“Esto continuará. Continuarán las detenciones y las amenazas”. Estoy hablando con un conseller que está en el Palau de la Generalitat a través del teléfono rojo que sólo tenemos él y yo. Acaba de salir de la reunión del Govern. “Jordi, escúchame. Tenemos un sentimiento muy compartido, puedes poner mi nombre o no, da igual, el protagonista aquí es todo el Govern, con el president a la cabeza. A las ocho menos cuarto me han informado de lo que estaba pasando, yo todavía estaba en casa. No he tenido mucho tiempo para pensar en qué estaba escuchando, he tenido que espavilarme y primero he ido a mi despacho y después al Palau, donde ahora estoy.” Habla tranquilo y noto perfectamente como el conseller está haciendo otra cosa, o más de una, mientras habla conmigo, no sabría decir qué, por eso él es conseller y yo no, yo no puedo hacer más que una cosa a la vez . “No soy nada milhomes, no, y lo sabes. Pero me siento muy tranquilo, la verdad, aquí estamos todos realmente tranquilos. Estoy muy mentalizado de lo que tengo que hacer y sé perfectamente lo que puede pasar y lo que me puede pasar. Me siento privilegiado de vivir este momento histórico desde el Govern.” El conseller hace una pausa, habla con alguien, me pide que espere y yo aprovecho para preguntarle si se lo esperaba. “Hmm, hombre, Galves, ya sabes como estamos, pero precisamente desde hace dos días he visto aún más claro que utilizarían todos los medios.” Es entonces cuando le he arrancado la última frase antes que colgara. “Después quizá pueda hablar. O no. Estoy muy liado de trabajo, ahora debe hablar el president y te pido que no publiques nada hasta que el president haya hablado, porque habla en nombre de todo el Govern y de todo el país. Estamos tranquilos y determinados”. “¿Lo dices para que me quede más tranquilo, ¿verdad, conseller?”, le espeto. “No, no, de ninguna manera, Jordi, te lo digo porque es la verdad. Y te aseguro una cosa: llegaremos hasta el final”. El teléfono rojo ya no funciona. Ha colgado.

Quiero ver las noticias, pongo la tele. Hago algunas llamadas y hago muchas preguntas. Me dicen que no hay nadie, ningún trabajador de dentro de los departamentos de la Generalitat que quieran hablar. Nada. Que han conseguido que la mayoría tenga miedo de hablar. “No puedo hacer más, hago más de lo que puedo. Yo no estaba. De hecho yo no lo vi, fue mi amiga. No, no, no se puede poner mi amiga. ¿Qué? Se oye mal. No te entiendo. Mi amiga ahora está en el váter. Mi amiga ha salido. No, no sé dónde está mi amiga”. Las conversaciones y las frases se me confunden en la cabeza, llega un momento en que ya no sé con quién demonios estoy hablando. Porque el mundo es como es y no hay que engañarse a uno mismo pongo la emisora de Federico Jiménez Losantos y juro por los clavos de mi ataúd que se oyen marchas militares. Muy fuerte. Son las once y diez de la mañana. Se ve que hacen publicidad de un CD destinado a la audiencia de este señor, un disco que tiene, entre otros hits “El himno de España. La canción del legionario. La muerte no es el final. El himno de la Armada. Soy el novio de la muerte.” La voz de Jiménez Losantos es de alegría, comenta la intervención de la Guardia Civil con entusiasmo mientras aprovecha el fondo musical militar para sentirse una especie de Millán Astray. Hoy es para él un gran momento. Apago la radio porque tengo que atender una llamada.

Hablo con un trabajador de un departamento de la Generalitat que me pide por favor que no diga su nombre. Es un chico joven y tiene las ideas claras, está un poco emocionado por lo que está viviendo, pero sabe lo que dice. “Han llegado muy temprano, no he podido llegar hasta mi lugar de trabajo en coche porque habían cortado la calle, así que he ido a pie. Primero he pasado un cordón policial de los Mossos y luego de la Guardia Civil. Serían como las nueve menos cuarto. Dentro muchos uniformes, claro, estaban concentrados sobre todo en la planta donde se encuentran las salas de reuniones. La mayoría de los trabajadores no hemos ido después y nos estamos manifestando en la calle. Dentro han quedado muy pocos trabajadores. ¿Hablar con ellos? Uy, no, no sé, están con los picoletos y no creo que puedan hablar contigo ahora. Además piensa que la Guardia Civil ha cortado el internet que teníamos, no sé si podrás hablar con alguien de los que se han quedado dentro”. (Continuará)