Si Nelson Mandela, terrorista y capitán de la libertad negra de Sudáfrica, fue considerado prisionero político en todo el mundo durante los ventisiete años que pasó encarcelado, resulta imposible pensar que Jordi Sánchez y Jordi Cuixart no lo sean también. Los medios de comunicación españoles insisten estos días en desmentir esta evidencia sin ningún argumento sólido, sin la más mínima verosimilitud. La verdad es que un prisionero político es una persona privada de libertad por razones políticas, por un compromiso político que le lleva a acciones contrarias a un gobierno considerado ilegítimo, independientemente de si esas acciones sean violentas o no. Así, los terroristas de ETA son prisioneros políticos de la misma manera que lo fue Gandhi. Y, aunque el uso pacífico de las reivindicaciones políticas sea muy del agrado de las sociedades democráticas modernas, cualquier Estado que se sienta en peligro, sea por causas violentas o no, aplica un uso restrictivo de la ley destinado a garantizar su autoridad en el territorio que gobierna. Jordi Cuixart y Jordi Sánchez son acusados del delito de oponerse a la acción represiva de la policía, una acción que en Madrid merece medallas, aplausos y en Barcelona genera indignación. La ley española, que no tiene nada de ciega ni de imparcial, se aplica para evitar a toda costa la independencia de Cataluña y por este motivo es mucho más dura que la acción legal del franquismo contra Cataluña. Durante la dictadura no se encarceló a ningún presidente de Òmnium Cultural sencillamente porque en aquella época la unidad de España no estaba en peligro, el catalanismo era sólo una molestia. Y ahora es un peligro enorme. El independentismo catalán ha conseguido por primera vez en la historia poner en cuestión un mapa peninsular que se presenta a través de la fantasía nacionalista como un espacio casi natural, geográficamente puro, con total indiferencia por la historia y por la contundente realidad política que supone Portugal, otra manera de estar en la Península Ibérica lejos de España para acercarse a Europa.

 

Fatalmente habrá más, muchos más prisioneros políticos, no sólo intentarán destruir económicamente al presidente Mas, también tratarán de asustar y de amedrentar a los otros líderes de la independencia de Cataluña a través de las más diversas iniciativas represoras. Intentarán por cualquier medio que, desde el bando catalán, se llegue a utilizar la violencia y así, de este modo, intensificar aún más la destrucción de Cataluña. De los prisioneros políticos pasaremos necesariamente a los prisioneros de opinión, intentarán cerrar tevetrés y todos los medios de comunicación partidarios de la independencia de Cataluña como colaboradores necesarios del movimiento de liberación nacional que Madrid seguirá calificando de golpismo. El ministro Rafael Catalá dijo ayer tranquilamente que se podrían ilegalizar también a las formaciones políticas que sean contrarias a la Constitución, o lo que es lo mismo, contrarias a la sacrosanta unidad de España, consagrada en el texto. Y del mismo modo que Alemania tiene prohibido el partido nazi, España intentará prohibir los partidos nacionalistas aprovechando la actual oportunidad. Que el independentismo no tenga nada que ver con el nazismo es un detalle sin importancia cuando quien decide conoce tan bien, por orígenes políticos, la naturaleza de la ultraderecha. ¿O no han llegado a decir, desvergonzadamente, que la gente indefensa de Cataluña es quien atacaba a la policía? Eh, y no nos pongamos nerviosos, nosotros tranquilos, calmados, totalmente inmóviles. Está claro que con manifestaciones nocturnas con velitas conseguiremos la independencia, chavales. Lo dejo aquí porque hay días que valemos más por lo que callamos que por lo que decimos. Insisto, sobre todo no se pongan nerviosos.

(Continuará)