Qué fácil que sería que España fuera como Canadá o Francia, que sale por televisión el que manda, y te dice cómo lo harán con lo de los dineros, con las ayudas, los impuestos, con las cosas prácticas para hacer frente a la catástrofe del virus coronado. Y te enteras de todo, y lo entiendes con facilidad. Te meten discursos breves, inequívocos, que pueden generar un poco de confianza y una cierta satisfacción por estar bajo el cobijo de un Estado que funciona más o menos, a veces, pero que sí que funciona, sobre todo cuando se produce una situación de alarma. Aquí no, aquí en el Estado Español, además de sufrir como ningún otro Estado de Europa el flagelo de la enfermedad, por dejadez, por arrogancia, por imprevisión, por indolencia, encima tenemos que soportar la reiterada diarrea mental de un gobernante que se siente culpable y abusa de la televisión. Culpable no por tener ningún imperativo moral sino porque sabe que ha acabado con su carrera política e intenta revertir la situación. La credibilidad de Pedro Virusánchez antes de la crisis sanitaria ya era escasa, acostumbrados como nos tiene a proclamar, si le conviene, una cosa y la contraria, sin limitación moral, sin imitación de ningún referente ético. Pero es que ahora ya se ha convertido en un personaje inquietante, que no genera ningún tipo de confianza ni de empatía. Un personaje grotesco que, cuando ya ha agotado los argumentos, imita como un ebrio los discursos de Winston Churchill sin darse cuenta de que el primer ministro inglés era bastante más que un simple alcohólico. Que tenía la capacidad de ser respetable, creíble, protector, eficaz, eficiente. Y eso, con el mérito añadido de haberlo tenido todo en contra tras el desastre de los Dardanelos.

Los decretos del gobierno de Virusánchez son una improvisación constante, repleta de errores y de contradicciones. Como si con veintidós ministerios y toda una marabunta de funcionarios no fuera nunca suficiente para gobernar un Estado que proclaman como descentralizado. A la tradicional eficacia española, conocida y celebrada en todo el mundo, hay que añadir la retórica de uno que sólo tiene palabras porque no tiene nada más. Porque no tiene nada en el bolsillo. El gobierno del virus no habla claro porque no se atreve a decir la verdad. Culpa de la situación a la mala suerte vírica, a las autonomías, al independentismo, en la Unión Europea, en Holanda que no quiere hacerse cargo de las deudas españoles. En la pérfida Albión. Todavía estamos en lo de “yo no mandé mis naves a luchar contra los elementos”. España sigue en quiebra y no tiene de dónde sacar el dinero que necesita si no resucita al general Marshall con su plan y la riega con una lluvia de millones. Que por cierto, nunca favoreció a España cuando podía haberlo hecho. Como recuerda poéticamente Berlanga en su famosa película, el plan Marshall pasó de largo y dejó a la España de Franco con un palmo de narices. Y es que el general yanqui había luchado contra el fascismo europeo y hay cosas que te dejan marcado para siempre.

El gobierno del virus o virusgobierno de Virusánchez no quiere perdonar el impuesto de los autónomos porque vive, en parte, de chuparles la sangre. Ya que los autónomos aportan, en conjunto, más riqueza y no te pueden pegar una hostia como Amancio Ortega o Ana Patricia Botín-Sanz de Sautuola O’Shea. O sea que te mandan cerrar por decreto, con el ejército en la calle, las actividades no esenciales y luego, cuando los de las gestorías, intentan presentar un ERTE, no siempre el ERTE es aceptado porque sí señor, España inventó la picaresca. Si se trata de un bar, por ejemplo, restaurante, hotel, tienda, peluquería, gimnasio, museo 0 biblioteca la autoridad laboral ordena la suspensión de los puestos de trabajo del personal de la empresa afectada. Los trabajadores pasan a cobrar del paro mientras dure el estado de alarma y la empresa deja de pagar la seguridad social de su personal. Ahora bien, con otros tipos de actividades económicas las cosas son más complicadas. Por un lado el Estado obliga a los pequeños empresarios o autónomos a cerrar, les impide trabajar, pero no quiere dejar de extorsionarles. En las gestorías de toda Catalunya empiezan a llegar estos días las primeras denegaciones de ERTE de albañiles, mecánicos, electricistas, que según el Estado no pueden acreditar fuerza mayor para cerrar su negocio.

Repito. Virusánchez te cierra el negocio a punta de cañón y luego te argumenta que tu negocio no ha sido chapado por una causa de fuerza mayor. Y que quiere que te estires. Quien dice albañiles dice abogados, por ejemplo, o profesionales relacionados con la salud, como los dentistas, los podólogos, fisioterapeutas, masajistas, etc. No pueden garantizar las medidas mínimas de seguridad para los clientes, no tienen material de protección, ni tienen proveedores operativos. Así que muchos autónomos no podrán cobrar el paro, a algunos la propia administración les hará imposible que acrediten que han tenido que cerrar por la fuerza. Otros porque no podrán acreditar una disminución significativa de los ingresos. Sí, los del gobierno de España dirán y proclamarán que han ayudado a todo el mundo, que han establecido medidas para que las personas sin recursos también puedan pagar el alquiler. Pero a la hora de la verdad, en la práctica, el Estado lo que está haciendo es depredar la actividad económica de las pequeñas empresas y convirtiéndola en imposible. España, en general, no tiene una economía ruinosa por casualidad. Siempre ha actuado así. Hoy ya empiezan a hablar de rescate, cuando aún deben tanto dinero de la anterior crisis. España es un fracaso como Estado desde el punto de vista político y económico. La cuerda se tensa y se tensa hasta que un día se rompe.