“Es un desembarco, es el Desembarco. Hoy ha llegado este barco de los guardias civiles y previsiblemente esto continuará mañana con más detenciones y más registros. El Govern está sereno y preparado para cualquier eventualidad.” Hablo nuevamente con el conseller del Govern de Catalunya a través del teléfono rojo, secreto, oigo el carillón del Palau de la Generalitat, imagino las bóvedas góticas y la madera brillante de las puertas. Esta tarde ha encontrado un momento y veo que no me intenta convencer de nada, que habla sin prevenciones, sólo quiere mantener ese punto de equilibrio necesario entre la excitación de la calle y la rutina habitual de su departamento. Le pido si los consellers dormirán en el Palau, si el Govern se mantendrá junto toda esta noche. “Galves, no exageremos. Si no hay contraorden el president nos volverá a reunir mañana por la mañana. Yo quisiera dormir en casa porque por ahora no hay que estar de guardia en el Palau de la Generalitat, dentro de todo hay que seguir trabajando desde los departamentos, todo el trabajo que sea posible en estas condiciones tan difíciles.” Le pregunto por la persona en quien hoy más piensan los catalanes independientemente de su posición política, le pregunto por el president, “¿cómo está, dime?” “Bueno, yo no sé si conoces bien al president Puigdemont pero es una persona serena, positiva, acostumbrado a la adversidad y que detesta perder el tiempo. Es un torbellino y siempre se mueve mucho. Tiene ganas. El ambiente es de confianza, estamos preocupados, naturalmente, por lo que está pasando pero no te creas que nos sentimos los protagonistas. No. Nuestro trabajo es mantener la calma y la estamos manteniendo pero es la gente, el pueblo catalán en su conjunto es quien es el protagonista. Si el pueblo se moviliza conseguiremos la independencia y si no se moviliza lo suficiente no lo conseguiremos. Esto es así y punto. Nosotros sólo somos el Govern. Lo que está pasando es demasiado importante para que esto dependa de los políticos de Barcelona o de los políticos de Madrid. Esto va de democracia y de saber si el pueblo catalán quiere realmente la independencia o no.” Se produce un silencio. El conseller me acaba de hacer comprender que no hay más cera que la que arde. “¿Cuál es la estrategia de Madrid? ¿Qué harán a partir de ahora?”, le pregunto.

“Bueno, mucha inventiva no tienen, ¿verdad? Su única estrategia es esta y seguirá siendo la misma: darnos miedo. Como sea. Y están muy extrañados de la reacción de los catalanes porque no tenemos miedo. Es sorprendente que continúen con esa estrategia, que sólo hace que incrementar el apoyo social en Catalunya. Cuanto más miedo nos quieran dar más perdido lo tienen. Y por lo que veo no hay marcha atrás porque no saben qué más pueden hacer. Es una reacción que va en contra de ellos mismos, por eso lo que tenemos que hacer que es mantener la calma, el buen humor y la determinación de votar. También por este motivo me voy a dormir a casa, para mantener la normalidad que han venido a perturbar estos señores. Mañana se darán otros pasos y pasado aún más pasos. En el Govern estamos muy contentos porque el pueblo catalán es formidable, está respondiendo de manera ejemplar, muy, muy bien.” Le pregunto por los Mossos. “Sólo te diré dos cosas, que están siguiendo las órdenes del Govern de Catalunya y que están recibiendo muchísimas presiones, enormes presiones y que están donde deben ser. Cuando todo esto termine te lo explicaré con más detalle. Ahora tengo que atender otras cosas...”

Me llama mi amiga Otília, una catalana que vive en Madrid y que acaba de salir de la manifestación en favor del derecho a decidir que se ha realizado allí. Transcribo sólo algunas impresiones. “Galves, eo, ¿me oyes? Escucha, escucha. Hoy he oído muchos comentarios espantosos en contra de los catalanes, como nunca los había oído en Madrid. Incluso señoras de la limpieza, gente sin mucha cultura explicando mientras hacen su trabajo de limpieza lo que es en realidad Catalunya. En definitiva, para resumir: piensan que somos unos miserables, que todo esto es sólo una maniobra para ocultar la corrupción de la clase política catalana, que la gente en nuestro país está manipulada por la kaleborroka los de la CUP. Que somos sólo cuatro gatos los independentistas. Que tienen que boicotearnos. Que somos unos tipos ricos e insolidarios y que hay que hundirnos económicamente. Y luego ha pasado lo de las espinacas.” Naturalmente he preguntado de qué espinacas hablaba mi amiga. “Pues he ido a comer con un amigo mío, Joan, a una residencia donde reside aquí en Madrid y hoy, casualmente tenían, te lo juro que es verdad, 'espinacas a la catalana'. Pues bien. Ha habido quejas de los clientes. Y al final han cambiado no sólo el menú sino también la receta. Han impreso un nuevo papelito y las espinacas a la catalana han transformado por arte de magia en 'espinacas con bechamel'. Muy fuerte. Pero cuando me han temblado las piernas, de verdad, ha sido durante la manifestación de Sol. No éramos muchos, la verdad, media plaza como mucho, y he conocido a gente muy simpática del ámbito de Podemos y similares. Pero verás, ellos están en su propia dinámica, en su propia guerra, derrotar al PP, lo que quieren es echar a Rajoy y con eso les basta. Lo que me ha asustado ha sido un grupo de falangistas, no eran muchos, sólo unos veinte o veinticinco. Pero la policía española no nos protegía a nosotros de ellos. La policía los protegía a ellos de nosotros mientras, cuando podían, agredían a los manifestantes. Esto es lo que he visto y nadie me lo puede negar”. (Continuará)