Hay una tesis de la derecha española sobre las elecciones del 28 de abril que es cierta. Lo que está en juego en estos comicios es si los soberanistas catalanes siguen siendo determinantes o no en la formación del Gobierno y esta respuesta sólo depende de los catalanes en general y de los propios soberanistas en particular.

Huelga decir que la única manera de que el soberanismo se haga valer, en España y fuera de España, es tener cuanta más legitimidad democrática mejor. En la medida en que los soberanistas sean determinantes, sus posiciones deberán ser más tenidas en cuenta. Si como ha quedado claro con lo que llevamos de juicio del procés y como no se han cansado de decir los líderes independentistas el objetivo es llegar a un pacto con el Estado, tan importante o más es tener mayoría en el Parlament de Catalunya como ser determinantes en Madrid.

Es sorprendentemente necesario subrayar estas obviedades ante posiciones independentistas que, confundiendo sus deseos con la realidad, consideran que las elecciones españolas son algo irrelevante y que enviar representantes a Madrid es una pérdida de tiempo o una sumisión al régimen. Por el contrario, lo que más preocupa ahora a lo que se denomina el régimen es la cantidad de diputados y senadores que conseguirán los grupos independentistas. Preocupa mucho más eso que la correlación de fuerzas en el Parlament de Catalunya.

Dada, pues, la importancia de los comicios del 28 de abril, sorprenden también las dificultades de las fuerzas soberanistas para concretar las candidaturas. Hay mucha burla en el mundo soberanista por la candidatura de Inés Arrimadas al Congreso, pero la estrategia de Ciudadanos es la más lógica. En las elecciones que para ellos también son las más importantes ponen delante a la mejor jugadora que tienen, la que sin duda aglutinará más votos de la derecha. En la circunscripción de Barcelona será el voto útil ante PP y Vox. (Otra cosa es cómo argumentará que va a Madrid a defender los intereses de los catalanes proponiendo la suspensión del autogobierno).

Lo que está en juego en estos comicios es si los soberanistas catalanes siguen siendo determinantes o no en la formación del Gobierno 

Ciertamente, el diálogo que se preconiza en Catalunya no interesa a ninguna de las fuerzas políticas españolas y sólo será posible si los interlocutores españoles no tienen más remedio que sentarse a la mesa. Y que esto ocurra dependerá de la voluntad de los catalanes en colocar en el Congreso y el Senado lo que podríamos denominar un ejército de interlocutores. Sin una fuerza de interlocución determinante, no habrá diálogo posible. Y si el soberanismo no es capaz de forzar el diálogo, aún menos fuerza tendrá para conseguir sus objetivos por otras vías infinitamente más complicadas.

El soberanismo tiene un papel importante que jugar en Madrid y lo tendrá siempre y cuando sepa convencer al electorado catalán de que irá al Congreso a hacer política, que sus escaños serán útiles para determinar las políticas del Gobierno. En las elecciones generales, siempre los catalanes han dado la victoria a aquella formación política que a priori se suponía que tendría más influencia. La mayor parte de las veces lo fue el PSC, después la CiU que pactaba indistintamente con el PSOE o con el PP y cuando el PSOE se hundió, surgió En Comú Podem que en 2015 y 2016 se acercó al millón de votos. Está claro que la gente quiere que su voto sirva para algo más que para protestar.

Es una evidencia aritmética que una candidatura unitaria soberanista con candidatos de primer nivel tendría todas las de ganar, pero la aritmética es una ciencia exacta y la política, no. Así que no hay que insistir demasiado en ello porque lo que no puede ser no puede ser y además es imposible... excepto en el Senado. La correlación de fuerzas en el Senado tiene más importancia ahora cuando se trata de la cámara que decide la aplicación del 155 y, según algunos sondeos, la mayoría de derechas va del canto de un duro. En Girona, Tarragona y Lleida no es imprescindible, pero en la circunscripción de Barcelona sólo la candidatura unitaria asegura los tres senadores soberanistas, y tres senadores pueden resultar determinantes. Un entendimiento soberanista incluso tendría efectos balsámicos en el mundo independentista.