Decía Fouché, el ministro de la policía más policial, el campeón de la razón de Estado por encima de la racionalidad humana, decía el Maquiavelo más represor y sanguinario que “cuando las pasiones se convierten en la ley se produce la anarquía”. La anarquía, la inseguridad jurídica, se produce cuando la pasión españolista se lo quiere comer todo, cuando se pretende justificar lo injustificable jugando con las palabras, con nosotros y abusando de nuestra paciencia, Catilina, tú, aprendiz perpetuo de golpista. Acusan a los presos políticos de saltarse la ley, pero ¿qué ley se han saltado si la convocatoria de referendos está despenalizada y no ha habido ningún alzamiento? Porque proclamar la república catalana no es ningún alzamiento. Ni votar, ejercer la democracia, puede ser alzamiento, aunque el referéndum estuviera prohibido por el Tribunal Constitucional o por el festival de Eurovisión. Desobedecer no es ni puede ser considerado un alzamiento. Protestar no es un alzamiento. Discrepar públicamente no es un alzamiento. Incluso, enfrentarse a la policía que te está agrediendo tampoco es alzamiento. Cuando, en cambio, se aplica con mala intención el código penal sí es un delito. Entonces sí se está desobedeciendo la ley. Ya lo ha dicho la ONU que los presos políticos deberán ser puestos inmediatamente en libertad e indemnizados. Y, ya puestos, los jueces de la represión juzgados por prevaricación. A España le iría muy bien un Núremberg, un tribunal penal internacional que limpie la flor enfermiza del franquismo que aún vive en el Tribunal Supremo, el que ayer mismo aún reconocía a Francisco Franco como jefe de Estado desde el primero de octubre de 1936.

La ley no se está respetando cuando, también ayer, un ciudadano francés, con su matrícula francesa de Formigueres, Catalunya Nord, es molestado por un guardia civil de frontera porque la matrícula lleva una pegatina legal y homologada con la bandera y el indicativo departamental. No con la bandera independentista, con la bandera de las cuatro barras. Una bandera oficial que está reconocida en el vigente Estatuto de Autonomía de Catalunya. Les da absolutamente igual. Para el guardia civil colonial cualquier muestra de catalanidad es delictiva. Y cualquier delito es casi un crimen; por este camino la manipulación está servida. No sólo nos están tomando el pelo, también sabemos perfectamente que nos están tomando el pelo. La revolución de las sonrisas no fue un alzamiento, el independentismo no protagonizó ningún alzamiento. Aquí los únicos que se han saltado las leyes y continúan saltándoselas son los poderes represores del Estado español. Aquí lo que se produjo fue un golpe de Estado del Gobierno de España contra la Generalitat y el pueblo de Catalunya, por la fuerza intimidatoria de las armas. Aquí lo que pasó es que volvieron a envenenar a Pau Claris y a fusilar a Lluís Companys. Aquí lo que quieren es volver a ganar la Guerra Civil porque parece que discutimos de quién fue la victoria.

Fouché fue un gran manipulador de la realidad en favor del poder, un excelente alumno del cardenal Richelieu, quien dejó dicha una famosa frase que hoy parece grabada en el frontispicio de la sala segunda del Tribunal Supremo: “Si me dais seis líneas escritas por la mano del más honrado de los hombres, yo encontraré algo que hará colgarlo.”