La herencia del PSC es amarga y lo será aún más. Ahora están en un Gobierno en Madrid, socialista, federal, fraternal y muchas otras cosas chupiguais, pero que tiene que competir en superespañolismo con el PP de cara a las próximas elecciones, inminentes, hasta la mascletà final que nos prepara el presidente Torra. Los del PSC están dentro de un Gobierno lleno de ministros desprestigiados, que ahora ya no tienen lo de los cien años de honradez, que ahora lo que tienen son tesis sospechosas, bienes no declarados y negocios poco claros. El PSC está en un Gobierno que, formalmente, debe respetar la independencia judicial de unos jueces que se han perdido el respeto a sí mismos, de unos jueces vestidos con supremas togas negras que ayer demostraron, una vez más, qué quiere decir exactamente irse a hacer puñetas. La corrupción del tercer poder del Estado es tan potente y desvergonzada como la de otras corrupciones, como la de otras captaciones de la propiedad ajena, vaya. Tenemos unos supremos jueces malcriados, mimados, que no entienden por qué ahora no se les ayuda en carretera, que no entienden, pobrecitos, por qué hay gente que se ha enfadado tanto, ellos que siempre ayudaron y que fueron tan simpáticos con algunos políticos que mandaban para que todavía mandaran más y para que los contrapesos democráticos se tornaran inoperantes. Unos jueces tan imparciales que se convierten en parciales y adictos, que son cómplices de la alternancia sistémica y cínica entre los dos partidos dinásticos, el PP y el PSOE, idénticos entre ellos como lo habían sido los conservadores de Antonio Cánovas del Castillo y los liberales de Práxedes Mateo Sagasta. Una alternancia, la del régimen constitucional de 1876, que mantenía la corrupción política bajo una decorativa apariencia de democracia formal. Fueron tan positivos para el conjunto del Estado español que hoy se les recuerda aún con enorme devoción en toda la una, grande y libre España, por eso la mímesis es constante, la emulación es total en todas las instituciones de la Estado. Y por eso todos tenemos al menos un par de hijos varones a los que hemos llamado, devotamente, Antonio y Práxedes. Bueno, todos no. Yo he ido más allá y, exactamente, tengo tres hijos varones y los he llamado a los tres Narcís. En homenaje, naturalmente, a Narcís Serra. El más grande hijo del PSC.

La alternancia del régimen constitucional de 1876 mantenía la corrupción política bajo una decorativa apariencia de democracia formal

La herencia del PSC es amarga, mucho. Me refiero a la herencia política. Dijeron que eran los mejores amigos de la humanidad y ahora son los mejores amigos de los bancos. De los bancos que, en buena parte, hoy son propietarios de grandes medios de comunicación que siguen diciéndonos que los del PSC y los del PSOE son los mejores amigos de la humanidad. O que los mejores amigos de la humanidad son también los de Ciudadanos, los Podemos de "derechas". Ha pasado lo mismo que en Francia, donde había una gran bolsa de votos partidarios del Partido Comunista, ahora los votantes, irritados para siempre con los vendedores de humo comunistas, votan al Frente Nacional. En nuestro país el cambio de voto se ha producido entre el PSC y Ciudadanos. No es que Miquel Iceta vaya a las manifestaciones con la ultraderecha españolista, es que Iceta ya es compi-yogui de la bella Inés, la hija del policía. Es que mientras se acusa al inocuo independentismo de nazismo, mientras Iceta es corresponsable de que le digan nazi a Torra, el auténtico neofascismo crece imparable en los barrios de las grandes ciudades que antes habían votado al PSC. La sustitución de los unos por los otros es perfecta, sociológica, pasional. Los hijos del PSC se vuelven cada vez más idénticos a la ultraderecha. Fíjense como un antiguo diario de referencia en el entorno ideológico del PSC, El Periódico de Catalunya, ahora se ha vuelto seguidor de Ciudadanos y del PP. Según publicaba un diario digital catalán hace dos días, Enric Hernández, el director que protagonizó una rocambolesca ficción a propósito de una supuesta nota de la CIA norteamericana, debería haber sido nombrado director de RTVE como premio por los servicios prestados durante la batalla informativa a propósito del independentismo. Un premio que le tenía preparado Soraya Sáenz de Santamaría pero que quedó frustrado por el advenimiento del Gobierno Sánchez. Mientras no llega la compra del diario Zeta por parte de Jaume Roures, que lo quiere al precio más bajo posible, la deriva hacia el partido de Albert Rivera continúa, fascinante como una rama en una gran riada. Afortunadamente el españolismo no es mucho de leer, es más de toros, y mientras el diario continúe atacando a los independentistas tampoco se ve tanto la diferencia entre Ciudadanos y el PSC. De hecho, de compartir enemigos políticos, son las dos caras de una misma moneda del mismo euro.