Mucha calma. Convivir, se puede convivir perfectamente con la ultraderecha y, si es necesario, incluso se puede llegar a convivir con una familia de boas constrictor. Con una de numerosa y pasional. El ser humano tiene una capacidad formidable para acostumbrarse a todo, para sobrevivir a la injusticia más fanática, a la barbarie. Tiene la fortaleza de poder vivir con sarna, o cubierto de mierda, en campos de exterminio, en la mentira política cotidiana perfectamente normalizada, en el Estado policial más abyecto. De hecho, en Catalunya, no hemos hecho otra cosa que convivir con nazis desde 1933, y especialmente después de la Guerra Civil. Que estemos acostumbrados a ello no quiere decir que sea muy sano, ni edificante, ni humano. Somos como la mujer maltratada que ve normal que el marido le pegue cada día, o la chiquilla negra que se ve horrible siempre que se compara con otra chiquilla, con la rubia. Los fachas también han robado la autoestima a muchos catalanes, les han quitado la dignidad, les han hecho sentir inferiores y miserables. Durante los años que pasé en Francia pude constatar que los del Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen eran efectivamente racistas, reaccionarios, nacionalistas-imperialistas, machistas, homófobos, antisemitas, católicos tradicionalistas, tan repugnantes como ustedes quieran, pero perfectamente familiares, perfectamente conocidos, vamos, que les tenía muy vistos. Eso sí, con una diferencia. Los nazis franceses se lo pasan muy bien persiguiendo moros, negros y judíos. Mientras que en España tienen, además, una especial predilección por los catalanes. La ultraderecha española tiene como prioridad máxima la destrucción inminente de Catalunya. El nacionalismo español tiene como principal proyecto político —desde el alzamiento militar de 1936— unir para siempre a la nación española perpetrando un crimen ritual. Parece ser que compartir un muerto hermana bastante. Y somos el chivo expiatorio que han decidido borrar del mapa.

Hemos llegado a un punto en el que estamos obligados a darles la razón a los antisistema que queman basura y que tiran piedras contra la policía. Vivimos, en definitiva, en un Estado fascista o que tiene mucho de fascista. Mientras iban disfrazados de políticos del PP o del PSOE, mientras se hacían pasar por simples patriotas españoles, podían ir disimulando. Y nosotros podríamos continuar engañándonos a nosotros mismos, haciendo ver que no les veíamos. Pero ayer quedó bastante claro. Son millones de fachas españoles los que nos están desafiando. El Estado español, a diferencia de Alemania, no ha sido desnazificado a partir de 1945. Y se nota mucho. Porque ayer ningún partido político español se atrevió a denunciarlos. Incluso Pablo Iglesias estrechó la mano de un representante de Vox y Gabriel Rufián se hizo una fotografía con otro facha. Son el partido de la revancha, el partido del colonialismo, precisamente por eso ayer fueron el partido ganador en la ciudad de Ceuta. Cuando Pedro Sánchez, en su discurso de la victoria, de hace unas horas, habló en contra de los que atentan a la convivencia, de los que generan odio, Pedro Sánchez cuando habló de los enemigos de la democracia no se refería a la ultraderecha de Vox, sino los independentistas. Tenemos que largarnos inmediatamente de esta España o lo pasaremos mal.