya sea en América o en el Norte de África, donde todo son buenos recuerdos, hermandad y sonrisas. Algunas de estas personas españolas que no aceptan la crítica y exigen siempre sumisión, además, tienen la fabulosa pretensión de la superioridad moral. Es de tal manera que combinan un sincero amor al “Santiago y cierra España” con el humanismo de la autoayuda, la ciudadanía del mundo que han aprendido en internet, la comprensión interterritorial, los buenos alimentos, los buenos sentimientos, el feng shui y la salvación de las ballenas. Pero ay si se les dice la verdad, o al menos, otra verdad, u otra opinión, aunque sea equivocada, ay si se les lleva la contraria y se les recuerda que son lo que siempre han sido, unos bravucones con ínfulas o ínsulas. Entonces, de repente, por arte de magia se convierten todos en maestros en conocimiento psiquiátrico, y con gran profesionalidad y ciencia te condenan inmediatamente al manicomio, te declaran reo del crimen de odio con sólo un vistazo, te diagnostican sin el beneficio de la duda que todo tú supuras, exhalas, respiras, lo peor, que estás enfermo, que eres los peor. Y ellos son tus jueces. Sí, no disimules porque eres lo peor. Y, naturalmente, ellos son lo mejor. Te discriminan y te apalizan verbalmente pero sólo tú tienes la culpa, sólo tú, por hablar diferente, por pensar diferente. Ten cuidado con lo que dices que te vigilamos, Galves, nosotros y sólo nosotros somos la democracia. Y también somos la clínica. Y somos la policía, y somos la justicia y somos el saber. Me daríais miedo si, primero, no me hicierais reír, si no fuerais tal como os describió Michel Foucault, nítidamente.

No todos, claro, no todos, pero algunos de vosotros, habéis convivido con los catalanes sin ganas, sin interés, con resentimiento, con la distancia del olvido y del disgusto, dejándonos entender a cada momento, durante años, décadas, que mientras en Catalunya no seamos como en la ciudad de València o Perpinyà, que mientras no nos metamos el catalán allí donde nos quepa no vais a parar. Que Catalunya es vuestra y no de los catalanohablantes. Pensáis que es inadmisible, ridículo, curioso, no ser español en España. Que no estáis dispuestos a aceptar ninguna convivencia que no suponga la lenta e inexorable asimilación de la cultura y de la lengua catalanas, que no aceptáis ninguna otra situación que la violencia del más fuerte, lo que vosotros consideráis una relación natural, espontánea, libre. Os molesta que los portugueses rompan la unanimidad política de la Península, os molestan los andorranos, los gibraltareños, os molestan los vascos y los catalanes, los gallegos, que os hacen ver que no, no y no, ni son españoles ni tienen ningún ganas de serlo. Os molestan todos aquellos que no son como vosotros y sólo os gustáis a vosotros mismos. No habláis ninguna otra lengua más que el español, el español familiar, pero los que tienen la mente cerrada, los limitados mentales son los catalanohablantes. Ni vivís ni dejáis vivir ni sentís ningún tipo de empatía, ningún tipo de solidaridad hacia la tierra y la gente que convive con vosotros.

Mientras Inés Arrimadas va repartiendo corazones partidos en tres, con tres banderas pintadas, con una sonrisa que le llena la cara, ay que bonito, habla sólo en español por considerar que es la lengua con la que se entiende todo el mundo. Se acabó el respeto al catalán que duraba desde la Transición porque ha venido a salvar España. Dice que está en contra de las fronteras pero nunca repetiría eso si visitara Ceuta y Melilla, porque allí es muy diferente, porque allí la frontera sí es buena porque es española y es andaluza. Arrimadas ha venido a Catalunya a hacer supremacismo español y no se le puede decir que no lo haga. No se le puede impedir que destruya la convivencia diciendo que en las escuelas catalanas se adoctrina a los niños, diciendo que los medios de comunicación en catalán son sectarios mientras que los que se hacen en español son admirables y muy profesionales. Arrimadas tiene derecho a decir que el nacionalismo catalán es malo y el español es bueno, pero si alguien dijera lo contrario parece ser que sería un nazi. Arrimadas y su partido piden el voto para que la lengua catalana deje de ser la única lengua propia de Catalunya, para que la lengua catalana no tenga ninguna protección legal ni ninguna preferencia social, para que acabe diluyéndose y desapareciendo. Para que deje de estorbar, porque los auténticos problemas de los catalanes, como dice el tópico, a la postre sólo son dinero. Mientras el Gobierno de Rajoy amenaza al Gobierno catalán legítimo con el uso del ejército, con el derramamiento de sangre, los políticos de Ciudadanos, políticos supremacistas, intentan intimidar a la población catalana para que se calle y para que renuncie a la protección a su lengua y su cultura. Para que no denuncie que la única xenofobia que hay hoy en Catalunya es la que se proyecta sobre los catalanohablantes en el cinturón de Barcelona. Una vez más el imperialismo español utiliza la política más eficaz, el miedo. Pero, también es cierto que, a algunos, nos tendrán que hacer callar con algo más que amenazas.