Se espera para el jueves una apabullante victoria de los partidos independentistas en forma de mayoría absoluta. Naturalmente, para decir esto que estoy diciendo no tengo ningún otro conocimiento adicional de los que ya disponen los demás, ni he usado ningún trasto secreto, ni ningún otro utensilio, nada, excepto papel, lápiz y una bola de cristal de segunda mano, rescatada del cubo de la basura de casa del periodista Enric Juliana, si debo creer al enigmático individuo que me la vendió. Pronto veremos si la he sabido usar, si he conseguido descifrar correctamente las imágenes auspiciales de nuestro futuro político más inmediato. Los partidos españolistas, Ciudadanos, el PSC y el PP no consiguen superar ni en votos ni en escaños al independentismo porque con un discurso negativo, de amenazas y de servilismo con el poder central de Madrid no se hace política en Barcelona. Ni se puede simular que el independentismo no es la principal fuerza política catalana aunque se haya presentado dividido a las elecciones, con imprudente temeridad.

También auguro que, a pesar de las dinámicas internas separadoras, ERC y Junts per Catalunya están condenados a entenderse y a unificarse si quieren lograr un futuro plausible para el separatismo ganador. En ERC está Marta Rovira, una mujer fundamental, tenaz, inteligente, intelectualmente pragmática, tal vez diríase que un poco demasiado vigatana (vicense), en el sentido histórico y político que tiene la palabra vigatà. O demasiado atlántida si queremos, como Marta Pascal, que también es del mismo pueblo, pero diríase que Rovira puede tener una mejor capacidad de comprensión. Ha entendido mejor que muchos —por supuesto siempre mejor que el entrañable iluminado Joan Tardà— que el independentismo puede llegar a acuerdos provisionales con el mundo de Podemos pero que, de hecho, la izquierda postcomunista es un movimiento tan español como lo pueda ser el PSOE de Ferraz y que Pablo Iglesias se define a sí mismo como “patriota español”. En toda Europa la ultraizquierda, como lo es la CUP en nuestra casa, sigue un camino aparte, idealista y testimonial, paradójicamente lejos de las grandes mayorías populares. Basta que veamos que, según las últimas encuestas de los votantes en nuestro país, los electores con mayor renta económica y con mayor nivel de estudios son, precisamente, partidarios de la CUP, el partido de las excelentes intenciones que, por el momento, no ha sabido seducir a la mayoría de los votantes catalanes de Podemos.

Las decisiones que se tomarán en las próximas 72 horas condicionarán para siempre los próximos 20 años. La independencia de Cataluña solo vendrá de la mano de las fuerzas políticas aglutinadoras como Junts per Catalunya, y como ERC si sabe crecer como partido. La combinación de las dos fuerzas en una, sin sectarismos ni deudas con ningún agente social ni económico, podría ser el partido transversal que se necesita, como el PSOE de los tiempos de Felipe González, como el Ulivo y la Unione de Romano Prodi, la auténtica plasmación del compromiso histórico, del gran acuerdo de país entre el Partito Democratico della Sinistra y la Democracia Cristiana. “Id juntos, unidad, tenéis que ir juntos”, repiten incansablemente la mayoría de electores independentistas, y también la mayoría de comentaristas que pensamos que el momento es grave, y que la separación de España hoy es más fácil que ayer porque ya no saben qué hacer, porque ya no podrán resistir mucho. En Madrid dan por terminado el procés... porque efectivamente quisieran que terminara, porque no pueden más. Lo que ocurrirá es que el jueves ERC ganará las elecciones. Y que para gobernar deberá entenderse con Junts per Catalunya. O que ganará Junts per Catalunya. Y que para gobernar deberá entenderse con ERC. De momento la formación liderada por el presidente Carles Puigdemont es una fuerza auténticamente innovadora que no genera ni la desconfianza del sectarismo comunista ni la desconfianza del pospujolismo corrupto. Se presenta como una fuerza inclusiva, aglutinadora, centrípeta, es decir, lo contrario de lo que hacen nuestras lavadoras para secar la ropa. Lo contrario que algunos políticos que excluyen en lugar de sumar. Carles Puigdemont tiene toda la autoridad moral y sabe mandar. Aunque si fuera por él, personalmente, ya hace tiempo que estaría retirado de la política. Tenemos al auténtico Romano Prodi catalán en Bruselas y, por suerte, es el presidente legítimo, Carles el Atrevido, Carles el Innovador. Cuando alguien me explique la diferencia ideológica entre Ester Capella y Eusebi Campdepedrós o entre Josep Costa y Albert Bosch o entre Marta Rovira y Eduard Pujol dejaré de creer en un gran partido de centro-izquierda que nos lleve a la independencia. El PDeCat, como Unió Democràtica, está muerto y enterrado, descabezado, por eso algunos que pertenecían a la formación han ido a buscar cobijo en casa de Iceta. Pronto veremos también algunos en casa de Albiol, cuando pase un poco más de tiempo, ya verán como será divertido.

Si la bola de cristal que me han vendido no me engaña, el presidente Puigdemont encarcelado en Estremera junto a Oriol Junqueras, ambos recién reelegidos, será una bomba que estallará en la cara de M. Rajoy y de Soraya Sáenz de Santamaría, la bolita de azufre. En Europa no pueden tolerar que se note tantísimo que la democracia española, de hecho, se pisa a diario. Venga, por favor. Si hasta la CUP dice que el presidente legítimo es Carles Puigdemont, si todo el mundo ve que es el activo más importante del independentismo, el político más hábil para la próxima batalla contra España.