“Están locas” dice uno. “¿Quién?” Pregunta el otro. “Las tías, ¿quién quieres que sea?” Ya que ayer la sesión del juicio fue extraordinariamente breve he salido a pasear y la casualidad me acaba de regalar este trozo de conversación entre dos adolescentes, en un parque. Con cara de preocupados hablando de las tías, ni me han visto. Efectivamente, es así, ya lo tiene dicho Inés Arrimadas, la hija del policía, el otro, el diferente, el extraño, parece que viva en una realidad mental paralela, en un Matrix, de acuerdo con una lógica particular que no compartimos, de acuerdo con una manera de hacer que parece propia de un desequilibrio mental. Cuando el otro no hace lo que queremos que haga le denostamos, le criticamos, dudamos de su salud mental como si fuéramos médicos especialistas. Es la estrategia que también utilizan los perversos, los maltratadores, los intolerantes de todo tipo. Mi pareja está loca, no se puede hablar con ella, vive en una realidad alternativa, está para que la encierren. Debería ir al psiquiatra sólo porque lo digo yo, porque piensa diferente de mí. Porque se atreve a pensar diferente y a actuar en consecuencia. La manera correcta, normal, de pensar, es la mía y todo lo que se aleje de mi punto de vista debe ser, necesariamente, una patología cerebral. La explicación pseudomédica, la justificación psicologista es un recurso muy habitual entre los españolistas que pretenden desprestigiar al independentismo. Pobres separatistas, dicen, pobre gente manipulada, mentalmente inferior a los partidarios de España; sí, hay muchos que son buena gente pero van engañados por la vida, acabarán frustrados por culpa de los dirigentes separatistas cuando se den cuenta que la independencia es imposible.

La suficiencia grotesca, el paternalismo altivo, el complejo de superioridad colonial, la arrogancia, son sistemáticos e irrespirables, sintomáticos de la ausencia de argumentos y del orgullo herido. Es la actitud nihilista de quien lo ve todo perdido. El españolismo se comporta como un adolescente masculino que no comprende la forma de pensar, alternativa, de algunas chicas, la posición disidente, ajena a sus expectativas de dominio. Este mismo, idéntico, fue el argumento utilizado por el antiguo secretario de Estado José Antonio Nieto. Parecía que nunca le había pasado. Que cuando había hablado con el mayor Trapero, cuando había hablado con otros dirigentes catalanes, había podido constatar que, en Catalunya, “había una realidad paralela”, carente de lógica, de lógica tal como se entiende en España. La gente no obedecía espontáneamente las órdenes de la Guardia Civil, nuestro país es una sociedad trastornada en la que “el hombre muerde al perro y no el perro muerde al hombre”. Por esta razón no se produjeron cargas policiales, cargas exactamente no, pero sí se zurró a la gente que quería ir a votar, a ver si así despertaba de su hechizo independentista.

Por este camino, el juez Marchena, el papá de la niña, siempre podrá decir, eventualmente, ante un tribunal penal internacional que no actuó de mala fe. Qué ocurrencia. Dirá que, simplemente, veía las cosas desde otra perspectiva. Y que la opinión es libre. Y que libremente condenó a los presos políticos catalanes. Y que la conciencia a la española, señoría, es algo muy particular. Y que el alma sólo es de Dios, como se proclamó durante el Siglo de Oro donde no se ponía el sol. Y que están muy locos estos romanos. La acusación del Estado puede preguntar a los testigos si son o si no son de Òmnium Cultural pero la defensa no puede preguntar a la señora Montserrat del Toro si sigue la web Leridanos contra la independencia. Ayer el abogado Benet Salellas, excepcional, dejó de callarse como sus compañeros y protestó por la reiterada criminalización de las preguntas de la fiscalía sobre Òmnium. Ninguno de los demás abogados dijo una palabra, supongo que en solidaridad con el juez. Marchena le respondió que como juez hacía lo que le daba la gana y no pasó nada más. Los comentaristas jurídicos de la mayoría de los medios de comunicación continuaban encantados de haberse conocido y, ayer, también volvieron a decir que los diversos equipos de la defensa de los presos políticos lo están haciendo la mar de bien y que tenemos el juicio ganado. No he visto más corporativismo, más relaciones incestuosas ni más hipocresía en mi vida. Y mientras tanto, los pobres acusados continúan privados de libertad de manera provisional e indefinida. Parece que no venga de unas semanas más o menos. Como si todo el mundo diera por hecho que deberán pasar entre barrotes muchos y muchos años. Por eso no tiene importancia un día perdido como el de ayer en el Tribunal Supremo, total…