O sea, que según algunos el independentismo político, para ir bien, debería entenderse con el PSOE y Podemos, debería hacer amigos en España y así conseguir, más adelante, tal vez dentro de unos lustros, un hermoso Estado catalán. La vida es muy larga y nunca se sabe lo que nos tiene reservado el destino. Hoy existen dirigentes soberanistas que ya no tienen aquella prisa enfermiza de Heribert Barrera y, por ello, ya hace un año que han decidido no alarmarse por nada, no precipitarse en modo alguno, no estirar más el brazo que la manga ni prometer lo imposible. A los políticos les gusta mucho eso de tomarse el trabajo con calma. En realidad, estos independentistas moderados coinciden con la sentencia de José Luis Rodríguez Zapatero. La independencia de Catalunya es imposible y como es imposible no puede ser. Pues eso mismo, que ni podrá ser ni será, que es lo que les pasa a las cosas que son imposibles, que no pueden ser ahora ni podrán ser luego porque algo imposible, la misma palabra lo dice, no es posible, es una idea fuera la realidad. No sé si me hago comprender. La realidad parece ser que es una gran señora, muy auténtica, que visita sólo a los opinadores españolistas como Francesc-Marc Álvaro, Juan José López Burniol o Josep Cuní y les hace estriptís a domicilio, sólo a ellos, la muy cerda. Eso explica por qué hay quien sabe lo que pasará y lo que no, y cuál es la auténtica realidad. Héte aquí por qué el españolismo es un colectivo de grandes pensadores y de personas con tan buena vista y los independentistas, pobrecitos, son todos ciegos que se dejan arrastrar por el malvado, pérfido, tuerto, Carles Puigdemont, el rey de los que no ven la realidad ni tampoco las apariciones de la Virgen María, infelices. Álvaro, que escribió prematuramente el libro Per què hem guanyat, pronto explicará por qué hemos perdido. De acuerdo siempre con la realidad, sin duda.

Hacer amigos en España, por ahora, sólo tiene un pequeño problema. Insignificante. Y es que Pedro Sánchez no quiere saber nada de los independentistas, no quiere entenderse con ellos de ninguna de las maneras para no parecer un traidor a la patria española. Joan Tardà dice que este detalle no significa nada y yo le creo porque Tardà siempre acaba teniendo razón. Sánchez dice que no quiere entenderse con el independentismo político pero, de hecho, sólo lo cree. En realidad, sí quiere entenderse con el independentismo aunque él aún no lo sepa, aunque no lo haya descubierto. Ya irá cambiando de idea. Sobre todo después de haber perdido las elecciones en Andalucía. Es el momento ideal para el gran entendimiento entre las izquierdas, sí señor. Por eso los presidentes socialistas de Extremadura, Castilla-La Mancha y Aragón, que tienen las próximas elecciones autonómicas dentro de cinco meses, fomentan el odio al enemigo interior, atizan el anticatalanismo en busca de los votos y promueven el mismo discurso que Vox, clamando a favor de la aplicación indefinida del artículo 155 de la Constitución sobre la pobre Catalunya. Por ello, Alfonso Guerra, el gran amiguito de Catalunya, padre padrazo del Estatuto cepillado, dice que se aplique indefinidamente el 155 en Catalunya y por eso Inés Arrimadas, la hija del policía, defiende la aplicación del 155 sobre Catalunya. Una medida que es exactamente la misma que quiere José María Aznar, destruir el autogobierno de Catalunya, fíjense si era tan sólido y tan importante el autogobierno catalán, el más importante del mundo mundial, que lo pueden desmantelar, si quieren, de un decretazo, cuando les dé la gana. No, no es que el PSOE se deje arrastrar por la ultraderecha española, es que el PSOE es un partido tan nacionalista español como el PP, tan nacionalista español como Ciudadanos y como Vox, y cuando la patria española está en peligro, todos se unen como una piña. Exactamente igual que hacen los partidos políticos independentistas que son una unidad a prueba de bombas como la Santísima Trinidad, e igualmente incomprensible. No se preocupen. La tan deseada unidad independentista vendrá de golpe cuando nos ilegalicen todos los partidos políticos y todos los presos políticos sean condenados a un mínimo de quince años. Entonces seremos más que amigos, seremos hermanos. Será estupendo.