La moderación no es una cualidad propia de algunos policías, como pudimos comprobar el primero de octubre de 2017, durante las cargas salvajes contra los contribuyentes catalanes que se disponían a ejercer su derecho al voto. De modo que hoy, incluso, algunos mandos de la seguridad pública han continuado exagerando y desbordando el sentido común. Después de condecorar ignominiosamente a los responsables de la canallada, ahora, incluso, quieren convertir en heroica y admirable gesta militar lo que no fue más que violencia cobarde y escarmiento sobre una población pacífica y desarmada. Cualquier observador imparcial de aquellos dramáticos acontecimientos pondrá en duda la adecuada percepción de la realidad de un inspector jefe de la policía, el cual, anteayer, declaró ante el juez que, de hecho, su actuación represora emulaba a los inmortales héroes de la batalla de las Termópilas. Parece que ahora la pasma española ya no solo se inspira en Rambo, y gracias, seguramente, al popular filme de Zack Snyder 300, ahora ya es más realista, ahora ya utiliza modelos más cultos y la dotación policial puede compararse con un grupo de gloriosos héroes griegos. El responsable de un grupo de antidisturbios se atrevió a declarar, en un juzgado, que desplegó su fuerza armada en una calle estrecha ante una puerta lateral del centro de votación inspirándose en el ejemplo de la batalla del paso de las Termópilas. Según se deduce de sus declaraciones, este señor policía se debería de ver a sí mismo como un nuevo rey Leónidas de Esparta, el héroe casi mitológico que, situando estratégicamente sus trescientos soldados en la parte más estrecha de un desfiladero, consiguió derrotar al fabuloso ejército persa durante la Segunda Guerra Médica. Nunca habían visto, según los señores policías, una “masa tan violenta, agresiva y hostil” como la de los votantes del primero de octubre, unos ciudadanos que mostraban “odio y los insultaban” con gritos tan aterradores como “votaremos” y “somos gente pacífica”. Aunque quisiéramos creer lo que dicen, que no queremos, puede que haya más de una diferencia entre el numerosísimo y carnicero ejército persa de Jerjes y la civilizada y desarmada masa de electores que fueron agredidos ese día. Nunca puede ser lo mismo un enfrentamiento entre dos grupos armados y la heroica brutalidad policial sobre ciudadanos indefensos.

Fue André Malraux, durante la Guerra Civil, quien calificó de persas a los soldados del ejército de Franco y, después de lo que hemos visto durante estos últimos meses, el tiempo no deja de darle la razón. Aquí la barbarie está de un lado y no del otro. Aunque se intente embellecer la actuación de las fuerzas del orden con historias de la Grecia antigua, lo cierto es que la heroica policía española en lo que realmente se ha inspirado es en el tradicional anticatalanismo reaccionario del no menos heroico ejército español. Con los mismos argumentos de siempre. En un artículo de La Correspondencia Militar del 14 de octubre de 1899, del año posterior de la tan espartana y gloriosa guerra de Cuba, la estrategia ya era la misma que hoy: “Suspéndanse las garantías constitucionales, cóbrense los impuestos si es preciso a culatazos; ahóguese en sangre cualquier alboroto; ahórquense públicamente en la Rambla a los que den ¡Vivas a Cataluña! y ¡Mueras a España!, a la madre querida que todos debemos respetar y enaltecer, y la Patria agradecerá al Gobierno ese rigor, y la traición morirá en sus comienzos antes de que se extienda y de que nos ahoge deshonrándonos con sus errores y sus miserias, como ocurrió en Cuba por delibilidades incomprensibles y lamentables imprevisiones: ¡Que bien vale la unidad nacional, la dignidad española, la vida de media docena de imbéciles, egoistas que sólo tienen una aspiración: llenar sus arcas!”