Produce una cierta gracia que hoy la prensa de Madrid llame “títere” a Quim Torra, el próximo presidente de la Generalitat autonómica. Y que lo vayan repitiendo precisamente ellos, los designados, los señalados con el dedo, los delegados sucursalistas, los miméticos, los obedientes culs llogats, los esclavos morales y políticos de Madrid. Nunca habríamos pensado decir que Miquel Iceta fuera un títere o que Inés Arrimadas, la hija del policía, Xavier Domènech, Xavier García Albiol fueran títeres de nadie, pero si los comparamos con la sólida dimensión humana, política e intelectual, siempre independiente y franca de Quim Torra, no quedan muy bien parados, la verdad, no parecen muy consistentes. ¿Qué sería de ellos y de su gesto arrogante sin los paramilitares de la Guardia Civil que les envía Enric Millo? El Muy Honorable presidente José Montilla ¿fue un títere de alguien o fue, políticamente, él mismo? Quizá imaginan que todo el mundo es igual y, por ello, no entienden que puedan existir políticos leales y consecuentes con sus propias convicciones políticas. No comprenden aún lo que es el independentismo ni su poder civil. Entienden mucho mejor a personalidades como la de Ramon Espadaler y su gasolinera familiar que ahora provee al PSC. Si Carles Puigdemont ha sido y sigue siendo leal al encargo que le hizo el presidente Mas en el pasado, lo mismo ocurrirá con Quim Torra porque el personalismo, el aventurerismo o la arbitrariedad hoy no tienen recorrido. Que Torra es un excelente candidato a la presidencia de la Generalitat, lo corroboran hoy las portadas de los periódicos de Madrid. ¿A quién esperaban que escogiera Carles el Irreductible, a Santi Vila, a Pilarín Bayés?

Lo que ya no entiendo tanto son algunas de las últimas manifestaciones del singular diputado Gabriel Rufián. Primero comparó, enfadado, mi anterior artículo aquí, en El Nacional, con otro de José Antonio Zarzalejos. Me hace muy feliz poder discrepar de Su Ilustrísima, porque contrariamente a lo que dicen algunos, el independentismo es un espacio de libertad de pensamiento y palabra y no un régimen de unanimidades. Bienvenida sea, por tanto, su comparación, aunque pueda parecer abusiva. Quizás es bastante improbable que quien ha sido señalado por un juez de la justicia española como presunto propagador de odio independentista, con el visto bueno de Joan Tardà, de Cornellà, pueda ser a la vez compañero ideológico de Zarzalejos. Al diputado Rufián le gustan las sorpresas y los trucos de efecto, vendería su alma por gustar. Como cuando proclamó a través de los micrófonos de RAC1, antes de ayer, que Oriol Junqueras, desde Estremera, había recomendado ¿a los catalanes? ¿ a los independentistas? ¿a los votantes y militantes de ERC? que escucharan a Xavier Sardà. Sardà, la antigua estrella de la televisión basura, el sabio del españolismo, con buena sonrisa y mejor bolsillo, el engreído, el superior. Yo le he escuchado decir horrorizado que “la independencia favorecería a unas doscientas familias de la élite barcelonesa”, que no votó el primero de octubre mientras lo hacía la mayoría del país y a algunos nos apaleaban, que está preocupado porque el Gobierno de Madrid no tiene un discurso internacional para combatir el del independentismo que defienden Carles Puigdemont, Marta Rovira o Anna Gabriel. Sardà, una persona que ha criticado que el presidente Puigdemont no se haya puesto en manos de las autoridades españolas para ser llevado ante la justicia. Para ser castigado y escarnecido, añado yo, sin imaginar demasiado lo que seguramente pasaría. Sardà, el pícaro, el cínico, ¿la cara más falsa y pija del PSC es lo que tenemos que escuchar?