Lo que consolidó definitivamente el golpe de Estado del general Augusto Pinochet fue que los miembros de la Corte Suprema de Chile proclamaron su apoyo a quienes habían usurpado el poder por la fuerza. Lisa Hilbink, una autoridad mundial en el estudio de las relaciones entre el derecho y la ciencia política, explica que además de apoyar la dictadura, de los 5.400 recursos de amparo presentados por abogados en defensa de los derechos humanos, el Supremo chileno rechazó 5.390 considerando que suponían una obstrucción al normal funcionamiento de la institución. Es interesante fijarse en lo ocurrido en otros lugares para saber dónde estamos nosotros ... Y hacia dónde vamos.

La confirmación de la prisión preventiva contra los líderes soberanistas con autos judiciales más propios de tribunales inquisidores y las nuevas citas de dirigentes independentistas dejan claro que la ofensiva represora no ha hecho más que empezar. La teoría atribuida al general Espartero según la cual se debe bombardear Barcelona cada medio siglo "para mantenerla a raya" se está aplicando con todo su rigor, pese a que los instrumentos devastadores aún no sean los mismos. Lo ha dejado claro el coronel Pérez de los Cobos cuando ha dicho que "el cumplimiento de la ley [tal como él la interpreta] pasa por encima de la convivencia". Pinochet, con el apoyo de los jueces, no lo habría dicho más claro. Esto significa que la violencia policial del 1 de octubre se repetirá cuantas veces haga falta. El ministro del Interior se ha comprometido a emplear los recursos necesarios y la ministra de Defensa ha añadido que el Ejército está preparado para intervenir en Catalunya cuando el Gobierno lo considere oportuno.

La misma estrategia de siempre consiste en atemorizar a los catalanes a base de aplastarlos como ha ocurrido tantas veces

La misma estrategia de siempre consiste en atemorizar a los catalanes a base de aplastarlos como ha ocurrido tantas veces, desde la guerra de los Segadores hasta los bombardeos fascistas de 38. Y la estrategia no ha cambiado, porque el planteamiento español respecto de Catalunya se ha basado casi siempre en el derecho de conquista. No se trata de seducir o convencer a los catalanes, sino de dominarlos. Por ello, desde el inicio del proceso soberanista, las autoridades españolas no han tomado ni una sola medida que no sea represiva y/o amenazante. A diferencia de lo que hicieron los canadienses con los quebequenses o los británicos con los escoceses, que combinaban algunas amenazas con propuestas seductoras de más autogobierno, la actitud española ha sido implacable con la represión, los encarcelamientos y la usurpación del autogobierno. No cabe duda de que el Estado español está obsesionado ahora en desarticular el movimiento independentista y darle un escarmiento para varias generaciones.

Así que parece ingenuo pensar que, si los independentistas moderan posiciones, el Estado tendrá misericordia. Hasta ahora ha pasado todo lo contrario. El ministro de Justicia ya ha avanzado -para que los jueces tomen nota- que no debe quedar ningún líder independentista sin inhabilitar y el Tribunal Constitucional se ha sometido a las presiones del Ejecutivo como si fuera un tercio legionario: "Con razón o sin ella ". Sin embargo, algo está pasando entre los bastidores europeos cuando lo que está generando preocupación e incluso histeria en las autoridades españolas es la presencia del president Puigdemont en el escenario europeo poniendo en evidencia la involución democrática del sistema político español.

La vergüenza que está pasando España y la irritación de sus gobernantes es tanta que incluso los lleva a cometer errores de bulto tan graves como el hecho de enviar al rey a Davos a justificarse, a jurar y perjurar que España es una democracia con todos los atributos y a acusar a los catalanes de subversivos. ¿Alguien se imagina a la reina de Inglaterra ir a un foro internacional a denigrar a los escoceses? Seguramente sería más fácil imaginar al rey de Marruecos despotricando de los saharauis. Estamos, pues, en este nivel de homologación. Y han sido los últimos episodios de este autoritarismo español los que han llevado al think tank británico Economist Intelligence Unit a clasificar el régimen político español como "democracia defectuosa" pocas horas después de que Felipe VI hiciera el ridículo en Davos.

La vergüenza que está pasando España y la irritación de sus gobernantes es tanta que incluso los lleva a cometer errores de bulto tan graves como el hecho de enviar al rey a Davos

Teniendo todo esto en cuenta, queda claro que la gran batalla del movimiento soberanista catalán debe ser la constante internacionalización del conflicto. Es cierto que la independencia de Catalunya no encontró grandes aliados en Europa, pero una cosa es la independencia y otra muy distinta la reivindicación estrictamente democrática y de respeto a los derechos humanos en una Unión Europea que tampoco está en condiciones de acumular más desprestigio. De hecho, los últimos mensajes de las cancillerías urgen a Rajoy a abrir vías de diálogo.

Y observando estas nuevas actitudes europeas, pero sobre todo constatando la obsesión del Gobierno para atrapar a Puigdemont como uno de los hombres más perseguidos del planeta, es obvio que el president -legítimamente elegido, destituido con malas artes y restituido por la mayoría democráticamente expresada- se ha convertido un símbolo democrático que estratégicamente los soberanistas deberán preservar. Sin Puigdemont en Bruselas, ejerciendo de president, el proceso catalán derivaría nuevamente en un problema estrictamente español de orden público del que nadie querría saber nada.

Quien más claro lo tiene es un servidor del Estado tan fundamental como Alfredo Pérez Rubalcaba. El exlíder socialista -y artífice de la salvación de la monarquía en su peor momento- ha reconocido que la prioridad del Gobierno debe ser impedir como sea que se vote la investidura de Carles Puigdemont. "Hay que pagar lo que cueste -dijo- pero el Gobierno debe ser lo suficientemente hábil para que el descrédito del Estado sea el mínimo posible". Efectivamente, el descrédito del Estado será máximo si la mayoría parlamentaria vuelve a pronunciarse a favor de Puigdemont. Y el pronunciamiento debe ser inequívoco pero también lo suficientemente audaz como para permitir a continuación investir un jefe de gobierno que asuma su subordinación al president de Bruselas. Alfonso Guerra ya se vio venir un Dalai Lama catalán. Obviamente él se burlaba con antelación, pero no hay ninguna otra figura que, pequeña como es, sea tan capaz de desestabilizar a todo un imperio chino.