“Ay, qué peludo es, Dios mío”, admirábase la fiscal al contemplar, una vez más, al abogado melifluo que agotaba su turno final de palabra. “Qué tostón de hombre, no se calla nunca, y no es que yo no hable, claro que no, yo también hablo lo mío, pero es que estos catalanes, la verdad, no sé, son tan, tan, asquerositos, con esas vocecillas tan serviles que, a poco que hablen a mí ya me parece excesivo. Y dale. Tanto diálogo, tanto diálogo. Qué hartura, tú. Un excelentísimo empacho. Que no se me note que bostezo, me taparé la boquita, que no se vea. Sí. Ay, Virgencita de la Fuencisla, cuánta paciencia hay que tener. Virgen protectora y también Mariscal de Campo del ejército nacional, ampárame. Sí. Qué lata. Sí. Ay, en fin. Ay, María Santísima y después Purísima. Sí. En fin. Nada, que el tiempo hoy no avanza. Encima no estoy para oir todas esas arengas separatistas. Qué cara que tienen estos tipos, debería darles vergüenza. Una ha sido educada con las Jesuitinas para soportar carros y carretas, vale, una reza el rosario siempre que puede. Una ha venido a este valle de lágrimas a ganarse un pedacito de cielo, vale, pero, francamente, yo ya no estoy para estos trotes. Esto, Dios mío, ¿verdad que me lo contabilizas como penitencia? Ay, gracias. Gracias, Dios misericordioso. Desde que era pequeña que oigo cómo me habla a mí sola, que oigo como responde a mis interrogantes de pecadora. Yo ya me entiendo. Nos entendemos. Siento ahora como un pinchazo en la cabeza que no se va, que va y viene, pero irse, lo que se dice irse, no se va. Un cáncer o alguna complicación de salud, estoy pensando ahora, no será, ¿verdad? Puff".

"No creo, vaya, sólo me faltaría eso. A ver pensemos en cosas positivas que al final me pongo tan nerviosa que no vale la pena. Hay que pensar en cosas positivas. Las vacaciones ya están aquí mismo, menos mal que esto ya se acaba porque no puedo con mi alma. El juicio ha resultado extenuante, hemos trabajado como no se trabaja en Madrid, incluso algunos lunes y algunos jueves hasta bien entrada la noche. Yo ya le dije, yo, eh, cuando me vino con exigencias yo ya le dije, mira, de verdad, oyes, no, por aquí, no. Si hay que hacerlo se hace. Y si hay que ir, se va, pero trabajar sólo por el gusto de trabajar, hombre, pues no, la verdad es que no. Ay, en fin, Pilarín. El calor hoy ya se empieza a notar, esa es la verdad, yo creo que la rebequita debería guardarla ya, que con la toga y todo lo demás acabaré asfixiada. Le dije que no, que no y que no, que cumpliendo con el expediente ya era suficiente. No hay que demostrarlo tanto-tanto porque es evidente lo que han hecho. Ahora estos que han visto muchas películas quieren jugar a ser los mejores abogados, a decir frases históricas, a simular que hablando-hablando nos convencerán, que hablando se entiende la gente. Como salen por la tele y ya ven que han perdido, al menos quieren promocionar sus bufetes de abogados, ¿no? Estos catalanes, siempre pensando en la pela, la pela es la pela. Ay, y que no se calla. En fin, qué tostón, pero qué rollo. Virgen de la Fuencisla, ampárame. Hala, mira, uno que se ha dormido. Y ahora otro. Y otro. Ya tengo contados a cuatro, tú. Qué epidemia de sueño. No me extraña. Menos mal que todavía no ha entrado el calor fuerte en Madrid. Porque no nos engañemos, Madrid es la Mancha, no es Castilla la Vieja. Que bonita que era la clase de geografía cuando yo era pequeña, cuando con la enciclopedia Álvarez teníamos suficiente. Ay, en fin. Sí. Puff. Peludo sí que lo es, sí.”