Quim Torra no cede. Quien según algunas personas muy listas sería el sepulturero del independentismo no capitula y pide al pueblo de Catalunya que se prepare para el año de la libertad que ya se aproxima. Durante el mensaje de Año Nuevo el presidente de la Generalitat dejó expresada claramente su voluntad de mantener la unilateralidad del independentismo y de continuar protagonizando la iniciativa política. Ahí es nada para un dirigente que, según sus detractores, no hace nada ni puede hacer nada, hay que ver qué efectos demoledores tiene su estrategia de resistencia numantina. Ahí es nada lo que está consiguiendo este político no profesional, pardillo, abandonado por PDeCat y por ERC, con su decisión de no ceder, de no votar los presupuestos de Pedro Sánchez, de no renunciar a hacer lo necesario para llenar de contenido el derecho de Catalunya a la independencia. Quim Torra no claudica, no se mueve pero dice que se moverá en ocasión del juicio contra los presos políticos, para capitanear la revuelta contra la injusticia y para derribar los muros de la opresión. La Revuelta de los Catalanes, aún Revuelta de las Sonrisas pero ahora ya con el labio partido, se mantiene más fresca y descansada que el españolismo, se muestra temible para sus enemigos porque cuenta con la institución de la presidencia. Ya no tenemos a un presidente como Artur Mas que dijo que se había acabado eso de ponerle una vela a Dios y otra al Diablo precisamente para continuar haciendo de diablo. Por eso todos los que están en la operación del neoautonomisme se muestran tan agresivos contra Torra. De Vox a la CUP, todo el mundo contra Torra. Todo el mundo sabe que los partidos políticos y sus gestores accidentales cada vez están más desacreditados y tienen menor capacidad representativa de la voluntad popular. Los representantes del pueblo son los diputados electos, no los partidos políticos y hoy, al igual que se puede destituir a un presidente, también se puede marginar perfectamente la dirección fáctica de los partidos políticos. Su poder fáctico. Cada vez los electores se sienten más alejados de la vieja política de los partidos y son más entusiastas de la política de los dirigentes avalados por la opinión pública y no por gestorías de intereses espurios. Quien diga que esto es populismo o cesarismo es que no sabe que estamos viviendo la revolución de internet. O que hace ver que no se acuerda del saturado grado de cesarismo y de populismo de Jordi Pujol, de Felipe González o de algunos dirigentes independentistas del pasado. Cuando la democracia interna de todos los partidos políticos es una farsa, ¿qué democracia adulterada tenemos en realidad y, realmente, para quién o para qué trabajan los partidos políticos desvinculados del mandato popular? La mayoría de la población el 21 de diciembre votó independencia y no unos juegos florales.

Después de poco más de un año de parálisis del proceso independentista y de continuadas disputas entre los políticos —que son o se hacen pasar por independentistas— lo cierto es que las intenciones de voto a favor de la independencia son, según diversas encuestas, del 60% de todos los catalanes y catalanas con derecho a sufragio. Podrían ser incluso más. Por eso están tan nerviosos y por eso están tan agresivos en contra de Torra. Porque aunque el presidente Sánchez prometa una lluvia de millones para Catalunya y que Miquel Iceta baile, como Salomé, la danza de los siete velos esto ya no se lo traga nadie. Por eso Pablo Casado acaba de decir que quiere deponer al legítimo Gobierno de la Generalitat, sustituirlo por otro españolista y tomar el control de los Mossos y de las cárceles. Por eso el españolismo está cada vez más alterado e imaginado cosas que no existen, que sólo son pretextos para acabar con la democracia en Catalunya. La democracia sólo es buena, según el españolismo, cuando el personal vota lo que el españolismo quiere que se vote. Si en algun momento se les pasa por la cabezota aplicar nueva y fraudulentamente el artículo 155 Quim Torra no piensa ceder ni abandonar el Palacio de la Generalitat. Piensa inmolarse si es necesario. Intuyo que el presidente no estará solo defendiendo la institución, que el pueblo de Catalunya volvería a salir masivamente a la calle, ante la opinión pública internacional.

El españolismo se imagina que puede acabar con Torra con la misma facilidad que acabó con el Gobierno de Carles Puigdemont pero la diferencia es que, por ahora, no se ha cometido ningún error contra la ley española, ni existe ningún tipo de violencia, como nunca ha originado el independentismo. Torra no cede. Tendrán que hacer algo más que inventarse delitos.