¿Puede el señor David Bonvehí participar en una torre humana? Con todo el respeto que merece su minusvalía, tal vez deberíamos convenir en que no. Que puede llegar a ser presidente de la Generalitat por supuesto, que puede llegar a pasar revista a una formación de hombres armados como hacía el gran Franklin Delano Roosevelt sobre un vehículo blindado es evidente, que puede llegar a hacer de astronauta y mirarnos, magnánimo, desde las estrellas no se puede descartar, pero aunque sea un notable político, probablemente, no todo le es posible. Si mi opinión tuviera algún valor yo le recomendaría, en cambio, que no se enfrentara a la Guardia Civil en los próximos meses, que no busque una fotografía como la que le hicieron a Jordi Graupera, restregándose por el suelo, el pasado primero de octubre de 2017. Del mismo modo tengo la impresión de que Artur Mas no puede desafiar a España mientras sufra por su patrimonio personal, este es su talón de Aquiles. Esta circunstancia le invalida para capitanear nada, no es ni puede ser un hombre libre si come ajos y se pica. Tampoco pueden ser jefes de filas ni abanderados de nada los políticos independentistas que tengan miedo de ir a la cárcel o al exilio, los representantes de la nación catalana que no estén dispuestos a poner ante todo los intereses de la patria en peligro, específicamente por delante de los intereses personales. Quien quiera mirar la realidad cara a cara y dejarse estar de cuentos de hadas debería tomar ejemplo del comportamiento del presidente Torra, de este hombre político tan denostado por algunos, el cual, en cambio, tuvo el coraje de decir ante el juez que sí, efectivamente, había desobedecido la ilegítima decisión judicial de prohibir los lazos amarillos. La confrontación con el Estado continuará, aumentará y será aún más salvaje, necesariamente más salvaje, a medida que España constate que continúa perdiendo la batalla.

El independentismo no para de crecer electoralmente, las adhesiones internacionales cada vez son más nítidas a favor de la libertad de los catalanes. Los insultos de los españolistas sólo muestran su impotencia y su inopia. España hoy sólo está cohesionada alrededor del anticatalanismo, tal como ha dejado claro el PSOE en las recientes declaraciones sobre la posibilidad de la formación de un Gobierno con Podemos. El anticatalanismo, la represión del independentismo, la reiterada violación del régimen constitucional y la manipulación en clave política de las leyes es por ahora el único proyecto que la España nacionalista propone desesperadamente para mantener la unidad del Estado. La España rabiosamente nacionalista arrastra a través de la razón de Estado cualquier posibilidad de negociación, cualquier posibilidad de diálogo, por lo que la confrontación franca, el trompazo seco y la disidencia activa son las únicas posibilidades de futuro inmediato. No hay paz posible si Madrid exige la desaparición del independentismo político. No hay normalización posible entre Madrid y Barcelona que no pase por la independencia, digan lo que digan algunos políticos charlatanes y adaptadizos. Porque mientras la mayoría de la población quiera la independencia de España, todo lo que no sea respetar la voluntad popular será un fraude democrático y una manera de marear la perdiz. Hasta que la perdiz vomite.

Mientras esperamos la confrontación inevitable, la clase política española, y la catalana en particular, siguen mostrando su indignidad de clase. La profunda indiferencia que sienten por el mandato popular. Ya no es sólo que nos hayamos enterado de que los diputados a las Cortes de Madrid tengan 14 pagas de ayuda adicional para pagar 12 meses de alquiler en la capital del Estado. También hemos visto como la lucha cainita entre Vox, Ciudadanos y PP se parece cada vez más a la de Junts per Catalunya, ERC y la CUP. Hemos visto como más allá de la retórica, a la hora de la verdad, no hay muchas diferencias entre Miquel Iceta y algunos políticos independentistas, que han pactado con el PSC la composición de la Diputación de Barcelona. ¿Recuerdan cuando las diputaciones debían ser eliminadas para fortalecer la Generalitat, qué fue de aquello? Qué tiempos. Y qué poca vergüenza. Los políticos tienen la memoria corta pero no el pueblo que los vota o deja de votar. Lo acabarán lamentando.