Cuando sonríes y me dices, Miquel Iceta, que te me quieres reconciliar, que quieres hacer las paces, sé que no puedo creerte. Mi mano va espontáneamente a la cartera y, con la otra, me aseguro de que llevo bien abrochados los pantalones, porque eres un político, Iceteta, ratita, chato, champiñón vivaracho, que si me dejara me tomarías siempre la virginidad del voto para, después, poder entrar en la amnesia de siempre y no acordarte nunca más de mí hasta dentro de cuatro años. Que en esto sois todos iguales. Que ya nos conocemos, Iceta, amor, mi vida, nimfilla federal. A mí tampoco me cuesta responderte con palabras tan tiernas como las tuyas, ¿ves como es fácil hablar por hablar? Yo también lo sé hacer, ladrón. Y sé invocar la hermandad y el altruismo entre los seres humanos, y también sé mostrarme como idealista y conciliador, solidario, aunque a mí no me enseñó a caminar por la vida el muy honrado Narcís Serra, un señor que hoy no puede ir al cine sin que le piten, ni comparto mesa, al lado de tu casa, en la pizzería La Bella Napoli, con Anna Balletbò, el hada de agua socialista de s’Agaró. Os he visto más de una vez, arreglando el mundo ante una Quattro Stagioni, cuando después de cuarenta años de democracia española, de décadas de Felipe González y de José Luis Rodríguez Zapatero, de Pasqual Maragall y José Montilla, de Joan Clos y Jordi Hereu, aún me vuelves a repetir, a asegurar, que sí, que el día que mandéis los socialistas el mundo será mejor, mucho mejor y que ataremos los perros con longanizas, que sois lo mejor de cada casa, que sois todo cordura y certeza. Que eres el camino de en medio entre Catalunya y España. Que vosotros nos podéis salvar de Rajoy. Y de la derecha. Pienso que vuestra gran actriz del PSC, Rosa Maria Sardà, no tuvo ningún inconveniente de aceptar la Cruz de San Jordi de manos de Jordi Pujol, el corrupto, el indeseable, y en cambio la medalla le molesta cuando Carles Puigdemont, Carles el Probo, cuando Carlos el Más Honorable de Todos, declara la independencia a la que se había comprometido con los electores. Pienso que vuestro cantautor más insigne, el más admirable, Joan Manuel Serrat, se dedica a hacer cálculos y a determinar quién es tan catalán como él, como si eso fuera posible de determinar, como si fuera una categoría que no tuviéramos todos, amigo Iceta, niño probeta, sólo por el hecho de vivir en este país, por estar aquí y ahora, catalanes todos, como lo son también los pinzones y los jilgueros, e incluso los buñuelos de viento.

Para reconciliar a los catalanes, Miquel Iceta, cariño, primero deberíamos habernos peleado, ¿no? Que aunque algunos lo deseen con toda el alma, no tenemos ningún conflicto social ni civil, sólo existe una fuerte discrepancia entre administradores y administrados, los unos en Madrid, con armas, los otros en Catalunya, desarmados. Y aún encontraríamos también a un gran número de indiferentes pacíficos. Entre catalanes no hay ningún conflicto más allá de las habituales discusiones familiares, cuestionando la viabilidad de la lengua catalana en el futuro, discutiendo sobre el régimen fiscal que nos impone sin enmienda el Gobierno de España, cuestionándonos una y otra para qué nos aprovecha una democracia que prohíbe con el mismo entusiasmo que la dictadura algunas cosas esenciales. Esenciales como la identidad, como el derecho a ser diferentes y a reivindicarnos como, por ejemplo, los gays o las lesbianas, una identidad que tampoco admite tutelas ni paternalismos exteriores, bien lo sabes. ¿De qué sirve votar en una democracia si no existe el derecho efectivo a decidir, a cambiar? ¿De dónde has sacado que tú, precisamente tú, Iceta-que-tiras-largo, puedes contentar a la vez a los independentistas y a los españolistas sin decepcionarnos a todos a un tiempo? El día en que se reprimieron a los votantes del 1 de octubre estabas con los unos y no con los otros, todo el mundo lo sabe. Y el día de la manifestación en favor de la unidad de España estabas allí, rodeado de los políticos del PP y te retrataste. Coincides tanto con el arzobispo de Valencia, con Duran como con Pablo Iglesias en la defensa de España. Y si no hubiera sido por el PSC y por el PSOE el Gobierno de Rajoy nunca hubiera tenido las manos libres para destituir al legítimo Gobierno de Catalunya y para reprimir cómo está haciendo, como seguirá haciendo. Miquel, tesoro, amor, ¿cuando te sientas puedes cruzar las piernas?