Los electores independentistas, la mayoría social y más dinámica de nuestra sociedad, están cada vez más desengañados de los partidos políticos. Y, en especial, de unos individuos que se llaman servidores públicos pero que, en realidad, no son servidores de nada sino unos señorones servidos y muy bien servidos. Ahora que viene Navidad, en las reuniones familiares, en las conversaciones de los bares y en los encuentros de amigos se sigue hablando incansablemente de política como hace años, de la libertad de Catalunya, con pesimismo o con optimismo, pero visiblemente más por libre, más desengañados del triste papelote que durante un año están haciendo los partidos con representación en el Parlament de la Ciutadella. Los que votaron aquellas o aquellas otras formaciones políticas ya no se pelean más por las siglas, ya no discrepan porque todos y todas se sienten igualmente estafados, igualmente atónitos por la poca vergüenza que tienen los profesionales de la política. Atónitos porque el Parlament escogió a Quim Torra president para mantener, decían, la legitimidad de Carles Puigdemont y, a la hora de la verdad, lo han abandonado dentro de la jaula de oro falso del Palau de la Generalitat, sin el más mínimo sentido de la lealtad ni del compromiso electoral. Atónitos porque hay cuatro diputados electos en la prisión de Lledoners jugándose la vida con una terrible huelga de hambre y se ha conseguido arrinconarlos informativamente, entre la polémica de las luces de Navidad y la promoción de La Marató de tevetrés. Atónitos porque los medios de comunicación ya no hablan de la unidad popular de los favorables a la independencia, constatable en todas las manifestaciones de las recientes Diades del 11 de septiembre. Ahora están distraídos en lo de siempre, en las pequeñas polémicas de salón de los diputados y de los consellers, en las miserias políticas de los partidos que no nos importan ni poco ni mucho. En las limitadas estrategias, de vuelo gallináceo, que ahora parecen la solución de todo y de aquí unas semanas, nadie recordará. Nunca como los partidos políticos independentistas habían vivido más alejados de su electorado. El PDeCAT y ERC insisten en entenderse con un gobierno de Madrid que no quiere negociar nada de nada y la CUP continúa paralizada en una pureza ideológica que tiene la coherencia de las piedras mudas.

Todo el mundo lo ve, ahora ya no estamos divididos entre independentistas y españolistas. Ahora estamos divididos entre gente que vive de la política y la buena gente del país que vive de su trabajo. Por eso todos los políticos profesionales de todos los partidos atacan a Puigdemont y Torra, porque ni son políticos ni lo quieren ser, porque no están cediendo a las enormes presiones internas para que aflojen, porque no dicen ni hacen lo que los otros quieren que hagan o digan. Se dijo: o referéndum o referéndum. Y tuvimos referéndum. Y se ha dicho: la vía eslovena es una vía legítima y es digna porque los muertos no los puso Eslovenia sino sus enemigos, la ultraderecha serbia. Nos quieren convencer de que la independencia de Catalunya es imposible con este lío constante, con esta indecente miseria política del día a día. Pero todos sabemos, favorables y discrepantes, que la independencia es inevitable.