Una infección acaba provocando la muerte cuando el organismo es incapaz de generar anticuerpos. Este artículo no va del coronavirus, sino de la inmunodepresión que afecta al sistema político español, que se ha puesto nuevamente de manifiesto no sólo con el escándalo de corrupción que afecta al rey emérito y a su familia, sino con la ausencia de anticuerpos y de contrapoderes que hagan posible la recuperación del organismo.

Las noticias sobre los presuntos cobros de comisiones y los consecuentes fraudes a la Hacienda española del anterior jefe de Estado eran un secreto a voces desde hace tiempo. Lo que ha salido ahora lo aireó por interés propio el comisario Villarejo y forzó una intervención judicial que fue archivada en tiempo récord. Pocos días después de trascender que el príncipe heredero saudí había ordenado el descuartizamiento de un periodista crítico, Yamal Jashogi, Juan Carlos asistió a Abu Dhabi al gran premio de Fórmula 1 y se fotografió con el príncipe descuartizador cuando nadie se atrevía a posar junto a él. Como dice el refranero catalán, quien tiene el culo alquilado no se sienta cuando quiere. La ministra de Defensa, Margarita Robles, intentó detener un pedido del régimen saudí de 400 bombas de precisión, pero no tuvo más remedio que tragarse sus manías pacifistas tras la intervención del jefe del CNI, Félix Sanz, el mismo que ahora denuncia la examante de Juan Carlos por amenazas.

El problema no es si la monarquía es corrupta, la magnitud de la tragedia es el silencio impuesto por las instituciones y los medios para impedir averiguarlo

El escándalo que afecta a la familia real es grave desde el punto de vista del prestigio democrático de España, pero lo hace aún más trágico el cierre de filas de las instituciones del Estado y de los principales medios de comunicación, a los que en una "democracia consolidada" correspondería tomar las medidas pertinentes para que la infección no se extienda.

Desde hace ya bastante tiempo, parece como si políticos, jueces, fiscales, periodistas e incluso escritores de éxito como por ejemplo Javier Cercas ―"Sin el Rey no habría democracia" (El País 02/06/14)― se hubieran conjurado para salvar la Monarquía a cualquier precio democrático, pero sobre todo a impedir cualquier iniciativa que regenere el cuerpo enfermo.

Que la inmensa mayoría del Congreso, del Senado y del Tribunal Constitucional prohíban cualquier investigación sobre presuntos actos delictivos del monarca tan proclamados por la prensa internacional pone en evidencia ahora sin rodeos que estamos ante un régimen que sólo es capaz de actuar a la defensiva. Cuando los medios de comunicación de referencia lo aceptan, lo ocultan o lo tergiversan llegamos a la cita de Pulitzer: "Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico".

Cuando los medios de referencia esconden o tergiversan los escándalos de la monarquía llegamos a la cita de Pulitzer: "Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico"

Cuando un partido que se autodefine como republicano como el PSOE cierra filas con el deep state en la defensa incondicional de la Monarquía, lo hace, de hecho, en defensa propia, porque forma parte interesada de este régimen. La portavoz socialista Adriana Lastra se ha jugado el cargo por el escaso entusiasmo con el que ha proclamado la impunidad del monarca. Hay que ser escritor laureado para hacerlo mejor. Sin embargo, que no haya juristas capaces de argumentar que el Rey no es inviolable en todo lo que haga pone en evidencia la ausencia del derecho.

No hace falta ser jurista para entender que la inviolabilidad del jefe del Estado se refiere a sus funciones como tal. No existe ningún manual de derecho que avale autorizar a una persona en concreto a robar o matar o hacer cualquier barbaridad con la garantía de quedar impune.

Como se ha documentado ampliamente, la aceptación de la Monarquía fue la condición de los militares para aceptar la Transición tras la muerte del dictador Franco. Quizá Cercas se refería a eso, que era un precio incluso asequible si a cambio recuperábamos definitivamente la libertad y el estado de derecho. El problema no es la monarquía, el problema es la ausencia del derecho, y con todo lo que está pasando son los enfervorizados defensores de los monarcas los que acaban dando la razón a tantos como empiezan a pensar lo contrario que Cercas, que con el Rey ya no hay democracia. O lo que es lo mismo, que no hay Derecho. Ni periodismo (de papel). ¡Menos mal que quedan los digitales!