El pueblo espera, una vez más. Está aquí y ahora. El pueblo insiste como una gotera. El pueblo no cede y continúa y luego todavía continuará. Continuar, continuar y continuar, esa es la auténtica revolución. La única revolución posible es esta. No, al pueblo no le han derrotado, no corran tanto. Lo están muchos políticos, los que ya no tienen tan claro eso de vivir toda la vida sin trabajar demasiado. Lo están algunos agentes sociales que dependen del presupuesto público. Y con los tibios, los indecisos, los pesimistas, nunca se pudo contar. Ni con los listillos. Pero la gente en general, el pueblo que curra y que paga impuestos, el común, el único propietario del país, la principal riqueza del país, no, no, en modo alguno. La nación en marcha no piensa quedarse en casa. Porque ha salido a fuera y ya no quiere regresar al redil. Porque está decidido a defender sus derechos. No sabe qué hará, se siente escéptico, maltratado, alerta, no sabe a dónde irá, ni tampoco sabe qué pasará, pero es que la vida es eso, aceptar la contingencia, osar alejarse de la certeza, rechazar la fatalidad, el conformismo e ir a buscar un futuro mejor. Al menos intentarlo, porque tiene derecho a ello, una vez y las veces que sean necesarias. El pueblo no se ha perdido el respeto a sí mismo.

¿Que no os acordáis de cómo lo ha hecho siempre, el pueblo? ¿Que habéis olvidado cómo fue las otras veces? Cuando decían que la república estaba muerta para siempre, hace mucho tiempo, después de Napoleón, cuando se sentaron todos aquellos señorones, los poderosos, en el Congreso de Viena y proclamaron por decreto el inmovilismo, el retorno del Antiguo Régimen? Aquello sí que fue un engaño, un pensamiento mágico, porque el tiempo no vuelve nunca atrás, porque quien ha probado la libertad no sabrá prescindir de ella nunca más. Mil veces se ha intentado sofocar la democracia y las naciones de Europa mil veces han encontrado la manera de deshacerse de la tiranía de los estados policiales, de la represión, de la violencia de los reaccionarios, de los carcas que viven del pasado. Bajo la apariencia de la calma la gente está herida pero determinada a continuar. Quizás no sabe a dónde va pero sabe perfectamente de qué huye. La frustración del pueblo catalán no procede del independentismo sino de un estado español irreformable, de una unidad sacrosanta que sólo se sostiene a porrazos, que gobierna amenazando, confiscando, imponiéndose con armas de fuego, como haría cualquier mafia. Decía san Agustín que si de los gobiernos quitamos la justicia, ¿en qué se convierten sino en una banda de ladrones? La guerra civil que hicieron mis abuelos, el abuelo Josep y el abuelo Mateu, de hecho la estamos continuando hoy, ya que la victoria militar del general Franco no consiguió derrotarnos. Nosotros somos la prueba viva. Si con violencia y represión, desde 1936, no han conseguido acabar con Catalunya, ¿alguien imagina que lo dejaremos correr ahora? ¿Ahora que con la estrategia de la no violencia, desobedeciendo, insistiendo, continuando y continuando, somos más fuertes de lo que nunca hemos sido?