El diario La Razón, dirigido por ese superhéroe de la hipocresía españolista, el catalán Francisco Marhuenda García, atacaba ayer al diputado Salvador Vergés. Ya lo tienen identificado y le insultan. Y le insultan porque este representante del pueblo ha dicho y reiterado que no votará a favor de ninguna iniciativa parlamentaria que sea presentada en español. Él lo llama castellà porque a veces habla como las personas antiguas, pero eso ahora da igual. Lo importante es que ha dicho a los diputados de Vox, del PP y de Ciutadans que ya se pueden meter el español en el bolsillo, en el corazón, en el alma si quieren, pero que no lo utilicen en el Parlament de Catalunya. Porque el diálogo, cuando uno de los dos habla en español, no es posible. No es posible en un Parlament que ha proclamado, en varias ocasiones, que la única lengua propia de Catalunya es el catalán, excepción hecha del Vall d'Aran. Los diputados españolistas, no nos engañemos, están en nuestro Parlament sólo para hacer su show y aventar la política más negra. La política que ellos llaman “de lo que realmente importa a los ciudadanos” y que consiste, en la práctica, en menospreciar al catalán y laminarlo un día sí y al día siguiente también. Consiste en fomentar el genocidio de la lengua y de la cultura catalanas, abiertamente, desde la sede de la soberanía popular catalana. Como Tejero, pero de momento, sin armas. Con el mismo tricornio.

A mí me parece que cada vez que un diputado utilice la lengua española en el Parlament, el señor Vergés y todos los demás diputados —especialmente el señor Ten que sé que quiere mucho al catalán— deberían levantarse y marcharse cantando estentóreamente la Santa Espina. Que los de Vox, PP y Ciutadans se dediquen a charlar solos mientras la presidenta Borràs les escucha porque está obligada por el reglamento. Que proclamen, en su más profunda soledad, ese odio a Catalunya, a sus instituciones y a sus gentes. Que todos puedan ver que no hay ningún diálogo posible con unos individuos que, por respeto a nosotros, no utilizan el catalán y utilizan el español como lengua de conquista y de agresión. Porque todos estos provocadores hablan un catalán excelente y no lo utilizan porque no les da la gana.

Estos imperialistas españoles son los mismos que dicen que el catalán no sirve para nada. Muy bien que lo digan. Si se dan cuenta de que, al menos, el catalán sirve para hablar en el Parlament, ya sería una utilidad clara que podrían descubrirle a la lengua propia de Catalunya. Por lo que me han dicho algunos diputados, cuando los españolistas se los encuentran en el lavabo de la Cámara, hablan siempre en catalán con ellos, los independentistas. Lo hacen, por supuesto, para hacerse los simpáticos, los amables, para presumir de ser buena gente imitando esa falsedad de Madrid. Esa comedia babosa de golpear la espalda del catalán, de abrazarle con gran escandalera de gritos. Lo que no me consta, por decirlo con una expresión de burócrata, es si, cuando hacen una micción, estos diputados españolistas también aprovechan para mirar a los urinarios adyacentes y compararse su cigala con las cigalas soberanistas. Visto su habitual comportamiento no me extrañaría en lo más mínimo.

Mientras los españolistas sigan persiguiendo al catalán los diputados independentistas deben plantar cara. Mientras en el Congreso de Madrid no se pueda hablar en catalán y te echen fuera del hemiciclo, en el Parlament catalán no se puede normalizar el uso del español. Mientras en Europa el catalán no sea lengua oficial y lengua del Parlamento europeo por arbitraria decisión del Gobierno, es imposible ningún tipo de diálogo ni de pacificación. El español es ciertamente una lengua muy hablada en Catalunya, pero también lo es el amazige, el chino, el árabe, el gallegoportugués, el inglés o el rumano y no por ese peregrino motivo son lenguas propias de Catalunya. Son lenguas recién llegadas a Catalunya que irán desapareciendo con el tiempo a favor del catalán. Siempre ha ocurrido así, desde hace mil años y seguirá pasando si antes no nos exterminan.

Añade La Razón que esta actitud protectora con el catalán que ejerce el diputado Vergés parece un “chascarrillo o una broma en personas mínimamente racionales y con un mínimo sentido común”. Como si después del Primero de octubre, como si después de más de tres mil personas perseguidas y represaliadas, como si después de perseguir a toda una nación los independentistas estuviéramos para muchas bromas. El divorcio emocional con España es hoy todavía más rotundo que nunca. Y como antes no tenemos nada que perder y lo tenemos todo por ganar. Porque la represión españolista nos estimula como una droga. Somos pequeños en comparación con España, ciertamente lo somos, pero también lo fue Irlanda frente al Imperio británico. Y se estrellaron.

El diario de Marhuenda añade después que “la lengua es un vehículo de comunicación que en ningún lugar del mundo frena una iniciativa positiva para la sociedad”. Esto quizás que se lo pregunten a los hispanoamericanos que perdieron sus lenguas maternas de México para abajo, todo un continente que trocó la lengua de Castilla a cambio de la frondosa miseria de la que hoy disfrutan. Todos esos países sin excepción. O que lo pregunten en Guinea Ecuatorial o en Aragón, donde destruyeron la lengua aragonesa. La lengua no es sólo un vehículo de comunicación porque si esto fuera verdad todo el mundo hablaría en inglés o en chino por utilitarismo. Y sabemos que no sucede. El españolismo no busca que Catalunya esté comunicada con el mundo sino españolizada. Y no, no nos convertiréis en españoles. “Somos y seremos” dice la letra de la Santa Espina. “Se quiera o no se quiera”. La letra de la sardana es de Àngel Guimerà, de 1907. Porque en 1907, mucho antes del referéndum del Primero de octubre, ya no querían que fuéramos catalanes. Querían que fuéramos españoles, por nuestro bien. Pero ¿por quién nos han tomado?