Si un conductor negro se salta un semáforo en rojo en Pulaski, Tennessee, que es donde nació el Ku Klux Klan, y me lo sacan violentamente del coche, lo arrastran por la calle, le insultan, le apalean, le torturan y después me le meten dos disparos en la cabeza para acto seguido, quemar su cadáver, ¿qué debemos pensar? ¿Que hay una gran preocupación por el código de circulación en esa localidad estadounidense, que existe un formidable respeto por la ley y el orden o, por el contrario, la ley y el orden, en este caso, sólo es un pretexto, una excusa para desatar el racismo más abyecto? La justicia se desacredita a sí misma cuando el castigo que impone no sólo es desproporcionado, sino que no se entiende más allá del odio, la venganza, la represión o la inhumanidad. Cuando la justicia no es ecuánime sino que es, simplemente, la justicia del enemigo, de aquel que se considera con el derecho divino de ser, a la vez, juez y parte y de destruir al otro. Cuando un director espiritual castiga corporalmente a un novicio menor de edad por un error insignificante y, no bastándole, además le viola sirviéndose de su superioridad física, de su autoridad, de su capacidad para administrar justicia, todo el mundo puede entender que la verdadera motivación no es castigar un error sino la arbitrariedad y la tiranía de los humanos más poderosos sobre los más débiles o desprovistos. La maldad humana puede llegar a ser mitológica cuando está disfrazada por la mentira, cuando es justificada de algún modo por la desmesura del idealismo más vaporoso e inconcreto.

La unidad de España forma parte de estos idealismos gaseosos con connotaciones casi religiosas

La unidad de España forma parte de estos idealismos gaseosos con connotaciones casi religiosas. El juicio contra los presos políticos, que empezará en Madrid, antigua capital del imperio español por real decisión de Felipe II, será un excelente ejercicio de represión política disfrazada por el cinismo legalista de unos enemigos de Catalunya en contra de sus representantes políticos. No sólo los cargos de los que se acusa a los encarcelados son absolutamente ficticios, las penas que se piden son desmesuradas y, por tanto, profundamente injustas. Se pretende juzgar a políticos independentistas catalanes por parte de jueces españolistas. Que sería lo mismo que jueces machistas pretendieran juzgar a mujeres sexualmente liberadas. O que jueces franquistas pretendieran juzgar a ciudadanos demócratas. Los presos políticos catalanes serán juzgados por jueces enormemente conservadores —y posiblemente anticatalanes—, por personas que participaron en el golpe de Estado que el núcleo duro de España ejerció sobre el legítimo Govern de Catalunya, presidido por Carles Puigdemont. La parte del Estado que eliminó la parte del Estado que quería independizarse ahora quiere ejercer la represión y la represalia disfrazada con el nombre de justicia. Todos los presidentes de la retomada Generalitat de Catalunya han sufrido cárcel y exilio exceptuando a Pasqual Maragall y José Montilla. Este dato quizá podría hacer entender que el conflicto entre España y Catalunya no es de ahora. Ni que se resolverá de manera judicial ni que se puede criminalizar la voluntad electoral de más de dos millones de catalanes con derecho a voto y con la obligación de pagar impuestos.