Suelen advertir a Jair Domínguez, del programa televisivo Està passant, que lo meterán en prisión cualquier día. Ay, me hacen reír toda esta gentecilla asustada, pesimista, negativa, impaciente. Son los agentes del miedo. Personas que lo quieren todo controlado y fácil, aquí y ahora, inmediatamente. Personas muy listas que no han conseguido ninguna independencia, que tampoco han freído ni un huevo, pero que van y te sueltan que vamos muy mal, se jugarían la vida en ello, personas que son aproximadamente las mismas que, en un partido del Barça, no acaban de verlo claro aunque el equipo de Messi vaya ganando por cuatro puntos de diferencia. Son maneras de ser y una muy catalana y habitualísima es la de pensar mal, la de ir por la vida tan advertido, tan desilusionado, tan maltrecho, tan escarmentado, que jamás desgracia alguna nos pueda sorprender. El ser humano catalán suele verlo venir todo anticipadamente en materia de desgracias, accidentes, plagas egipcias y cataclismos cósmicos, al igual que el ser humano colonizador de las Españas finge que no tiene dudas y exhibe una falsa superioridad, la falsa seguridad que es la del fanfarrón que tiene a su víctima atada de pies y manos y va amenazándola con un arma. Cuanto más obvia y segura, españolitos, españolazos, españoletes, cuanto más satisfactoria veáis la inminente victoria sobreel independentismo catalán, más evidente es que estáis atrapados en un mundo irreal, envenenados por vuestra propia propaganda. El mundo real no es satisfactorio en nada, ni fácil, ni amable, como sabe perfectamente el independentismo y como parece que ignora el españolismo rampante y confiado. Cuanto más claramente veáis la superioridad españolista, armada hasta los dientes bajo la bandera del artículo 155, más deberíais daros cuenta que estáis soñando. Porque el mundo real no es claro ni obvio jamás. El mundo real está lleno de complicaciones estimulantes y de sorpresas brutales. Como que nunca habéis tenido que luchar por vuestra supervivencia como nación, como que nunca habeís tenido que espabilaros, ni puñetera idea tenéis de lo que os estoy diciendo, hermanos peninsulares, caínes.

El independentismo ya no tiene nada que perder y le da igual esperar los años que sean necesarios, a diferencia de España que quisiera eliminar rápidamente la voluntad democrática que exige separarse del Estado. Cuanta más represión y más castigos, cuanto más autoritarismo, cuanta más propaganda españolista, más aumenta la intención de voto partidaria de la independencia de Catalunya. Pueden suprimir la Generalitat y prohibir los partidos políticos separatistas. Pueden cerrar periódicos y prohibir la libertad de expresión pero no evitarán lo inevitable porque nadie quiere vivir en esta España tan bonita que os está quedando, en esta España tan manifiestamente mejorable. El independentismo se está convirtiendo en el pretexto de todos los males, en la excusa perfecta para justificar todos los fracasos, en la gran mentira en la que sólo creen los españolitos, españolazos, españoletes. Sólo hay que ver lo que ha pasado en Andalucía. Si después de treinta y seis años de Gobierno ininterrumpido del PSOE la región sigue estando a la cola de Europa, una de las más pobres y con más paro de la Unión, ¿el voto a la extrema derecha es culpa del independentismo o del incumplimiento sistemático de los compromisos electorales de la socialdemocracia y del eurocomunismo? Si el PSOE hoy persigue y combate por todos los medios a Carles Puigdemont y, en cambio, premia a Josep Antoni Duran Lleida, el archimandrita del Palace, con un jugoso cargo a Aena, ¿qué credibilidad le queda a este partido que se hace llamar obrero? Exactamente la credibilidad de monseñor Iceta, canónigo y pastelero. Nunca le encontrarán muy lejos de la pasta mientras elabora bonitos sermones sobre los pobres y las clases desfavorecidas. Nunca le encontrará demasiado lejos de la estela dibujada por Narcís Serra y José Montilla, ambos grandes amigos de España y de la humanidad, pero más aún de los bancos como nos ha asegurado el indiscreto agente José Manuel Villarejo. Os engañan los que se envuelven en la bandera, los que fomentan el anticatalanismo, hermanos peninsulares, caínes. Y como os decía, ni puñetera idea.