Me gusta Quim Torra precisamente porque no es un político. Aleluya. Y en nuestra época, en que la opinión pública se sulfura cada vez más con los cínicos, los hipócritas, los calculadores, los indefinidos, necesariamente deberá entenderse muy bien con el personal. Si le dejan y la CUP no lo impide. Especialmente con aquella parte del electorado, la más adulta y exigente, la que rechaza el paternalismo, el oportunismo, las frases vacías de Licor del Polo y la politiquería evasiva, la de los viejos convergentes con su estrategia del pájaro en mano, idéntica a la de los viejos socialistas con su estrategia populista. Me gusta que Quim Torra, sereno e indiferente a los que se escandalizan por una cosa y por su contraria —los escandalizados profesionales podríamos decir—, diga lo que piensa, que se moje y que no me pida mi adhesión, porque solo se la daré si me da la gana. No tiene nada de abominable, como algunos han dicho. Me gusta que el nuevo candidato a la presidencia de la Generalitat piense que la única confrontación válida entre personas sea exclusivamente el debate de ideas y que se enfade con los que pasaron de las palabras a las acciones violentas, a los encarcelamientos injustos, a apalear a los votantes del primero de octubre, a los que gritaban enfervorizados “a por ellos”, que se encare verbalmente con los perseguidores de los catalanes y de Catalunya. Que se enfrente solo con palabras con los enemigos de nuestro país y con los cómplices silenciosos que no abren la boca, no, pero que ya les parece bien que nos intenten borrar del mapa. Quim Torra es una persona honorable y capaz, digno continuador de la institución que recuperó Francesc Macià en 1931, aunque hoy escucharán en los medios, una y otra vez, cómo los xenófobos y racistas le llaman xenófobo y racista, cómo los ignorantes le llaman ignorante y vendedor de seguros, cómo los que solo están dispuestos a aceptar un Govern de la minoría españolista le acusen, precisamente ellos, de querer encabezar un Govern solo para los independentistas, que somos la mayoría, en el Parlament y en las encuestas. Como si M. Rajoy gobernara para todos, incluidos los que queremos irnos de España.

Se llama Quim Torra y no Torrà, como dicen los exaltados de Vox, distraídos como están contando las horas, los minutos y los segundos en intentar encarcelarle, por cualquier motivo, ya sea por unos tuits, o de manera preventiva por lo que pudiera o pudiese llegar a hacer como president de la Generalitat, ya encontrarán la manera de demostrarlo después. Lo que sí puedo afirmar es que el escritor, editor y activista cultural Quim Torra jamás se ha paseado por la calle con pistola como siempre hace el caudillo de Vox, Santiago Abascal, concretamente con una Smith & Wesson la mar de linda. La mar de dialogante y de conciliadora. La mar de convincente. Quim Torra va armado solo con un boli Bic azul para garabatear en algún papelón arrugado que lleva en el bolsillo ideas para un artículo, para una investigación de historia cultural que esté llevando a cabo en ese momento, para apuntarse aún lo que tiene que hacer imperativamente antes de irse a dormir. Es trabajador y un hombre de sólida cultura y entendimiento, lector voraz, distraído solo en según qué cosas. Se hace llamar Quim, en diminutivo, como Monzó, como Carter se hacía llamar Jimmy y como Blair se hace llamar Tony, como si quisiera quitarse énfasis, importancia innecesaria, como si no tuviera ningún inconveniente en pasar desapercibido. Y lo que más me gusta de Quim Torra es que esconde un sólido sentido del humor, sabe reírse sobre todo de sí mismo, de las trampas del destino, de sus propias limitaciones, de sus debilidades, de las mejillas siempre sonrojadas que gasta. Es un templado. Un día que me lo encontré por la calle le felicité por haber publicado la nueva, excelente, traducción catalana de Miquel Casacuberta de la obra maestra de Charles Dickens, Los papeles póstumos del club Pickwick. Se encogió de hombros y me respondió, socarrón: “Me parece que solo he vendido el ejemplar que tienes tú”. “Que no, Quim, repuse, mi ejemplar me lo regalaste tú.”